Sekaisa es el nombre de una ciudad celtibérica, perteneciente en concreto a la tribu de los belos. Es citada por las fuentes romanas como Segeda. Su primer establecimiento radicó dentro de los límites del actual municipio zaragozano de Mara, en la zona elevada conocida como el Poyo. La decisión tomada por la ciudad de ampliar su perímetro fortificado para poder congregar a sus aliados y consanguíneos provocó la declaración de guerra por parte del Senado romano y el inicio de las guerras celtibéricas en el año 154 a.C. Quizás Sekaisa, mediante el robustecimiento de su estructura urbanística y defensiva, quiso reforzar su preeminencia sobre los enclaves menores circundantes, ofreciendo a la vez cobijo a sus pobladores frente a posibles agresiones externas, lo que disgustó sobremanera a las autoridades romanas, temerosas por el posible resquebrajamiento del sistema administrativo implantado en sus conquistas peninsulares. Ante la inminente llegada de las tropas romanas, los habitantes de Sekaisa, que no habían podido terminar las labores de ampliación de la muralla, tuvieron que abandonar su ciudad para refugiarse, junto con otros muchos pueblos, en el territorio de sus vecinos arévacos, cuya ciudad de Numancia centralizaría durante las dos décadas siguientes la resistencia frente a Roma. Tras los primeros lances del largo conflicto armado, los belos, que adoptaron una postura más dialogante hacia los romanos, pudieron regresar a sus tierras. En un momento indeterminado, emplazaron la nueva Sekaisa muy cerca de la anterior, en Durón de Belmonte, dentro del municipio de Belmonte de Gracián, cuya toponimia mantiene el recuerdo de los belos. La nueva ubicación de la ciudad celtibérica presentaba una altitud ligeramente inferior y peores condiciones naturales de defensa, conforme a las directrices difundidas por los romanos para evitar toda propensión hacia la revuelta.
Sekaisa está considerada como la ciudad celtibérica que mayor cantidad de monedas acuñó, lo que debemos valorar como un elemento indicativo de su importancia. Sin embargo fue oscureciéndose conforme avanzaba la romanización en favor de la cercana Bilbilis, la futura Calatayud. El nombre de Sekaisa lo conocemos por las leyendas monetales, escritas en alfabeto ibérico conforme a diversas variedades gráficas. Algunas monedas presentan el nombre étnico en genitivo plural: “Sekaisakom” (de los de Sekaisa), muestra de que el sentimiento ciudadano podía superar a la realidad física de la ciudad, sometida en este caso a molestos cambios de emplazamiento. Las monedas de Sekaisa se dispersaron ampliamente por la Península en los procesos de circulación, en especial por el valle del Jalón y la cabecera del Duero. Su abundancia en el entorno de la antigua Tamusia, ciudad de la provincia de Cáceres que emitió piezas de tipo celtibérico, ha servido para trazar hipótesis acerca de posibles migraciones o prácticas trashumantes. La producción monetaria de Sekaisa, desarrollada entre mediados del siglo II y mediados del siglo I a.C., se daría en muchas de sus fases bajo el patrocinio y la protección de Roma, interesada en aumentar el volumen de la moneda circulante en la Celtiberia. Sertorio, que durante las guerras civiles romanas supo ganarse la confianza de muchos pueblos peninsulares, parece que potenció algunas cecas aragonesas, como Bolskan (Huesca) y Sekaisa, cuyas piezas son frecuentes en las ocultaciones suscitadas por la inestabilidad militar de la época.
La iconografía de las monedas de Sekaisa se ajusta a la imperante en el territorio celtibérico, constituyendo tanto una garantía de su validez en los intercambios como la expresión de pertenencia a un sistema económico y administrativo más amplio, regido por Roma. Los anversos de las piezas de Sekaisa presentan una cabeza masculina barbada o imberbe, acompañada en bastantes casos de algún pequeño símbolo, como una posible leona o un posible lobo en las emisiones más antiguas y uno o dos delfines en las más recientes, así como uno o dos signos alfabéticos correspondientes al inicio del nombre de la ciudad. El cuello del personaje representado se adorna en ocasiones con un collar de cuentas, mientras que los mechones del pelo se disponen de numerosas maneras, reflejando distintos peinados. Más que de una divinidad o de un magistrado podría tratarse de la idealización del ciudadano, aunque entreverada con la imitación de tipos monetales clásicos de acusada prestancia y significación religiosa. Cada cuño de anverso era un rostro distinto, multiplicándose así los rostros como si de ciudadanos diferentes se tratase. En los reversos de los denarios de plata y los ases de bronce aparece un guerrero a caballo sobre el nombre de la ceca. Este jinete puede portar una insignia consistente en una rapaz, o bien una lanza o una palma, elemento quizás alusivo al deseo de alcanzar la paz a través de la victoria. Con el jinete, cuyo caballo es representado con las patas delanteras en alto, los celtíberos pretendían transmitir una imagen de valor y nobleza en un momento en que la progresiva aculturación hacía necesarios los símbolos identificativos. Los divisores de bronce solían presentar en sus reversos al caballo sin jinete, a veces con puntos indicativos del valor de las piezas u otras marcas, como el creciente lunar. En dos emisiones un tanto distintas del resto aparecen en los reversos un prótomo de caballo y un jabalí respectivamente. Los motivos propios de las monedas de la Celtiberia tendieron al esquematismo, perdiendo parte de su calidad artística. Sekaisa fue de las primeras cecas abiertas en el ámbito celtibérico; el hecho de que acuñase piezas de plata, cosa que no hizo la cercana Bilbilis, apoya la idea de que ejerció tareas de control administrativo en un extenso territorio, casi siempre bajo la supervisión romana.
Bibliografía:
-Burillo, F.; Ostalé, M. (1983-1984): Sobre la situación de las ciudades celtibéricas Bilbilis y Segeda. Kalathos, 3-4. Páginas 287–309.
- Gomis Justo, M. (1995): La moneda de plata de Sekaisa. Actas del IX Congreso Nacional de Numismática. Páginas 49-58. Elche.
-Varios Autores (1997): Historia monetaria de Hispania antigua. Jesús Vico editores. Madrid.
- Villaronga, L. (1988): La jerarquización de las cecas de Sekaisa y Bilbilis. Espacio, Tiempo y Forma. Serie II, 1. Páginas 333-340. Madrid.