El
documento 380 del legajo 150 de la sección de “Guerra y Marina” del Archivo
General de Simancas (AGS, GYM, LEG, 150, 380) alude brevemente a la llegada de un
joven loro a la Corte madrileña. Se trata de un regalo enviado por Diego de
Sotomayor al Secretario del Consejo de Indias, Antonio de Eraso, que desempeñó
dicho cargo desde 1571 hasta su muerte en 1586. El animalito no es entregado en
persona por Diego de Sotomayor, que escribe su carta desde Sevilla, sino a
través de una mujer llamada Isabel de Vargas, esposa del que por entonces era
Gobernador de Cuba, Gabriel de Luján. El loro ha logrado sobrevivir a una dura
travesía transoceánica, en la que han perecido otros animales, que también
Diego de Sotomayor pretendía ofrecer al Secretario. Aunque se lamente por la
muerte de estas especies, las llama cosillas, lo que quizás revela que su grado
de aprecio por ellas no rebasaba mucho el dispensado hacia los objetos
inanimados. El donante indica que el loro referido es de corta edad y que ya
habla, y que probablemente irá hablando cada vez más. Uno de los aspectos que
más impactaba de los loros a los europeos es su capacidad para repetir
palabras, aunque casi siempre sin comprender su sentido. Su gran capacidad de
aprendizaje, su sociabilidad y su larga vida convirtieron a los loros en apreciados
compañeros. Todo indica que inicialmente serían tratados con exceso de brusquedad,
desde el momento mismo de embarcarlos en el Caribe, a nada que tracemos el
perfil aguerrido de los aventureros de la época, sobre todo si éstos recibían
algún picotazo inoportuno. Se tendería luego hacia una mayor cordialidad con respecto
a los mismos, hasta llegar a la refinada sensibilidad de los cortesanos del
Siglo XVIII, que caían en el extremo opuesto, permitiéndoles toda clase de
caprichos.
Los
informes redactados por Diego de Sotomayor y Antonio Manrique en el año 1576
fueron decisivos para la creación de la Armada de Barlovento, institución
militar del Imperio español encuadrada en la flota de Indias, creada con la
misión de proteger durante el período colonial los territorios que se iban
conquistando en América frente a los ataques de las otras potencias europeas,
así como frente a la acción dañina de piratas y corsarios. Por la misiva ahora
analizada, con fecha de 22 de Octubre de 1583 (poco más de un año después del
ajuste de 10 días del calendario gregoriano), Diego de Sotomayor parece tener
una posición relevante en la ciudad de Sevilla, ofreciéndose al Secretario para
cualquier servicio que pudiera prestarle en ella. Podría tratarse de un
personaje relacionado con la seguridad del tráfico de mercancías entre el
continente americano y los puertos de Sevilla y Cádiz, lo que le habría llevado
a realizar este tipo de viajes en al menos varias ocasiones. Ello le daría la
posibilidad de traer obsequios muy preciados con los que ganarse la voluntad de
cargos importantes, de cara a poder seguir realizando sin problemas sus
actividades. En este caso estamos ante un pobre lorito, sacado de su paraíso,
para llegar de milagro a Madrid en una jaula cubierta por una bonita funda,
destinado a ser divertimento de los poderosos, sin una parejita a la que
arrimarse. La funda no era sólo decorativa, sino que además tenía un cometido
importante en la domesticación del loro, pues lo desactivaba por completo en el
caso de ponerse demasiado pesado, condenándole a la oscuridad hasta que el
dueño quisiese disfrutar de su compañía de nuevo.
Transcribimos
ahora el texto principal de la carta de Diego de Sotomayor, en la que puede
apreciarse su seseo andaluz y un trato reverente hacia el Secretario Antonio de
Eraso: “Con mi Señora doña Ysabel de Bargas, mujer de Graviel de Luján,
gobernador de La Habana, enbio a b.m. un pajaro loro en su jaula, con una funda
de frisa colorada. Atrevime de enbiallo por pareserme rasonable y comensar a
hablar el nuevo, y hablara mas. Otras cosillas traia enonbre de b.m. y
murieronse, de que me pesa. Resiba v.m. este pequeño serbisio con mi boluntad,
que esta eternamente. Estara muy presta al serbisio de b.m. Y si en esta ciudad
yo baliere para alguna cosa, nenguno me hara bentaja en el serbisio de b.m.,
cuya muy Ilustre persona Nuestro Señor guarde con acresentamyento de mayor
estado, como v.m. merese. De Sevilla y de Otubre 22 de 1583 años”.
En
el caso de provenir de la isla de Cuba y no del continente inmediato o de otra
isla antillana, el lorito pudo ser de una de estas tres especies: aratinga
cubana, también conocida como catey (psittacara euops), verde con las
axilas rojas y algunas pequeñas manchas rojas por el resto del plumaje; amazona
cubana (amazona leucocephala), verde con plumas blancas en la cabeza y
rojas en el cuello y en zonas inferiores; y guacamayo cubano (ara tricolor).
Mientras que esta última especie se extinguió a finales del Siglo XIX, las
otras dos siguen existiendo, destacando especialmente su presencia en el Parque
Nacional de la Ciénaga de Zapata, ecosistema pantanoso que constituye el lugar
de Cuba donde se dan más observaciones de loros en estado salvaje. En España
actualmente han prosperado en libertad dos especies de psitaciformes: la
cotorra argentina (myiopsitta monachus) y la cotorra de Kramer
(psittacula krameri), consideradas ambas especies invasoras. En la ciudad de
Madrid se está procediendo ahora al polémico exterminio de la primera. Ojalá
unos cuantos ejemplares resistan, huyendo a áreas más rurales, sin que puedan perjudicar a otras especies de aves autóctonas. Su chirrido, considerado
desagradable por muchos, hace pensar en los sonidos nuevos que escuchaban los
exploradores españoles, avanzando por tierras para ellos desconocidas, con una
mezcla de temor y valor. Como mascotas, los loros cuyo número más está
creciendo por todo el mundo son los pequeños agapornis, también llamados
inseparables, de origen africano. Pero donde mejor están los loros es en sus
hábitats naturales. De nosotros depende que no desaparezcan más especies.
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