lunes, 1 de febrero de 1999

LA BETURIA


Podemos identificar la Beturia con la cuenca sur del cauce central del Guadiana, abarcando así la mayor parte de la actual provincia de Badajoz junto con otras regiones próximas. La Beturia aparece en los textos grecolatinos como un concepto sólo territorial, y por tanto no emanado de ninguna realidad étnica. Sirvió en principio para designar laxamente las tierras de más allá del Betis, y al parecer nunca llegó a configurarse como una entidad jurídica o administrativa específica.

Los influjos culturales mediterráneos llegados al área extremeña se fueron haciendo más intensos desde el Bronce Final (1250-750 a.C.), sumándose así a los predominantes y definitorios elementos atlánticos. Síntesis de ambas corrientes son las estelas, en las cuales son representados guerreros con sus armas y otros objetos indicativos de estatus. Durante el Hierro I (750-550 a.C.) se aprecia en Extremadura una creciente pero desigual orientalización dentro del marco de la actuación tartésica y colonial, dirigida en gran parte hacia la explotación, no sólo minera, del territorio.

Los autores clásicos señalan que la Beturia prerromana estaba ocupada por célticos y túrdulos. Aunque es lógico suponer la existencia de complejos procesos de interetnicidad, lo cierto es que los célticos se emplazaban en el Oeste de la Beturia y los túrdulos en el Este, rebasando en ambos casos el espacio betúrico. La mayor parte de sus asentamientos se situaban respectivamente sobre la cuenca del Ardila y el Zújar, principales afluentes meridionales del Guadiana. En la dinámica organizativa del poblamiento betúrico fueron determinantes las vías naturales de comunicación y los recursos mineros. La localización y el aprovechamiento de estos últimos contribuyen a diferenciar el territorio céltico del túrdulo, pues mientras que en la Beturia céltica abundaba el hierro en la túrdula predominaban las menas de plomo argentífero.

Las fuentes escritas y los hallazgos arqueológicos coinciden al señalar el destacado peso económico que las actividades ganaderas tuvieron en el área betúrica, si bien la agricultura contó también con fértiles valles para su desarrollo. La práctica de la trashumancia ganadera nos acerca a la explicación de la movilidad mostrada por algunos grupos poblacionales de la Beturia. El tipo de hábitat, caracterizado por cierta dispersión, diferenciaba a la Beturia de la Turdetania, donde el fenómeno protourbano era bastante más acusado. Para el tránsito del siglo V al IV a.C. se detectan importantes incendios, abandonos y cambios en los asentamientos, seguidos por un significativo incremento demográfico. La cultura material de los túrdulos fue asemejándose cada vez más a la de los turdetanos, mientras que los tradicionales elementos culturales meseteños fueron mantenidos con mayor fidelidad por los célticos, experimentando una intensa revitalización.

Un elemento que en la Beturia nos permite separar con claridad la región céltica de la túrdula es la producción de moneda, pues mientras que los enclaves célticos no acuñaron los túrdulos sí lo hicieron. El que los célticos de la Beturia no acuñasen moneda no hemos de interpretarlo como una gran deficiencia cultural, sino más bien como la decisión más o menos comunitaria de no integrar la moneda en su sistema socioeconómico. Por otro lado, los tipos monetales túrdulos revelan una fuerte influencia púnica, la cual estaría también presente en otros resortes organizativos de la región. Las monedas foráneas halladas en la Beturia permiten trazar vínculos comerciales con la Baetica, y a la vez indican la debilidad de los contactos económicos mantenidos con el Sur portugués. Más problemática es la abundancia de piezas procedentes de la ceca celtibérica de Sekaisa (Mara-Belmonte; Zaragoza), cuyos tipos sirvieron como modelo a las acuñaciones de Tamusia (Botija), ciudad de probable filiación celtibérica situada en una comarca tan excéntrica como el Sur de Cáceres.

Desde comienzos del siglo II a.C., la Beturia participó de la resistencia indígena frente al expansionismo romano. Las ciudades betúricas se implicaron abiertamente en las guerras lusitanas. Cinco de ellas fueron saqueadas en el 141 a.C. por el procónsul romano Serviliano como castigo por haber ayudado a los lusitanos. Ya en el siglo I a.C., la Beturia se vio envuelta en las guerras civiles romanas, apoyando a Sertorio con el propósito de recobrar cierta autonomía. La consolidación del proceso romanizador en la Beturia se logró definitivamente con las actuaciones de César. Por entonces muchas ciudades célticas de la Beturia adquirieron el reluciente “cognomen” de “Iulia”. La posterior incorporación de casi toda la Beturia a la provincia Baetica se debió tanto al deseo romano de desligarla de los conflictivos lusitanos como al reconocimiento de las prolongadas relaciones que habían mantenido ambas regiones.


Bibliografía:

- W. S. Kurtz, J. J. Enríquez, A. J. Lorrio, V. H. Correia, L. Berrocal-Rangel, A. Rodríguez, M. P. García-Bellido, A. M. Canto; “Celtas y Túrdulos: La Beturia”. Cuadernos Emeritenses nº 9. Museo Nacional de Arte Romano. Asociación de Amigos del Museo. Mérida. 1995.

- L. García Iglesias; “La Beturia: un problema geográfico de la Hispania Antigua”. Archivo Español de Arqueología nº 44. Madrid. 1971.