viernes, 1 de septiembre de 2000

LOS HONDEROS BALEÁRICOS


En los yacimientos arqueológicos de época protohistórica de las islas de Mallorca y Menorca aparecen con frecuencia pequeñas piedras esféricas. Son los proyectiles utilizados por los honderos baleáricos, cuya destreza fue repetidamente alabada por los autores antiguos. Su cultura la designamos ahora como talayótica debido al importante desarrollo de las construcciones megalíticas, entre las que destacaron los talayots, torres de vigilancia expresivas del poder local.

La práctica de lanzar piedras sería una de las formas más primitivas de agresión y defensa entre los hombres. La introducción de la honda, arma de guerra y de caza vinculada especialmente al ámbito ganadero y pastoril, permitió el que las piedras saliesen despedidas con más fuerza y mejor orientación. Al soltar uno de los extremos de la honda tras dar a la piedra depositada en ella un vigoroso impulso circular, el proyectil salía disparado con contundencia. Hubo cuerpos de honderos en los ejércitos europeos hasta bien entrada la Edad Media, y todavía la honda sigue siendo usada en regiones rurales y entre diversas tribus.

En el relato bíblico que narra el combate singular de David contra el filisteo Goliat se especifica que el joven judío tomó para su honda cinco piedras bien lisas de un torrente, guardándolas luego en su zurrón. Este dato parece indicar que, aunque pudiesen utilizarse piedras de cualquier forma, eran más fáciles de dirigir las lisas, las esféricas o las estandarizadas, en cuyo lanzamiento se hubiese adquirido ya cierta soltura, lo que explica las molestias tomadas en su selección e incluso diseño. En el caso baleárico y en otros contextos mediterráneos aparecen junto a los proyectiles esféricos otros más estilizados de dos puntas, tanto de piedra como de plomo, material este último generalizado por el ejército romano.

La honda era el arma predominante entre los baleáricos, si bien se han documentado arqueológicamente otros tipos de piezas, como las espadas de pomo macizo, las hachas y las lanzas. Estrabón indica que los baleáricos confeccionaban sus hondas con junco negro y crines o tendones. Los honderos baleáricos fueron reclutados como mercenarios, principalmente por los cartagineses, desde el siglo V a.C. Contratando extranjeros, Cartago aminoraba el dañino efecto social y demográfico de sus atrevidas campañas militares. Los mercenarios reclutados abandonaban sus tierras convencidos por el salario prometido y la esperanza de botín, aunque en ocasiones eran presionados o amenazados para tomar una decisión que implicaba la constante exposición de su vida, ya que solían ocupar las posiciones de mayor peligro. Los afortunados que regresaban a casa tras las correrías bélicas mediterráneas se convertían en factores destacados de aculturación.

Diodoro incide en la procedencia baleárica de los mercenarios que más derrochaban en vino y con las mujeres sicilianas. Fue precisamente en Sicilia donde los honderos baleáricos obtuvieron fama a raíz de la brillante participación de un millar de ellos en la batalla de Eknomon, librada cerca de Gela en el 311 a.C. contra el ejército griego del tirano de Siracusa, Agatocles. Estos baleáricos llevaban tres hondas: una recogida en la cabeza, otra recogida alrededor del cuerpo y otra en las manos. Posiblemente llevaban también consigo algunos de sus proyectiles preparados, o recogidos poco antes. Lanzaban las piedras con gran potencia y precisión, abollando las armas defensivas de los enemigos e hiriendo hasta a los apostados en las murallas. El uso infantil tradicionalmente relacionado con la honda se corresponde bien con la afirmación de Diodoro de que las mujeres baleáricas fomentaban en sus hijos el aprendizaje del manejo de este arma, no dándoles el pan, atado de un árbol, hasta que no le acertaban con las piedras despedidas por la misma.

En la Segunda Guerra Púnica (218 - 201 a.C.) se registra también la actuación de los honderos baleáricos en las filas cartaginesas, enfrentadas al poder romano. Para auxiliar a Aníbal, cuyas dificultades en suelo itálico eran cada vez mayores, su hermano Magón, siguiendo las órdenes recibidas del Senado de Cartago, intentó llevarle los restos de su ejército desde la ya perdida Hispania. Magón llegó con su flota a la colonia fenicio-púnica de Ibiza, que le ofreció víveres, armas y algunos soldados. Desde allí se dirigió a Mallorca, donde pensaba reclutar más mercenarios. Pero al acercarse a tierra, la flota fue recibida con una granizada tupida de piedras por parte de los honderos. Este recibimiento hostil pudo deberse al deseo de los isleños de no verse obligados a participar en una causa declinante.

Magón tuvo que proseguir hasta Menorca, en cuyo excelente puerto de Mahón pasó el invierno del 206 al 205 a.C. Es muy probable que la capital menorquina deba su nombre al del general cartaginés o al de otro líder militar púnico anterior, ya que el nombre de Magón era frecuente. Tito Livio señala que la ocupación temporal del puerto y su territorio se realizó sin necesidad de combate. En Menorca Magón reclutó inicialmente dos mil honderos que envió a Cartago como tropas auxiliares. En los meses siguientes realizaría más levas de baleáricos de cara a la expedición itálica. Tras el invierno llegó a Liguria en busca de nuevos aliados, pero fue finalmente batido por las tropas romanas. Murió de sus heridas en la travesía marítima que le conducía de nuevo a Cartago. Los baleáricos supervivientes de los ejércitos de Magón y de Aníbal, además de los destinados previamente en Cartago, participaron en la decisiva batalla norteafricana de Zama en el 202 a.C., con la que se oscureció el temido fulgor bárquida.

La conquista de las Baleares por parte de Roma fue efectuada por el cónsul Quinto Cecilio Metelo en el 123 a.C. con la justificación de terminar con la piratería que se amparaba en sus costas. El cónsul, para proteger sus naves de los proyectiles tan hábilmente lanzados por los “fundibularii”, mandó extender pieles sobre las tablas, amortiguando así los golpes. Comenzaba la romanización de unas gentes que mantendrían por largo tiempo el uso de su sencilla arma como elemento indicativo del apego a sus viejas tradiciones culturales.

Fuentes y Bibliografía:

- Blázquez, José María. (1991). La expansión cartaginesa. Historia de España Antigua. Protohistoria. Tomo I. Páginas 393 - 413. Editorial Cátedra. Salamanca.

- Huss, Werner. (1993). Los Cartagineses. Editorial Gredos. Madrid.

- Roldán, José Manuel. (1988). Cartago y Roma en la Península Ibérica. Historia de España Antigua. Hispania Romana. Tomo II. Páginas 15 - 50. Editorial Cátedra. Madrid.

-Tito Livio. Historia de Roma. La Segunda Guerra Púnica. Tomos I y II. Alianza Editorial. Madrid.

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