miércoles, 9 de marzo de 2022

EL ENRIQUECIMIENTO COMERCIAL DE CRISTÓBAL DE HARO


Cristóbal de Haro (fallecido en 1541) perteneció a una poderosa familia de mercaderes burgaleses, de origen probablemente judeoconverso. La exportación de lana hacia Flandes había hecho de la ciudad de Burgos un importante centro mercantil, en cuyas actividades bancarias participó intensamente la familia de los Haro. Con diversas ciudades de los Países Bajos y de Alemania, Cristóbal de Haro mantuvo beneficiosos vínculos comerciales, adquiriendo una gran capacidad de financiación de empresas marítimas, destinadas, entre otros objetivos, a la obtención de especias en lugares exóticos, con las cuales abastecer los mercados europeos. El archipiélago indonesio de las Molucas, lucrativa fuente de aprovisionamiento de ciertas especias, como el clavo aromático y la nuez moscada, había quedado bien conectado con Portugal desde que en 1512 se abriera la ruta oceánica oriental que rodeando África alcanzaba dichas islas. Los españoles buscaron nuevas rutas para llegar a ellas, pero navegando desde la Península Ibérica hacia Occidente. Cristóbal de Haro contribuyó a la organización de algunas de estas expediciones, destacando la realizada entre 1519 y 1522, que se saldó con la primera circunnavegación del planeta, iniciada bajo el mando del navegante portugués Fernando de Magallanes y culminada por el marino vasco Juan Sebastián Elcano. El valioso cargamento de clavo aromático traído por la nao Victoria de este viaje fue entregado íntegramente a Cristóbal de Haro por orden de Carlos V, el cual recurriría en ocasiones a los préstamos del comerciante burgalés, de igual manera que había recibido ya financiación de su hermano, Diego de Haro.


El entusiasmo llevó a la creación a fines de 1522 de la Casa de Contratación de la Especiería, establecida en La Coruña, de la que Cristóbal de Haro fue nombrado factor. Esta institución tuvo corta vida, pues en 1529 Carlos V, por el tratado de Zaragoza, renunció a los posibles derechos de España sobre las Molucas en favor de Portugal, recibiendo a cambio una compensación de 350.000 ducados. La acción colonial española en el Sudeste asiático se centrará en el futuro en las Filipinas, especialmente desde que en 1565 Andrés de Urdaneta, integrante de la expedición conquistadora de Legazpi, descubra el llamado “tornaviaje”, valorando las estaciones, los vientos y las corrientes marinas que optimizan los tiempos de vuelta desde Filipinas hasta la costa occidental de México. En cuanto a las Molucas, no fueron por mucho tiempo un monopolio comercial portugués, pues una primera flota holandesa llegó hasta ellas en 1599, acrecentándose año tras año el predominio comercial neerlandés en la zona. Desde su creación en 1602, la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, institución mercantil sustentada en prácticas paramilitares, se fue haciendo con el control del comercio en el ámbito indonesio, arrinconando progresivamente a los portugueses, que hacia 1850 mantenían allí ya solamente su dominio sobre Timor Oriental. La isla de Timor proporcionó a los comerciantes lusos desde 1512 abundante madera de sándalo, usada en carpintería fina y para la obtención de perfumes. La escasa implantación colonial portuguesa en las islas indonesias revela la prioridad adjudicada a los intereses comerciales sobre otros relacionados con la impregnación cultural y la conquista efectiva de territorios tan distantes de la metrópoli. Paralelamente, en el caso filipino, el bajo número de colonos peninsulares explica también la rapidez con la que el legado español se diluyó a lo largo del Siglo XX en dicho archipiélago, exceptuándose la pervivencia de la fe católica.



Muchas sombras recorren la personalidad tanto de Cristóbal de Haro como de otros miembros de su grupo comercial, en cuanto a que no dudaron en involucrarse abiertamente con afán de enriquecimiento en el tráfico de esclavos entre África y América, conectando para ello con las redes de captación y distribución establecidas por los portugueses. Se trataba para Cristóbal de Haro de una actividad complementaria, ya que en el mismo barco podían viajar tanto esclavos como productos de “resgate”, es decir, destinados al intercambio comercial con los indígenas. Al principio de su carrera, el mercader burgalés obtuvo incluso autorización del rey portugués Manuel I para poder traer hasta Europa toda clase de mercancías obtenidas en ámbitos correspondientes a la implantación colonizadora portuguesa, como maderas brasileñas, codiciadas por los artesanos para elaborar tintes, muebles e instrumentos musicales. Entre 1505 y 1517 pasó largas temporadas en Lisboa, desde donde controlaba la llegada del azúcar de Madeira, que constituyó una de sus primeras fuentes de riqueza. Actuó de intermediario en la comercialización de la pimienta y otras especias, pues no controlaba los lugares de explotación de las mismas. En este período colaboró con Portugal armando barcos para la exploración de nuevas vías que permitiesen atravesar América para llegar cuanto antes al Pacífico, sin importarle la deslealtad que implicaba el facilitar a los portugueses el acceso a zonas que el Tratado de Tordesillas reservaba a España. La familia de los Haro experimentó un duro golpe económico al producirse la tragedia humana del hundimiento de bastantes de sus navíos (difiriendo las crónicas entre siete y dieciséis) llenos de esclavos africanos. El ataque fue realizado por el pirata portugués Iusarte, que se movía entre el archipiélago de Cabo Verde y la costa congoleña. Iusarte fue ejecutado en Oporto pocos años después, pero el rey Manuel I no concedió a Cristóbal de Haro ninguna indemnización. Ello, unido a los crecientes obstáculos puestos por Portugal a los mercaderes extranjeros, impulsó a Cristóbal de Haro a regresar a España, donde más adelante ofrecerá soporte financiero al joven rey Carlos, llegado al país con su séquito flamenco en 1517.


En el Archivo General de Simancas se conserva un memorial (AGS, CCA, LEG, 118, 92) de Cristóbal de Haro, fechado el día 24 de Octubre de 1517, con la petición de que se le restituya una carabela que le fue embargada unos cinco años atrás, y que se encontraba retenida junto con su cargamento de bienes y esclavos por la Casa de Contratación de Sevilla. No era la primera vez que Cristóbal de Haro se dirigía a la Cámara de Castilla para solicitar la devolución de esta nave. Se trataba de un barco armado en Lisboa, con tripulación portuguesa, capturado en el área costera americana conocida como Tierra Firme, que comprendía desde las Guayanas hasta el Cabo de Gracias a Dios, que separa los actuales estados de Nicaragua y Honduras. Cristóbal de Haro argumenta en su escrito que fue el mal tiempo el que desvió la carabela hacia el territorio americano español. Los marineros portugueses fueron liberados con la aprobación del Cardenal Cisneros, como contrapartida por haberse soltado también antes a marineros castellanos pillados en aguas portuguesas. Al enumerar a algunos de los tripulantes, los primeros que aparecen son “Estevan Flórez” y “Pero Flórez”, que seguramente estaban al mando. La prolongada negativa de restitución de la nave y de su contenido a Cristóbal de Haro a pesar de la prestigiosa posición socioeconómica de su familia pudo deberse a la sospecha de que la misma superó la demarcación brasileña intencionadamente, tal vez en busca de un ágil paso interoceánico. El barco fue conducido primeramente a Santo Domingo, que se iría convirtiendo en uno de los lugares de la América hispana en recibir más población esclava, ocupándose más tarde de resolver el asunto el tribunal sevillano de la Casa de Contratación, que era el máximo órgano de control del comercio y tránsito de personas entre España y América. No se aclara qué ocurrió durante esos cinco años de embargo con los esclavos africanos retenidos, si bien lo más probable es que se les diera trabajo a cambio de alimento. La petición de Cristóbal de Haro quedó también consignada en el Registro General del Sello (AGS, RGS, LEG, 151710, 163), con pésima letra y fecha de entrada dos días posterior.

 

El grueso del primer documento mencionado, quizás no del todo sincero, reza como sigue: “Cristóval de Haro, mercader vezino de la çibdad de Burgos, digo que ya V. A. sabe como por otras petiçiones le ove hecho relación que puede aver cinco años que, estando yo en la çibdad de Lisboa del Reyno de Portugal, ove armado a mi costa una caravela con mercaderias de resgate para yr a la tierra que se dize del Brasil y cae en la conquista del Rey de Portugal, por la demarcaçion que con el dicho Rey fue hecha. En la qual caravela fueron muchos portugueses por marineros y brumetes, especialmente Estevan Flórez y Pero Flórez y Pero Marinero y Miguel Brumete y Ehas Corço y Pero Corço y otros portugueses. Los quales siguiendo el dicho viaje con tienpos contrarios aportaron en la tierra que V.A. tiene en tierra firme, donde fueron presos y enbargadas y secuestradas la dicha caravela y mercaderias y çiertos esclavos que trayan, en la çibdad de Santo Domingo de la Isla Española. Y remetieron a los dichos portugueses presos ante los jueces de la Casa de la Contrataçion de Sevilla, e ynformados el reberendisimo cardenal su embaxador aver pasado ansy, dieron probision para que los dichos juezes soltasen los dichos presos portugueses, constandoles averse soltado en Portugal çiertos castellanos que a esta causa avian sido presos, lo qual les consto e soltaron los dichos portugueses libres y sin pena alguna. Y las dichas mis mercaderias y esclavos y armada an estado y estan todavía enbargadas, de que he resçibido y espero resçibir muy gran daño. Suplico a Vuestra Alteza mande dar su provision para que los dichos juezes e ofiçiales de la Casa de la Contrataçion de la dicha çibdad de Sevilla o de las dichas yslas e personas en cuyo poder estan los dichos bienes me los entreguen, tornen y restituyan e agan tornar e restituyr libremente e syn costa alguna, pues yo ni ellos no tenemos culpa. Y los dichos portugueses fueron sueltos libremente. E pido cumplimiento de justiçia, y para ello le encargo su real conçiençia”.

 

El texto revela la temprana implicación de algunos comerciantes españoles en el mercadeo de esclavos negros, el cual se fue incrementando ante la necesidad de conseguir más trabajadores para las colonias, en las cuales la población indígena experimentó un retroceso demográfico. En la España peninsular la presencia de esclavos africanos fue más limitada, salvo en algunas ciudades andaluzas, gracias en parte a un mayor cuestionamiento moral. Llegaban principalmente a Sevilla, muchas veces con el rostro marcado, redistribuyéndose desde allí entre familias de alto poder adquisitivo. Incluso había privilegios de juro (especie de pensión o censo sobre las rentas reales), situados en las rentas provenientes del comercio con esclavos negros. Dos de estos polémicos juros (AGS, EMR, MER, 220, 305) fueron adquiridos por compra en el año 1600 por el Duque de Lerma, valido del rey Felipe III. Los juros, concedidos en muchos casos en concepto de interés por razón de una cantidad prestada al monarca, permiten también rastrear la intensa actividad financiera que Cristóbal de Haro desplegó al servicio de la Corona y sobre todo al servicio de sí mismo. Muchos de ellos pueden consultarse en el Archivo General de Simancas, en las secciones de “Escribanía Mayor de Rentas” y “Contaduría de Mercedes”. Uno en concreto (AGS, CME, 493, 2), de 10.000 maravedís, va acompañado del testamento del comerciante, con adjudicación de bienes a Sebastián de Haro. Las cantidades de estos juros a nombre de Cristóbal de Haro oscilan mucho, pudiendo ir desde los 910 maravedís (importe más común en las limosnas anuales recibidas por conventos y monasterios) hasta los 48.156. Las fechas de los mismos arrancan en 1525, situándose algunos de ellos sobre las rentas tanto de la capital burgalesa como de otras áreas próximas, como Castrojeriz y la comarca de la Bureba. Es decir, las actividades comerciales desplegadas por Cristóbal de Haro repercutían en la circularidad de la economía de su tierra de origen, que por un lado le suministraba recursos y por otro se beneficiaba del establecimiento allí de tan poderosa familia.

 

La insistencia a lo largo de cinco años por parte del comerciante burgalés en las peticiones a la Cámara de Castilla para poder recuperar la carabela embargada y su contenido apunta a que las mercancías retenidas por la Casa de Contratación de Sevilla no eran meras baratijas con las que engatusar a los indígenas, sino productos no perecederos que serían fácilmente intercambiables, no sólo por otros exóticos sino también en la propia península. La falta de ética de Cristóbal de Haro queda clara tanto por su participación en el negocio esclavista como por su colaboracionismo con Portugal en un momento en que estaban dirimiéndose intereses geoestratégicos de gran alcance. Su financiación permitió a la Corona española acometer empresas marítimas en las que hubo grandes muestras de épica y heroísmo, ampliando el conocimiento del mundo. La exploración de nuevos territorios fue seguida por la conquista de muchos de ellos, estableciéndose rutas periódicas con las que hacer llegar a Europa metales preciosos, semillas y nuevos bienes de consumo. La familia de los Haro encarna en este período histórico el vitalismo comercial efectuado sin riesgo físico, al que sí se exponían los numerosos marinos y soldados que fueron despoblando su tierra para lanzarse a las inciertas aventuras de la expansión colonial. Hubieran sido necesarias muchas más iniciativas mercantiles y de manufacturación por parte de los españoles que permanecieron en la península para que el beneficio principal del comercio marítimo no acabara transfiriéndose tan rápido al Norte de Europa. La evangelización y las leyes que protegían a los indígenas de los nuevos territorios adquiridos por España contrastaban con la permisividad mostrada hacia la vergonzosa compraventa de personas oriundas del África subsahariana.