sábado, 11 de diciembre de 2021

LORITO EN MADRID EN 1583


El documento 380 del legajo 150 de la sección de “Guerra y Marina” del Archivo General de Simancas (AGS, GYM, LEG, 150, 380) alude brevemente a la llegada de un joven loro a la Corte madrileña. Se trata de un regalo enviado por Diego de Sotomayor al Secretario del Consejo de Indias, Antonio de Eraso, que desempeñó dicho cargo desde 1571 hasta su muerte en 1586. El animalito no es entregado en persona por Diego de Sotomayor, que escribe su carta desde Sevilla, sino a través de una mujer llamada Isabel de Vargas, esposa del que por entonces era Gobernador de Cuba, Gabriel de Luján. El loro ha logrado sobrevivir a una dura travesía transoceánica, en la que han perecido otros animales, que también Diego de Sotomayor pretendía ofrecer al Secretario. Aunque se lamente por la muerte de estas especies, las llama cosillas, lo que quizás revela que su grado de aprecio por ellas no rebasaba mucho el dispensado hacia los objetos inanimados. El donante indica que el loro referido es de corta edad y que ya habla, y que probablemente irá hablando cada vez más. Uno de los aspectos que más impactaba de los loros a los europeos es su capacidad para repetir palabras, aunque casi siempre sin comprender su sentido. Su gran capacidad de aprendizaje, su sociabilidad y su larga vida convirtieron a los loros en apreciados compañeros. Todo indica que inicialmente serían tratados con exceso de brusquedad, desde el momento mismo de embarcarlos en el Caribe, a nada que tracemos el perfil aguerrido de los aventureros de la época, sobre todo si éstos recibían algún picotazo inoportuno. Se tendería luego hacia una mayor cordialidad con respecto a los mismos, hasta llegar a la refinada sensibilidad de los cortesanos del Siglo XVIII, que caían en el extremo opuesto, permitiéndoles toda clase de caprichos.


Los informes redactados por Diego de Sotomayor y Antonio Manrique en el año 1576 fueron decisivos para la creación de la Armada de Barlovento, institución militar del Imperio español encuadrada en la flota de Indias, creada con la misión de proteger durante el período colonial los territorios que se iban conquistando en América frente a los ataques de las otras potencias europeas, así como frente a la acción dañina de piratas y corsarios. Por la misiva ahora analizada, con fecha de 22 de Octubre de 1583 (poco más de un año después del ajuste de 10 días del calendario gregoriano), Diego de Sotomayor parece tener una posición relevante en la ciudad de Sevilla, ofreciéndose al Secretario para cualquier servicio que pudiera prestarle en ella. Podría tratarse de un personaje relacionado con la seguridad del tráfico de mercancías entre el continente americano y los puertos de Sevilla y Cádiz, lo que le habría llevado a realizar este tipo de viajes en al menos varias ocasiones. Ello le daría la posibilidad de traer obsequios muy preciados con los que ganarse la voluntad de cargos importantes, de cara a poder seguir realizando sin problemas sus actividades. En este caso estamos ante un pobre lorito, sacado de su paraíso, para llegar de milagro a Madrid en una jaula cubierta por una bonita funda, destinado a ser divertimento de los poderosos, sin una parejita a la que arrimarse. La funda no era sólo decorativa, sino que además tenía un cometido importante en la domesticación del loro, pues lo desactivaba por completo en el caso de ponerse demasiado pesado, condenándole a la oscuridad hasta que el dueño quisiese disfrutar de su compañía de nuevo.


Transcribimos ahora el texto principal de la carta de Diego de Sotomayor, en la que puede apreciarse su seseo andaluz y un trato reverente hacia el Secretario Antonio de Eraso: “Con mi Señora doña Ysabel de Bargas, mujer de Graviel de Luján, gobernador de La Habana, enbio a b.m. un pajaro loro en su jaula, con una funda de frisa colorada. Atrevime de enbiallo por pareserme rasonable y comensar a hablar el nuevo, y hablara mas. Otras cosillas traia enonbre de b.m. y murieronse, de que me pesa. Resiba v.m. este pequeño serbisio con mi boluntad, que esta eternamente. Estara muy presta al serbisio de b.m. Y si en esta ciudad yo baliere para alguna cosa, nenguno me hara bentaja en el serbisio de b.m., cuya muy Ilustre persona Nuestro Señor guarde con acresentamyento de mayor estado, como v.m. merese. De Sevilla y de Otubre 22 de 1583 años”.


En el caso de provenir de la isla de Cuba y no del continente inmediato o de otra isla antillana, el lorito pudo ser de una de estas tres especies: aratinga cubana, también conocida como catey (psittacara euops), verde con las axilas rojas y algunas pequeñas manchas rojas por el resto del plumaje; amazona cubana (amazona leucocephala), verde con plumas blancas en la cabeza y rojas en el cuello y en zonas inferiores; y guacamayo cubano (ara tricolor). Mientras que esta última especie se extinguió a finales del Siglo XIX, las otras dos siguen existiendo, destacando especialmente su presencia en el Parque Nacional de la Ciénaga de Zapata, ecosistema pantanoso que constituye el lugar de Cuba donde se dan más observaciones de loros en estado salvaje. En España actualmente han prosperado en libertad dos especies de psitaciformes: la cotorra argentina (myiopsitta monachus) y la cotorra de Kramer (psittacula krameri), consideradas ambas especies invasoras. En la ciudad de Madrid se está procediendo ahora al polémico exterminio de la primera. Ojalá unos cuantos ejemplares resistan, huyendo a áreas más rurales, sin que puedan perjudicar a otras especies de aves autóctonas. Su chirrido, considerado desagradable por muchos, hace pensar en los sonidos nuevos que escuchaban los exploradores españoles, avanzando por tierras para ellos desconocidas, con una mezcla de temor y valor. Como mascotas, los loros cuyo número más está creciendo por todo el mundo son los pequeños agapornis, también llamados inseparables, de origen africano. Pero donde mejor están los loros es en sus hábitats naturales. De nosotros depende que no desaparezcan más especies.

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