A lo largo de la primera
mitad del Siglo XVI la isla canaria de La Palma fue ganando importancia gracias
al privilegio real que le permitía comerciar con América, lo que hizo que mercaderes
de distintas procedencias se estableciesen en la ciudad portuaria de Santa Cruz,
la cual servía de escala en las travesías atlánticas que enlazaban la Península
Ibérica con las posesiones españolas del Mar Caribe. En 1551 estalló entre
Francia y España una guerra por el control de diversos territorios italianos,
de modo que el rey francés, Enrique II, incentivó por entonces el hostigamiento
por parte de las embarcaciones francesas al tráfico marítimo español. Entre el
21 de julio y el 1 de agosto de 1553 el corsario protestante François Le Clerc
dirigió desde su nave capitana el saqueo de Santa Cruz de La Palma, realizado
por unos setecientos hombres. La mayoría de la población de la ciudad huyó a
las montañas próximas con algunos de sus bienes más preciados, lo que hizo que
no hubiera muchas muertes. Los franceses registraron todas las casas, robando
cuanto pudieron, y luego prendieron fuego a la ciudad, causando una gran
destrucción. Ardieron también las casas consistoriales con sus archivos, las
escribanías y las oficinas públicas, perdiéndose así documentos de gran valor
notarial e histórico. Inmediatamente después de lo ocurrido, se generó entre
los habitantes de la isla, tanto aborígenes auaritas como colonos, un
sentimiento de indefensión, al que las autoridades españolas respondieron los
años siguientes con la construcción de varias fortalezas y la distribución de
armas, elementos que permitieron frustrar posteriores intentos de desembarco
por parte de enemigos, destacando en este sentido la incursión fallida del
corsario inglés Francis Drake en 1585.
El ataque francés a Santa
Cruz de 1553 puede ser reconstruido de manera bastante fidedigna a través de algunos
documentos conservados en el Archivo General de Simancas, como las cartas
enviadas al rey por varios gobernadores insulares. El licenciado Juan Ruiz de
Miranda ostentaba en aquel momento el cargo de gobernador de Tenerife y La
Palma, pero se encontraba en la primera de estas islas cuando aconteció el saqueo.
Tanto él como Diego de Arguijo, su teniente, que sí presenció el ataque, informaron
a la Cámara de Castilla sobre lo ocurrido. Ambos perdieron sus cargos por la
escasa resistencia ofrecida a la invasión, determinándose además que en
adelante el gobernador de Tenerife y La Palma tuviese que residir la mitad del
año en cada isla. La actuación de Diego de Arguijo, que era la máxima autoridad
civil y militar de La Palma cuando se produjo el ataque, fue controvertida, en
cuanto a que no autorizó la respuesta armada de un millar de isleños que ya
estaban listos, para así salvar la vida de la mujer, la hija y las criadas del
regidor Pedro Sánchez de Estopiñán, que habían sido capturadas por los
corsarios franceses. Aceptó además el pago de un rescate por ellas de 5.000
ducados o cruzados de oro, acordado gracias a la intermediación de un
comerciante vasco y otro flamenco. Tras cobrar el rescate y liberar a estas
mujeres, los atacantes se marcharon. Poco más de un mes después se menciona ya
a Pedro Sánchez de Estopiñán como difunto. Su muerte quizás fue consecuencia de la angustia
y la presión que cayeron sobre él al quedar la ciudad sumida en tanta
desgracia. Su hija liberada era la esposa de Juan de Monteverde, el cual fue
nombrado tras el desastre en sustitución de Diego de Arguijo como capitán
general de La Palma y alcaide de sus ruinosas fortalezas. Al mismo tiempo Diego
de Arguijo también dejó de ser teniente de gobernador de la isla,
reemplazándole en el puesto Diego de Cabrera.
La petición que
transcribimos ahora (AGS, CCA, LEG, 342, 31.1), fechada algo más de un año
después del ataque corsario, es redactada por el escribano Bartolomé Morel para
solicitar a la Cámara de Castilla que al jurado Baltasar Pérez se le envíe una
copia de su título, al habérsele perdido el original en el expolio de su vivienda,
de modo que quede bien acreditado por real provisión el desempeño de su oficio:
“Yo, Bartolomé Morel, escrivano de sus Magestades e publico desta ysla de La
Palma, doy fee a los señores que la presente vieren como por el mes de julio
del año proximo pasado de mill e quinientos e cinquenta e tres vino sobre el
puerto desta çibdad de Santa Cruz de la dicha ysla ocho naos e navíos de armada
de franceses, de los quales echaron gente armada en tierra, e por fuerça de
armas tomaron y se apoderaron de la dicha çibdad e la metieron a saco e rrobo,
como la saquearon e rrobaron e despues quemaron la mayor parte e mas prencipal
de las casas desta çibdad. Entre las quales fueron quemados los escritorios de
los escrivanos publicos desta ysla e toda la mayor parte de los papeles e
rregistros y escrituras dellos segund questo es notorio. Y entre las casas que
ansi fueron saqueadas, una dellas fueron las de la morada de Baltasar Pérez,
jurado e vecino de la dicha ysla, de pedimiento del qual di la presente, por
que me la pidio para que constase del dicho saco e robo e caso fortuito que
generalmente avia acaecido en la dicha çibdad, con el qual dixo aversele
perdido el titulo oreginal e provision que tenia de la merced del dicho oficio,
como avia acaecido a otros muchos. E para pedir e suplicar a su Magestad le
manden dar otra copia e provision del registro del que fue esta fecha. En la
noble çibdad de Santa Cruz, ques en la dicha ysla de La Palma, a veinte e un
dias del mes de agosto de mill e quinientos e cinquenta e quatro años. En
testimonio de verdad, Bartolomé Morel suplico”.
BIBLIOGRAFÍA:
-Leal Cruz, Pedro Nolasco; “Los ataques piráticos de Pie de Palo (1553) y Francis Drake (1585) a Santa Cruz de La Palma. Análisis contrastivo”. XVII Coloquio de Historia Canario-Americana. V Centenario de la muerte de Cristóbal Colón. 2008. Páginas 1803-1822.
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