martes, 1 de mayo de 2012

EL GRIFO DE ABDERA


Para Ana

FUNDACIÓN Y REFUNDACIÓN DE LA COLONIA

Hacia 656-652 a.C., colonos procedentes de la ciudad jónica de Clazomene fundaron en la costa de Tracia, en una tierra rica y fértil, la ciudad de Abdera. El nuevo enclave, concebido como avanzadilla comercial, se situaba unos 16 kilómetros al Este de la antigua desembocadura del río Nestos, en el cabo Bulustra, no muy lejos de la isla de Thasos. El “oikistés” encargado de dirigir la empresa colonizadora fue Timesio, al cual los futuros pobladores de la ciudad rendirían honores en las celebraciones comunitarias. La colonia inicialmente no prosperó, debido sobre todo a la hostilidad de los indígenas tracios, pero también al efecto de la malaria, que diezmó a los recién llegados. A este relato fundacional se sumó pronto otro de corte mítico, en el que Herakles quedaba convertido en impulsor del establecimiento, dedicado a su amigo caído Abdero. El héroe en su octavo trabajo tuvo que amansar a las cuatro yeguas antropófagas del rey de los bistones, Diomedes. En el enfrentamiento con las yeguas pereció horriblemente Abdero. Herakles, afligido, fundó en su honor, cerca de su tumba, la ciudad de Abdera. El carácter agreste del territorio viene remarcado por Heródoto, el cual informa de que, en la otra orilla del río Nestos, todavía podían encontrarse grupos de leones en libertad. Abundaban en la zona los ya extinguidos uros, bóvidos salvajes de gran tamaño, cuyas cornamentas eran objeto de comercio. La colonia clazomenia atravesó por múltiples dificultades, hasta el punto de ser prácticamente destruida por las belicosas tribus oriundas de la región. Quizás los tracios permitieron la supervivencia de la colonia clazomenia para asegurarse la captación de determinados productos exóticos, pero reduciéndola a su mínima expresión, cortando por completo sus ansias expansionistas y de control de los recursos del entorno.

La mejora progresiva de las relaciones entre los comerciantes griegos y los indígenas tracios explicaría el éxito de la segunda oleada colonizadora que llegó hasta Abdera. Ésta se inició hacia 545-544 a.C., cuando numerosos habitantes de la ciudad jónica de Teos, vecina minorasiática de Clazomene, empezaron a recalar en Abdera huyendo de los conquistadores persas. Entre ellos se encontraría el poeta Anacreonte, que en una de sus composiciones aludirá metafóricamente a una muchacha esquiva como “potrilla tracia”. La política imperialista del rey persa Ciro II “el Grande” provocó la emigración de muchos griegos asentados en las costas de la actual Turquía hacia otros puntos del Mediterráneo y del Mar Negro. En el caso de los ciudadanos de Teos, muchos optaron por refugiarse en Abdera, mientras que otros, tras larga navegación, fundaron la ciudad de Fanagoria en el estrecho de Kerch. Si la previa destrucción tracia de Abdera hubiese sido total, sería difícilmente explicable que un nuevo contingente griego eligiese exactamente la misma ubicación, sin cambiar además el nombre del enclave. Los colonos teyos se unirían a los escasos descendientes de los clazomenios todavía apegados al lugar, sellando así una alianza jónica que revitalizaría el enclave. Fue el general medo Harpago quien conquistó Teos y otras ciudades anatólicas de ascendencia griega, incrementándose desde entonces la mutua influencia cultural de persas y helénicos. El Imperio persa fagotizó en su avance a los lidios, a quienes se viene adjudicando la invención de la moneda, si bien ésta pudo surgir casi de manera contemporánea en Lidia y en algunas ciudades griegas de Asia Menor. Las primeras monedas acuñadas por los lidios fueron piezas ligeramente abellotadas realizadas en electro, aleación natural de oro y plata que incorporaba también trazas de cobre y de otros metales. En sus anversos destacó el motivo de la cabeza de león, alusiva a la realeza, mientras que en los reversos iba un cuadrado incuso.



LA ABDERA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Se ha apuntado el posible origen fenicio del nombre de Abdera, el cual recibió también una colonia fenicia de la costa almeriense, en el actual municipio de Adra. No hay testimonio arqueológico de que la ciudad fundada en Tracia por los clazomenios aprovechara la existencia previa de un pequeño emporio comercial fenicio, pero sí que es segura la presencia fenicia en la cercana isla de Thasos, cuya riqueza minera atrajo sin duda a los exploradores precoloniales. En determinados puertos se darían intercambios de mercancías entre marinos de ascendencia griega y comerciantes fenicios, bien directamente o bien recurriendo a intermediarios. Ello facilitaría la mezcla de productos de procedencias dispares, adecuados a su vez para fascinar a los indígenas de distintos contextos próximos a los respectivos establecimientos coloniales. En otros casos existiría una pugna clara por los mercados, tendente a excluir a los posibles rivales comerciales. En torno a la Abdera de la península ibérica se plantea, igual que para otros establecimientos empóricos, si pudo ser frecuentada no sólo por los fenicios, sino también por navegantes jónicos. Desde la batalla naval de Alalia, librada cerca de Córcega hacia el 535 a.C., los cartagineses incrementaron su presencia en muchos de los principales puertos comerciales del Mediterráneo Occidental, haciéndose con el control de las antiguas factorías fenicias y desplazando de importantes mercados a los marinos focenses. Unos versos de Anacreonte alusivos a la longevidad del rey tartésico Argantonio revelan hasta qué punto los jonios estaban familiarizados con las navegaciones hacia Iberia, donde habían intentado aprovisionarse de metales preciosos. La coincidencia en el nombre y la posibilidad de haber tenido algún vínculo con los comerciantes jónicos en época protohistórica llevó a Adra a hermanarse en 1985 con la localidad griega de Avdira, ubicada algo más al interior que la antigua Abdera, ya en ruinas. Tras la desaparición de la competencia griega, Adra quedó bajo el total control fenicio-púnico, recibiendo aportes poblacionales norte-africanos. La ciudad desarrolló una intensa actividad salazonera, a la vez que se esquilmaban los recursos forestales de su territorio. Su compromiso con la causa cartaginesa fue claro, apreciándose en algunas de sus monedas, acuñadas en época romana, los signos alfabéticos fenicios.



LA ELECCIÓN DEL GRIFO COMO EMBLEMA

El fuerte incremento demográfico experimentado esta vez por Abdera garantizó su rápido desarrollo y permitió el progresivo acceso a las minas tracias de plata. Los contactos entre Abdera y su metrópoli eran casi constantes, muy fluidos, pudiéndose incluso hablar de iniciativas políticas y económicas conjuntas. En este contexto debemos enmarcar la aparición de las primeras monedas de ambas póleis. Las dos ciudades decidieron emplear en sus acuñaciones el mismo emblema, una criatura mitológica, ficticia, conocida como grifo, de acusado orientalismo. En la elección de este símbolo ciudadano se aprecia por un lado el deseo de subrayar los vínculos existentes entre ambas poblaciones y por otro lado el aspecto orientalizante que ya tenían muchas de las manifestaciones culturales jónicas. Para diferenciar las emisiones de las dos ciudades se estableció de común acuerdo que el grifo de Teos mirase a la derecha y que el grifo de Abdera mirase a la izquierda. Los reversos serían ocupados inicialmente por un cuadrado incuso, normalmente cuatripartito. El que Abdera optase por el grifo como emblema comunitario está también relacionado con el hecho de que la principal deidad protectora de la ciudad fuese el Apolo Hiperbóreo. Según diversos relatos míticos, Apolo efectuaba cada año un viaje a una tierra misteriosa y lejana, regresando a Delfos con la llegada de la primavera. Su vuelta podía darse en un carro aéreo arrastrado por cisnes o a lomos de un grifo. Según estas leyendas, Apolo habría llevado hasta Grecia varios grifos, los cuales quedaron consagrados a él y se encargaban de proteger sus tesoros, del mismo modo que en su tierra de origen los grifos custodiaban sensacionales cantidades de oro frente al pueblo inventado de los Arimaspos. Otra de las funciones mágicas de seguridad que recibirían en Grecia los grifos sería la vigilancia de los contenedores de vino dedicados a Dionisos, prueba del destacado valor comercial que había alcanzado dicho producto.



LA"CHORA" DE ABDERA

El territorio directamente dependiente de Abdera, su "chora", quedaba delimitada al Norte por los montes Ródope, al Oeste por el río Nestos, al Este por el lago Bistonis y al Sur por el litoral del mar Egeo. El lago Bistonis, cuyo nombre alude a la tribu tracia local de los bistones, era por entonces una albufera que contaba con salida al mar. En sus proximidades estaba la ciudad griega de Dicea, que también acuñó moneda propia. Al contrario que Thasos, Abdera no poseía minas de plata en el territorio que administraba de manera directa, sino que se abastecía de este metal mediante el comercio con las tribus de la región, las cuales lo obtenían de los yacimientos explotados en la Tracia Occidental. Desde la refundación teya hasta la emisión de sus primeras monedas, Abdera consiguió entablar vínculos comerciales y de amistad con diversos pueblos tracios, estableciendo una relación fluida que le garantizó el aprovisionamiento de plata. Igualmente Abdera selló rápidamente acuerdos políticos y comerciales con su metrópoli, destinados a otorgar una mayor tranquilidad económica a ambas póleis.



REVISIÓN CRONOLÓGICA DE LAS EMISIONES

El excelente trabajo efectuado sobre las monedas de Abdera por J.M.F. May, publicado en 1966, cinco años después de su muerte, supuso una buena clasificación de las emisiones monetarias realizadas por la ciudad, si bien los nuevos hallazgos y los datos aportados por el análisis arqueológico suscitaron una revisión cronológica, efectuada con acertado criterio por Chryssanthaki. Esta revisión ha implicado rebajar las fechas propuestas por J.M.F. May para la mayoría de las piezas, en algunos casos hasta en más de dos décadas. Y además ha dado lugar a la introducción de un mayor número de períodos, rebasando la época del inicio del dominio macedónico sobre Abdera, llegando gracias a la incorporación del estudio de las piezas de bronce hasta la época imperial romana.



PROSPERIDAD COMERCIAL

La canalización de la plata de las minas tracias hacia los mercados egeos hizo que Abdera formase parte de una de las redes comerciales más boyantes de la época. El mineral llegaba por ejemplo hasta Naucratis, el emporio mercantil que Egipto había concedido a los griegos en el delta del Nilo, y en el que gozaban de la mejor posición los comerciantes jónicos. A cambio partían de Egipto hacia los puertos helénicos ingentes cantidades de grano. Las tribus tracias colaborarían en esta ocasión en la explotación de sus propios recursos y en su redistribución, obteniendo de los abderitas tanto bienes tangibles de factura mediterránea como conocimientos artesanales, relacionados con la transformación de las materias primas. El aluvión de plata permitió a Abdera acuñar monedas de gran módulo, las octodracmas, que encontraron una acogida favorable en las ciudades griegas del Egeo y en los transpaíses de los establecimientos coloniales helénicos. El peso de estas piezas iba desde los 27,5 a los 30,5 gramos aproximadamente, amplio espectro que apunta hacia un período inicial de experimentación. La prosperidad atrajo también a buenos grabadores, que dotaron a los grifos de las piezas de Abdera de una destacada calidad artística. La ciudad acuñó las distintas fracciones en plata y más tarde también monedas de bronce, recurriendo en muy escasas ocasiones al oro en la amonedación.



LA "SIMPOLITEÍA" ENTRE TEOS Y ABDERA

Tanto las fuentes literarias como las epigráficas revelan los estrechos vínculos que existieron entre Teos y su colonia en Tracia, Abdera, desde la fundación de esta última y hasta las épocas helenística y romana, de forma que incluso puede hablarse de una "sympoliteía". Este término sirve en este caso para señalar que ambas ciudades, a pesar de su organización autónoma, se dotaron de elementos jurídicos comunes o muy similares. Siendo ciudades independientes, no olvidaron nunca los lazos familiares que unían a sus poblaciones, favoreciendo, si las circunstancias políticas lo permitían, los contactos marítimos frecuentes. La prosperidad comercial de Abdera tuvo también un efecto beneficioso para su metrópoli, que actuaría en determinados momentos como resorte para que los productos provenientes de Tracia pudiesen penetrar en los mercados minorasiáticos. En 1976 apareció cerca del antiguo emplazamiento de Teos una estela de mármol inscrita en sus cuatro caras, portando mensajes legales en forma de imprecaciones públicas. Data de la primera mitad del siglo V a.C., y guarda numerosas semejanzas con otra inscripción jurídica de Teos conocida por copias, ya que su soporte original se perdió. La primera de las inscripciones mencionadas es de especial interés porque sus advertencias van expresamente dirigidas tanto hacia los habitantes de Teos como hacia los de Abdera, lo que pone de manifiesto la existencia de un sistema jurídico común. La inscripción supone un serio aviso contra aquellos que proyecten levantamientos, fomenten luchas intestinas o pretendan convertirse en "esimnetas", es decir, líderes tiránicos y populistas, los cuales con frecuencia caían en excesos, procesando, confiscando, apresando y condenando a muerte sin las debidas garantías. Para realizar este tipo de acciones represivas la inscripción aclara que será necesario reunir doscientos o más votos en el caso de Teos y quinientos o más votos en el caso de Abdera. Esta diferencia numérica podría aludir al distinto volumen poblacional de ambas ciudades o al distinto número de ciudadanos con derecho a voto en cada una de las Asambleas, cuyo funcionamiento no sería perfectamente democrático.

El texto, que debía ser leído públicamente tres veces al año, coincidiendo con las tres festividades principales de ambas ciudades, hace referencia a que ni siquiera el acuerdo de muchos dará legitimidad al posible "esimneta". La fórmula condenatoria para el que contraviniese estas normas tiene fuerte carga religiosa: "[...] perezca [...] tanto él como su descendencia". El hecho de que la inscripción aluda también a la expulsión de las dos ciudades nos hace pensar que la muerte no vendría dada por los mecanismos directos de los dos estados, sino por el oprobio de ser privado de la ciudadanía y por haber quedado maldito para sus antiguos compatriotas. Es decir, el castigo real consistiría en el destierro. Gran parte de la inscripción adopta una estructura parecida al juramento cívico pronunciado por quienes accedían a una magistratura, personajes relevantes que tenían más fácil ceder a las tentaciones tiránicas por su cercanía al funcionamiento de las instituciones públicas. El blindaje jurídico de estas dos póleis hermanas contra los posibles "esimnetas" apunta a la probable existencia de conflictos civiles, en los cuales los oligarcas realizarían diferentes apuestas en torno al sistema político más conveniente. La armonización legal llevada a cabo por Teos y Abdera parece mostrar la firmeza de su alianza, así como la lealtad de una colonia que superó a su metrópoli en cuanto a peso político y económico.



FLUJOS DE DISPERSIÓN DE LA MONEDA ABDERITA

El estudio de las piezas de plata abderitas aparecidas en tesorillos monetarios revela dos flujos principales de dispersión. El primero de ellos, válido para las monedas producidas por Abdera entre 520 y 450 a.C., apunta hacia varias regiones periféricas del Imperio Aqueménida. Las piezas acuñadas en estas fases iniciales por Abdera llegaron hasta Egipto, Oriente Próximo y Asia Menor, no sólo como consecuencia del tráfico comercial, sino también debido a la preponderancia persa en el ámbito tracio. Las guarniciones persas instaladas en enclaves estratégicos de la costa tracia y macedónica, como Dorisco, Eyón y Terma (la posterior Tesalónica), controlaban la circulación de bienes y personas en las salidas marítimas de los fértiles valles del Hebro, del Estrimón y del Axios. Impuestos fijos, gravámenes aleatorios y regalos provenientes de Tracia y de Macedonia alcanzaban los núcleos orientales administrados por los persas, lo que explica el que se haya encontrado incluso una tetradracma de Abdera en Persépolis, la capital de la dinastía Aqueménida. La forzosa hospitalidad ofrecida por muchas localidades tracias a los persas durante algunas de sus campañas militares por Europa supondría también el acopio por parte de los soldados orientales de monedas argénteas que más tarde terminarían en otras zonas del Imperio. En el caso de Abdera, la dispersión de sus monedas por el espacio sometido a los persas afectó tanto a sus piezas iniciales de grueso cospel (octodracmas y tetradracmas) como a las acuñadas desde 475 a.C., caracterizadas por el empleo de cospeles más achatados. Estas últimas, al igual que las de otros talleres de Tracia y Macedonia, se vieron perjudicadas en la circulación mediterránea por la fuerte irrupción de las "lechuzas" atenienses y por la creciente actividad de las cecas de la región minorasiática de Licia. La actividad arqueológica no permite constatar la relación comercial de Abdera con el Occidente mediterráneo, ya que sólo se ha podido recuperar una moneda abderita en este ámbito, concretamente una tetradracma que formaba parte del tesorillo monetario hallado en 1985 en la colonia greco-siciliana de Selinunte.

El segundo flujo claro de dispersión de las monedas de plata de Abdera nos remite ya al siglo IV a.C. y al hinterland tracio afectado por el comercio de la ciudad, la cual mantuvo asimismo por entonces relaciones fluidas con otras colonias costeras griegas más o menos próximas, como Thasos y Maronea (enclaves donde han aparecido bastantes monedas abderitas de bronce). Los diversos tesorillos documentados aportan tetradracmas y dracmas hasta mediados del siglo IV a.C., mientras que en la segunda mitad de dicho siglo las ocultaciones se componían principalmente de dracmas y divisores. Las monedas que acompañan a las abderitas en los tesoros de este período son de otros talleres griegos de Tracia, y permiten comprobar el empleo de un patrón común, basado en el estándar de peso pérsico o en un estándar regional similar que facilitaba el intercambio ágil con las monedas más apreciadas en el Imperio Persa. Desde el 346 a.C., momento del inicio de la prevalencia macedónica sobre Abdera, las tetradracmas de la ciudad empezaron a ser atesoradas junto a las tetradracmas de Filipo II, para cuyo ensalzamiento se efectuaron en Macedonia numerosas acuñaciones, tanto en vida como de manera póstuma. En cuanto a las monedas de bronce de Abdera aportadas por los tesorillos, se circunscriben principalmente a Tracia, destacando lógicamente los importantes hallazgos efectuados en las ruinas de la propia polis.



SISTEMAS DE PESO EMPLEADOS EN LAS ACUÑACIONES

La política monetaria seguida por Abdera en cuanto a la acuñación de piezas de plata fue doble. Por un lado produjo monedas pesadas (octodracmas y tetradracmas) para el comercio exterior, especialmente destinadas a circular por la Hélade y el Imperio Persa. Y por otro lado emitió dracmas y divisores que seguían bien el patrón pérsico o bien diversos patrones tracio-macedónicos, principalmente para hacer más fluido el comercio regional. La convivencia de distintos patrones de peso en el mismo período para las monedas de plata más ligeras suscitaría cierta confusión en los cambios cotidianos, pero a la vez revela tanto una gran disponibilidad de dicho metal como un mayor interés por la fijación de los pesos de las monedas argénteas de mayor módulo. Éstas siguieron un patrón propio que incluso superaba el peso de las piezas producidas por los demás talleres de Tracia y Macedonia, lo que revertía en favor del prestigio de las acuñaciones abderitas. El peso más habitual de las octodracmas, primeras piezas emitidas por la ciudad, oscilaba entre los 29'8 y los 30 gramos, mientras que las tetradracmas mantuvieron por largo tiempo un peso aproximado de 14'9 gramos. Ello permitía establecer una equivalencia de siete tetradracmas y media por dárico, de modo que cada gramo de oro podía ser intercambiado por 13'33 gramos de plata. La prestancia y estabilidad de las octodracmas y tetradracmas de Abdera facilitaron su circulación en los espacios sometidos al poder persa.

Hacia el 475 a.C. finaliza el control persa del litoral tracio, lo que lleva a Abdera a dejar de producir octodracmas, mediante las cuales se habrían estado pagando en muchos casos los impuestos al Gran Rey. La ciudad insistió en cambio en la habitual producción de tetradracmas, cuyo peso se mantuvo estable en los 14'9 gramos hasta aproximadamente el 425 a.C. Desde la campaña efectuada en Tracia por el general persa Megabazo entre 512 y 510 a.C. hasta el 425 a.C. los contactos comerciales entre Abdera y el Mediterráneo Oriental fueron intensos. En este período, junto al dárico, gozó de gran estima en las operaciones públicas y privadas el electro de las monedas de Cízico (en la costa meridional del mar de Mármara) y Lámpsaco (en la parte asiática del Helesponto), enclaves estratégicos de la región de Misia. Incorporada a la Liga de Delos, encabezada por los atenienses, Abdera recurrió a sus tetradracmas de peso bien regulado y sencilla conversión para realizar los pagos que exigía la alianza. Desde el 415 a.C. se registra una clara reducción del peso de las tetradracmas abderitas, concretamente de casi un gramo, lo que señala la adopción de un patrón tracio-macedónico reducido, el abandono del doble criterio para las piezas de plata de mayor y de menor módulo, y el giro marcado hacia el comercio en el hinterland tracio. Muchos de estos cambios se produjeron en plena Guerra del Peloponeso, durante la cual, tanto Abdera como Thasos, hacia el 411 a.C., se rebelaron contra los crecientes sacrificios exigidos por Atenas, cuya causa comenzaba ya a declinar. Maronea y Abdera, vecinas en la costa tracia, empezaron a desplegar una misma política monetaria, lo que señala la alianza comercial de ambas colonias, incentivada en una época de inestabilidad militar, y mantenida, aunque con oscilaciones, a lo largo del tiempo. Estas dos ciudades optaron por emitir tetradracmas del mismo peso (13'9 o 14 gramos), siendo éste claramente inferior al de las tetradracmas de otras póleis de la región, cuya media en el período 415-395 a.C. era de unos 14'5 gramos, y mayor aún en las emisiones efectuadas por Thasos. Quisieron así aprovecharse de las tasas favorables de cambio, ya que los comerciantes foráneos llegados hasta Abdera o Maronea necesitaban casi siempre recurrir para sus transacciones a las piezas locales de plata.

En el período que va del 395 al 360 a.C. el peso de muchas de las tetradracmas emitidas tanto por Abdera como por Maronea se situó entre 12'8 y 12'9 gramos. Durante la década siguiente continuó la pérdida de peso de las tetradracmas de Abdera, que bajaron hasta unos 11'4 gramos, tratándose por tanto de una versión local del patrón pérsico, aplicado ya tanto a las piezas argénteas grandes como a las piezas argénteas pequeñas, estableciendo la equivalencia de dos siclos por una tetradracma. Este patrón se mantuvo también durante el inicio del control de Tracia por parte del Reino Macedónico. El descenso progresivo del peso de las tetradracmas abderitas debe ser puesto en relación con los cambios de cotización entre el oro y la plata, de modo que a pesar de la revalorización de esta última, la ciudad intentó mantener la equivalencia de siete tetradracmas y media por un dárico. Entre 336 y 311 a.C. se atestigua una nueva pérdida de peso de la tetradracma, la cual pasa a tener unos 10'2 gramos. Las campañas de Alejandro Magno en Asia provocaron la llegada de mucho oro a Macedonia y Tracia, lo que hizo que la plata incrementase algo su valor relativo, situándose el cambio con respecto al oro en 12 gramos por 1, frente al 13'33 por 1 anterior. Parece que no fueron comunes en Abdera las monedas forradas en plata, pero con el interior de bronce, engaño realizado en momentos de inestabilidad económica.



CARÁCTER ORIENTALIZANTE DEL GRIFO ABDERITA

Cuando el largo brazo persa alcanzó Abdera a fines del siglo VI a.C., para mantener su flujo comercial sin incidencias, la polis tuvo que aceptar la dependencia con respecto al rey Darío. El motivo del grifo de las monedas argénteas de Teos y Abdera, a pesar del incuestionable carácter griego de estas dos ciudades, expresaba involuntariamente la pujanza militar persa. Y es que el grifo, llamado “shirdal” entre los persas, formaba parte de la estatuaria monumental y de la iconografía del poder asociado a éstos, que fueron en definitiva grandes difusores de su imagen y de las leyendas que le tenían como protagonista. Los persas recibirían esta información sobre el grifo y otros seres híbridos inexistentes de las tradiciones míticas extendidas en Asiria y Babilonia. Se trata de relatos que calaron en el ámbito helénico, donde sufrieron modificaciones, reformulándose los distintos aspectos relacionados con semejante ser. Los griegos se fueron apropiando del valor simbólico del grifo, desposeyéndole de su significado próximo al invasor. Criaturas similares a los grifos, con una cronología del II milenio, aparecen representadas en el arte minoico de la isla de Creta, concretamente en las pinturas palaciegas de Cnossos y en el sarcófago pintado de Hagia Triada. Estaríamos quizás ante ensayos iconográficos que revelan el gusto áulico por los animales extraños de apariencia artística oriental. En el caso cretense, estos antecedentes inmediatos de los grifos no se muestran violentos, sino que exhiben su belleza y su mesura en idílicas escenas cortesanas. Ello nos lleva a pensar que el significado simbólico que en Creta tenían dichos animales no era el mismo que luego adquirirán en el conjunto del Egeo.



DIFUSIÓN DE LA IMAGEN DEL GRIFO ENTRE LOS IBEROS

Una línea de investigación interesante nos llevaría a la presencia iconográfica del grifo en la estatuaria ibérica. La ciudad de Focea, de la que provenían muchos de los colonos griegos asentados en Iberia, utilizó cabezas y prótomos de grifos en sus monedas desde el siglo VI a.C., especialmente en sus hemidracmas y en otras pequeñas piezas de plata, así como en diminutos ejemplares de electro. Estas monedas, en el caso de haber llegado unas cuantas piezas hasta Iberia, pudieron haber contribuido a difundir la imagen del grifo entre las élites indígenas, al igual que lo harían las representaciones del mismo que decoraban otros objetos artesanales, como joyas, cerámicas y tejidos. Su uso funerario entre los iberos como protector de los ajuares y transporte de las almas indica que junto a la imagen del grifo llegaron hasta la península ibérica sus diversos significados religiosos. Los primeros grifos de las monedas de plata de las ciudades de Teos y Abdera presentan un hieratismo simbólico que cuadra bien con las representaciones animalísticas de los pilares-estelas del mundo funerario ibérico, mientras que las grifomaquias, como la del Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén), apuntarían a la circulación de leyendas orientales o al simple ensalzamiento escultórico del valor del guerrero muerto. Existen en los monetarios de algunos gabinetes numismáticos españoles monedas argénteas griegas con grifos, pero muchas de ellas no proceden de hallazgos arqueológicos peninsulares, sino de circunstancias posteriores del coleccionismo monetal. Ello hace difícil valorar el grado de responsabilidad que tales piezas pudieron tener en la extensión de la imagen fantástica del grifo en el área cultural ibérica.



RESUMEN DEL DEVENIR HISTÓRICO DE LA CIUDAD

Una gran revuelta jónica contra los persas, desarrollada entre 499 y 494 a.C., fue duramente reprimida por éstos. Darío I organizó una expedición militar para castigar a los griegos que habían apoyado a los rebeldes jonios, estallando así en el 492 a.C. la Primera Guerra Médica. El conflicto terminó con la victoria ateniense en la batalla de Maratón, si bien los persas lograron muchos de los objetivos que se habían planteado inicialmente, reforzando su presencia en el Egeo. Jerjes I reanudó las hostilidades en el 480 a.C. para conseguir la sumisión completa de las ciudades del continente griego, iniciándose así la Segunda Guerra Médica. En los años anteriores fue cuidadosamente planificada la invasión, acumulándose por ejemplo suministros en escalas a lo largo de la ruta tracia que tendría que realizar el numeroso ejército persa. Abdera fue una de estas escalas, uno de los puntos en que acamparon los persas en su camino hacia el corazón de Grecia. Las victorias logradas en tierra y mar por los griegos frente a Jerjes I obligaron a éste a abandonar sus planes expansionistas. Incluso perdió el control de las ciudades griegas minorasiáticas tras la batalla de Mícala, librada en el 479 a.C. Esto permitió a Abdera y al resto de las colonias griegas de Tracia sacudirse el dominio persa.

Al igual que otras muchas ciudades de ascendencia jónica, Abdera pasó entonces a formar parte de la Liga de Delos, encabezada por Atenas. Esta coalición supondría en la práctica un impulso para las ansias imperialistas de Atenas, cuya flota, unida a los barcos de las otras ciudades aliadas, pasó a ostentar la preeminencia militar en el Egeo, con la consiguiente supervisión del tráfico comercial por el mismo. Conociendo la intención del soberano persa Artajerjes I de realizar un nuevo ataque sobre Grecia, el estratego ateniense Cimón destruyó en el 467 a.C. en la batalla del río Euridemonte, en la región de Panfilia, a la flota enemiga, compuesta tanto por barcos persas como por trirremes fenicias. Y es que la armada persa la formaban principalmente naves y tripulaciones de origen fenicio y chipriota. La paz concertada en el 448 a.C., llamada de Cimón en honor de este general, ya fallecido por entonces, ratificaba la intención persa de no inmiscuirse en los asuntos de las ciudades griegas, impedía a los persas navegar por el Egeo y daba carta de naturaleza a las relaciones comerciales amistosas entre los persas y los enclaves griegos de Asia Menor. Toda esta etapa supuso para Abdera tranquilidad y desarrollo. Su pertenencia a la Liga de Delos le garantizaba el despliegue de sus actividades comerciales, pagando a cambio de su seguridad unos determinados impuestos, gestionados por Atenas.

Abdera se vio envuelta en diversos episodios de la Guerra del Peloponeso, iniciada en el 431 a.C., y que enfrentó a Atenas y sus alidados contra Esparta y los suyos. En el 411 a.C. se produjeron revueltas contra el liderazgo ateniense en diversas ciudades pertenecientes a la Liga de Delos. Estas sublevaciones eran alentadas tanto por Esparta como por los persas, que instaban además a que las democracias fueran reemplazadas por regímenes oligárquicos. Los reveses militares experimentados por Atenas, como la desastrosa expedición a Sicilia, contribuyeron a que algunas de sus ciudades aliadas se replanteasen su fidelidad. En el frente Norte se sublevaron, entre otros enclaves, Abdera y la isla de Thasos. Los tributos anuales que tenían que pagar ya no les compensaban ante el bajón que se había dado en su actividad mercantil. Ninguna de estas dos ciudades quería seguir derivando gran parte de sus ingresos al sostenimiento del imperio marítimo ateniense. La represión de la revuelta abderita realizada por el general ateniense Trasíbulo en el 407 a.C. no tuvo graves consecuencias para la ciudad. La definitiva derrota de Atenas en la Guerra del Peloponeso, finalizada en el 404 a.C., permitió a Abdera centrarse en el restablecimiento de sus operaciones comerciales, en las que las exportaciones de vino adquirían cada vez más relevancia. Maronea, ciudad vecina de Abdera en Tracia, destacó precisamente en la producción y comercialización del vino, adquiriendo renombre en el conjunto de Grecia por la calidad del mismo. Hacia 376-375 a.C. un gran contingente militar tracio de la etnia de los tribalios rebasó sus límites territoriales para atacar Abdera. La situación tuvo que ser bastante desesperada para los habitantes de la ciudad, provocando numerosas muertes. La intervención providencial de una flota ateniense dirigida por el general Cabrias hizo retroceder a los tribalios hacia sus posiciones de partida. Este auxilio revela que por entonces las relaciones entre Abdera y los atenienses se habían recompuesto en gran medida. Es de suponer que la ciudad sufrió en más ocasiones las embestidas tracias. En lo numismático, se aprecia la progresiva pérdida de calidad artística. A pesar de ello las monedas de Abdera fueron imitadas a lo largo del siglo IV a.C. por diversos pueblos del Sureste de Europa, practicando por tanto los grabadores indígenas con las representaciones de los grifos.

En torno al 346 a.C., el rey macedonio Filipo II se hizo con el control de Abdera. En muchas de las nuevas monedas, y principalmente en las de bronce, el grifo pasó a mirar a la derecha, algo que apenas había hecho hasta entonces. El impulso macedónico implicó en Abdera la construcción de una nueva zona amurallada, situada al Sur de la anterior, más vinculada a la costa y a sus nuevos puertos. La nueva villa, de trazado hipodámico, fue relegando como espacio habitacional gran parte de la villa antigua, la cual, tras su progresivo abandono, quedó convertida en necrópolis. Tras el período expansivo que supuso para la cultura griega el reinado de Alejandro Magno, Abdera se vio envuelta en las luchas por el poder que enfrentaron a sus sucesores, encaprichados del valor estratégico y comercial de los enclaves de la costa tracia. Fiel a los Antigónidas, Abdera fue saqueada por los ejércitos de Roma y Pérgamo en el año 170 a.C., en el curso de la Tercera Guerra Macedónica. Durante el dominio romano, la ciudad acuñó monedas de bronce de factura deficiente, sin emplear ya el motivo iconográfico del grifo, muestra de la disolución de su autonomía y de los cambios producidos en su identidad ciudadana. A mediados del siglo IV se produjo el traslado de las instalaciones portuarias, al haberse enarenado la bahía anterior, lo que acarreó además la construcción de algunas fortificaciones nuevas. Abdera se vio negativamente afectada por la formación natural de zonas pantanosas y por procesos de inestabilidad que acentuaron su declive, quedando reducida a una sombra de lo que fue. En el siglo IX, en época bizantina, vuelve a citarse en las fuentes el enclave, esta vez como sede episcopal y con el nombre de Polystylon, término que significa "varias columnas", alusivo por tanto a las ruinas de la ciudad primitiva, en torno a cuya acrópolis se desarrolló el núcleo poblacional bizantino. La antigua Abdera se encuentra actualmente deshabitada, si bien su nombre pervive en una localidad griega situada un poco más al interior. Su solar llegó a pertenecer brevemente a Bulgaria cuando ésta tenía salida al Mediterráneo, condición que perdió por el Tratado de Neuilly tras la Primera Guerra Mundial.



DESCEREBRAMIENTO ADJUDICADO POR LA TRADICIÓN

A pesar de ser el lugar de nacimiento de importantes filósofos, como Protágoras, Demócrito y Anaxarco, la ciudad de Abdera se convirtió en objeto de las burlas de los demás griegos, que consideraban a sus habitantes como gente de pocas luces. Circulaban por la Hélade toda clase de ocurrencias que se cebaban con los abderitas, a los que se hacía protagonistas de numerosas perogrulladas. Se trata de la estigmatización jocosa de una localidad, como ocurre actualmente en determinados países, que eligen a una población como paradigma del descerebramiento. También en esto la cultura occidental tuvo en los griegos a sus precursores, pudiendo rastrearse curiosos paralelos. Abdera era en el imaginario popular griego una ciudad caracterizada por el comportamiento incoherente de sus ciudadanos, a los que se atribuían ridiculeces, enfatizando peyorativamente su provincialismo. En ello no hay que ver de manera necesaria una base real. No sabemos qué hacía que los abderitas impulsasen a los demás griegos a inventar chistes. Una vez adquirida la fama de simpleza, Abdera ya no pudo deshacerse de ella, pasando también a ser tratada de la misma manera en la literatura humorística romana. El epigramista bilbilitano Marcial y el escritor sirio Luciano de Samosata refirieron diversas anécdotas satíricas sobre Abdera. Este último apuntaba que aquellos ciudadanos que asistieron a una representación teatral en pleno verano salieron de la misma con una gran insolación que les hizo empezar a decir incongruencias. Otra situación cómica giraría en torno a una hermosa imagen de Afrodita, realizada en marfil a tamaño natural. Los abderitas la juzgaron tan admirable que decidieron colocarla sobre una columna. Pero la columna elegida finalmente era tan alta que apenas podía apreciarse la escultura.



GENERALIDADES ACERCA DE LAS ATRIBUCIONES DEL GRIFO

El grifo ha encontrado siempre un filón en el pensamiento arqueológico, expresando bien su gargólica figura el deseo de los investigadores de realizar grandes descubrimientos. Es por ejemplo el emblema del Instituto Arqueológico Alemán, cobijando en este caso un recipiente cerámico. La asociación conceptual de la cerámica, destacada herramienta de datación para los arqueólogos, con el amenazante grifo, muestra a éste como un desafiante guardián de los secretos del pasado. Representaciones posteriores han vinculado también al grifo con elementos relacionados con el paso del tiempo, como si él tuviese la clave para interpretar el discurrir atropellado de los hombres. Los grifos, al igual que otros seres híbridos, fueron con frecuencia utilizados en el arte antiguo para remarcar la importancia tanto de un espacio como de la posibilidad de acceder al mismo. Es el caso de los prótomos de grifos que aparecen en capiteles de la vía procesional de Persépolis. En las armas defensivas grecorromanas su función era ornamental, actuando a la vez como signo apotropaico, de efecto psicológico protector. Pretendía atemorizar, y exaltaba el ejercicio del poder. Tenía un componente psicopompo, es decir, si el individuo encontraba la muerte, el grifo se encargaría de conducir su alma donde fuese necesario.

Podemos analizar brevemente el éxito heráldico que el grifo tuvo desde época medieval en Europa. A pesar de no haber existido nunca, numerosos linajes y territorios lo emplearon en su simbología identitaria, más como tenante pareado que como motivo principal. Transmitía la idea de fuerza, de vigilancia, de capacidad para defender los elementos con los que la familia nobiliar o el principado deseaban identificarse. Al ser un mestizo de águila y de león, reuniendo muchas de las potencialidades de ambos, servía bien para ilustrar la fusión de unos ciudadanos con otros, alumbrando una idea mayor y más completa. El hecho de que sea un ser imaginario le resta vigor para conmover, como si estuviéramos por tanto ante un pokémon u otro dibujo al margen de la realidad. Pero posee el atractivo de reflejar la intuición que los hombres antiguos tuvieron acerca de la remota existencia de los dinosaurios. Los fósiles de protoceratops y de otras criaturas extrañas de eras geológicas anteriores a la nuestra pudieron conducir a quienes los descubrieron u observaron a diseñar seres míticos como el grifo. Un proceso mental similar se propone para el inicio iconográfico de los dragones y de otros animales mitológicos, aunque hay también muchos casos de mera fantasía. En la abundante presencia heráldica del grifo podría rastrearse además un componente idealista, relacionado con el deseo de ser invencible, de conocer el pasado, de entender la muerte, de viajar acompañado ya acaecida ésta, de mirar al futuro sin miedo. En la cultura anglosajona el porte aguerrido del grifo gustó ampliamente, generando incluso un apellido, “Griffin”, acorde con la suficiencia presente en el ideario prototípico norteamericano. Hoy en día el grifo es utilizado como símbolo por diversas empresas: de vigilancia, seguridad, transporte, vinícolas...



TENDENCIAS ICONOGRÁFICAS DEL GRIFO ABDERITA

En las primeras monedas de Abdera el grifo es representado con las alas curvas, hacia arriba, casi siempre sin diferenciación de grupos de plumas. El arranque de las alas queda marcado mediante variados recursos compositivos. El grifo suele ir sentado sobre sus patas traseras, manteniendo una actitud de quietismo ceremonial, con la pata delantera derecha elevada, como si saludase ritualmente. Sus orejas son normalmente largas y erectas. Su pico es extraordinariamente robusto. Va con frecuencia abierto, apreciándose en ocasiones la lengua del animal, lo que le confiere un aire amenazador. En ciertos ejemplares se advierte la existencia de una especie de cuerno torneado que arranca de la parte superior de la cabeza. Este cuerno, que puede terminar en punta o redondeado, es un rasgo orientalizante que desaparecerá en los grifos de época posterior. Cuenta con interesantes paralelos en los prótomos broncíneos de grifo para fijación en calderos, encontrados principalmente en los santuarios helénicos, remitiendo por tanto a un rico contexto religioso de bienes consagrados. Es común también que el grifo luzca una extensa cresta erizada. Su cuello puede ser de contorno liso o tener salientes regulares. Guedejas decorativas, a veces consistentes en intrincados roleos, recuerdan la melena del león. La cabeza de fabulosa rapaz engancha con el cuerpo de felino, de garras exageradas, con uñas en ocasiones bien visibles. En muchas piezas se insiste en la exhibición de una poderosa musculatura de depredador. La cola va en las piezas antiguas alzada y describiendo curvas. Son pocos los ejemplares antiguos en que el grifo cambia de posición, apoyándose en sus cuatro patas o marchando.

De manera progresiva el grifo tendió a ser representado en las monedas argénteas de mayor módulo con los grupos de plumas bien definidos, primero en alas aún curvas, y más tarde en alas apuntadas de gran amplitud. En el período de esplendor artístico que va del 395 al 360 a.C., los ensayos realizados en la representación del grifo fueron numerosos. Detectamos el cambio de posición preferente del animal, que ahora, cogiendo impulso con sus patas traseras, alza las delanteras como si se dispusiese a echar a volar. Adquiere por tanto una actitud mucho más dinámica que la precedente, pero sin que parezca, salvo raras excepciones, que se dispone a combatir. En ocasiones alza tanto sus patas delanteras que parece rampante. El pecho del animal tenderá a aproximarse cada vez más al suelo en el gesto de coger impulso. Así, hacia el 346 a.C., el grifo de las mayores piezas de plata parece prácticamente echado, quedando casi siempre su pata delantera derecha por encima de la izquierda. La cola pasa en muchos casos a estar entre las patas traseras. Esta evolución general no fue seguida tan claramente en las piezas argénteas menores y en las monedas de bronce, que recurrieron con bastante frecuencia a los tipos antiguos. Podríamos trazar un esquema sencillo de la evolución de la representación del grifo en las monedas argénteas abderitas de mayor módulo, relacionando sus tres fases básicas con tres períodos generales de la vida del enclave: El hieratismo, con saludo ritual, correspondería al establecimiento de la población en un nuevo territorio; el deseo de echar a volar del grifo se relacionaría con la intensa participación de Abdera en las cuestiones políticas que afectaban al conjunto de la Hélade; y su actitud final, casi acostado, supondría el reconocimiento de las propias limitaciones ante la pujanza de los poderes políticos exteriores. Apreciamos por tanto que el grifo pasó de la solemnidad inicial, de estudiada pose, a un vitalismo naturalista, manteniendo casi siempre una expresión de terrible enfado. Algunos grabadores se saltaron las tendencias iconográficas generales para regresar a modelos antiguos en la representación de los grifos o para introducir nuevas variantes. La elección de la postura del animal tuvo en cuenta siempre el carácter circular del cospel, para así poder mostrar al grifo con un tamaño mayor.

No es una cuestión irrelevante el tipo de superficie en la que se asienta el grifo de las monedas de Abdera, ya que ello permite extraer determinadas consideraciones. Aunque predomine el uso como suelo de una simple línea o la carencia de base, hay ejemplos muy interesantes en que el grifo se yergue sobre una corta moldura arquitectónica decorada, convirtiéndose de esta manera en el remate de una probable columna. Incluso en algunas piezas se ven claramente las volutas de una columna. Podemos inferir que si el grifo era un elemento tan asociado a la identidad de los ciudadanos de Abdera, lo lógico es que estuviese presente en algunos de los monumentos que salpicaban la polis. Imágenes de grifos, dispuestas sobre columnas o integradas en monumentos más complejos, formarían parte del paisaje urbano. El grifo escultórico sobre columna pudo tener también en determinados casos un uso funerario similar al documentado para las esfinges. Éstas fueron empleadas por la ciudad jónica de Quíos, metrópoli de Maronea, como emblema monetario, asociándose con frecuencia a un recipiente anfórico. Es difícil determinar si la ubicación preferente de las posibles esculturas de grifos en Abdera sería urbana, dado su carácter identitario, o cementerial, por sus connotaciones relacionadas con el bienestar en el Más Allá. Los primeros grifos de las monedas de Abdera quizás se emplearon con toda su carga simbólica religiosa y espiritual, como recuerdo a los antepasados o como deferencia hacia los anteriores colonos malogrados. Los grifos actuarían también como metafóricos protectores de la polis, lo que explica la fiel insistencia en su representación monetaria. En unos pocos casos de época avanzada el grifo de las monedas abderitas se muestra sobre un suelo abrupto, lo que encaja con el naturalismo vitalista que fue adquiriendo su imagen.



EL ÉTNICO "ΑΒΔΗΡΙΤΕΩΝ" - LA PARTÍCULA "ΕΠΙ" 

Desde el comienzo de su producción monetaria Abdera intentó diferenciar todas sus emisiones. En las piezas anepigráficas iniciales recurrió para ello a la actitud del grifo (marchante, sentado, con una pata levantada...), al diseño variado de sus alas y a letras y símbolos menores que acompañaban al ser mítico. Entre 500 y 450 a.C. los nombres de los funcionarios monetales empezaron a aparecer de forma abreviada, siendo acompañados por un símbolo secundario. Estas leyendas siempre se grababan en el anverso. A veces los símbolos y las letras se combinaban para señalar cada nueva emisión. En el segundo cuarto del siglo V a.C. comenzó a utilizarse la partícula ΕΠΙ (en algunos casos abreviada como ΕΠ) delante de las primeras letras del nombre del monetario, equivaliendo quizás a la fórmula "En tiempos de" o "Bajo la autoridad de". Ya desde el 450 a.C. el nombre del magistrado monetario empezó a aparecer completo en los reversos, dejándose el anverso para el étnico ΑΒΔΗΡΙΤΕΩΝ. El nombre del magistrado podía ir en nominativo o en genitivo, precedido en este segundo caso de la preposición ΕΠΙ, a veces abreviada como ΕΠ. Las inscripciones siempre recurrían a las letras mayúsculas.



LOS MOTIVOS DE REVERSO

El grifo actuó en los anversos como el emblema oficial de la ciudad, acompañándose de uno o dos símbolos menores. Desde el 415 a.C. los reversos se animaron con muy variados motivos iconográficos, los cuales servían de firma administrativa al monetario cuyo nombre lucía junto a ellos. El anverso siempre correspondía al grifo, mediante el cual los abderitas consagraban sus monedas a Apolo y Dionisos, cuyo culto estaba ligado a algunas leyendas sobre este mítico animal. Los magistrados monetarios hicieron uso de una gran libertad en la elección de las figuras grabadas en las monedas. Esta variabilidad iconográfica facilitaba el control y la distinción de las emisiones. Algunos de los tipos elegidos son "parlantes", en cuanto a que su nombre juega con la misma raíz del nombre del magistrado. Ello apunta a que cada motivo tenía una destacada vinculación vivencial con el funcionario que decidía utilizarlo, sin que éste perdiese por ello seriedad en el ejercicio de sus cometidos políticos, y sin que se resintiese el carácter cívico y comunitario de las emisiones. Convivían por así decirlo en cada pieza el "escudo" de la ciudad-estado (que era el grifo, sometido a experimentación iconográfica) con el "blasón" particular de cada magistrado. La entrada en la órbita macedónica hacia el 346 a.C. puso fin a esta disparidad de imágenes, convirtiéndose la cabeza de Apolo en la gran protagonista de los reversos. En las piezas de plata de pequeño tamaño se siguieron utilizando las abreviaturas para aludir al nombre de los funcionarios, optándose incluso a principios del siglo III a.C. por el uso de monogramas.



LA MAGISTRATURA MONETARIA

Se especula si el recurso al nominativo o al genitivo precedido de la preposición ΕΠΙ está señalando o no una distinción en el cargo ocupado por el individuo cuyo nombre aparece escrito en las monedas. En torno a la naturaleza de ese cargo se han lanzado también varias hipótesis, que apuntan hacia el sacerdote de Apolo o Dionisos o a un posible prítano (arconte primero existente por ejemplo en la metrópoli de Teos durante los tres siglos previos al cambio de era). Un decreto de Abdera descubierto en Teos señala que entre 166 y 160 a.C. el magistrado epónimo de la colonia era un sacerdote. Y el decreto honorífico de Marco Vallio Marco menciona también como magistrado epónimo de Abdera al sacerdote encargado del culto de Dionisos, divinidad ampliamente venerada en la ciudad. La epigrafía apunta igualmente a que entre el siglo I a.C. y el siglo II de nuestra era la magistratura epónima de Abdera correspondía al sacerdote del emperador y de la diosa Roma. El uso del nominativo y del genitivo para mencionar a los magistrados se da también en las monedas de la vecina Maronea. En ambos casos la distinción entre nominativo y genitivo no implica un cambio en la entidad gráfica de las inscripciones, lo que va en contra de que puedan señalar a magistrados jerárquicamente diferentes. Polykrates, magistrado del período 360-350 a.C., recurrió a dos vistas diferentes de la estatua de Ártemis para sus dos emisiones de tetradracmas, usando en una de ellas su nombre en nominativo y en la otra su nombre en genitivo precedido de la partícula ΕΠΙ. Sería algo rebuscado a partir de estos datos considerar que Polykrates estaba ejerciendo dos magistraturas diferentes. Quizás sólo quiso subrayar la distinción de esas dos emisiones mediante el uso sucesivo del nominativo y del genitivo, lo que apunta a que cada magistrado podía optar por una de esas dos opciones para hacer figurar su nombre en las monedas.

El grifo, emblema presente en los sellos anfóricos de Abdera, tenía un carácter apotropaico y psicompompo tanto para los teyos como para los abderitas, figurando como aguerrido guardián en los ciclos míticos de Apolo y Dionisos, custodiando bien tesoros o bien recipientes repletos de vino. Este último cometido parece de invención más tardía, lo que apunta a que el grifo en el caso de las creencias de los ciudadanos de Abdera estaba especialmente ligado a la figura de Apolo, cuya cabeza será muy representada en las monedas de la colonia desde el 346 a.C. Con anterioridad, posibles estatuas reales de Apolo existentes en la ciudad fueron incluidas en las monedas abderitas alusivas a Apollás y Kallianax. Las referencias iconográficas a Dionisos fueron también numerosas en las piezas emitidas por la ciudad, trasluciendo que su culto, practicado ya por los inmigrantes teyos, fue incluso más popular que el de Apolo, favorecido éste luego por las autoridades macedónicas. Las desenfrenadas fiestas religiosas dedicadas a Dionisos tuvieron una fuerte implantación en Abdera, y es además significativo el que los decretos aprobados por la colonia fuesen conservados en el santuario de este dios. Pudo darse en determinados períodos cierta primacía del sacerdote de Dionisos sobre el sacerdote de Apolo, de modo que incluso figurase el primero de ellos como magistrado epónimo en algunas de las emisiones monetarias efectuadas por Abdera. A falta de comparaciones seguras entre los magistrados máximos de Abdera citados por las fuentes escritas y los nombres de los ciudadanos recogidos por las monedas, conviene prudentemente considerar a estos últimos sólo como magistrados monetarios. La duración de su cargo sería casi siempre anual, pero pudo haber períodos excepcionales más largos, así como repeticiones en la ocupación del puesto. En cuanto a la repetición de algunos nombres en tipos diferentes espaciados en el tiempo, obedecería quizás a una pura coincidencia o a una misma estirpe familiar. Y es que cada magistrado pertenecería casi siempre a una destacada familia cuya historia fuese ligada a la de la defensa y el desarrollo de la polis. En el caso de un mismo nombre de magistrado asociado a variaciones de un mismo motivo iconográfico podríamos estar ante un ciudadano que quiso diferenciar así sus emisiones, o que desempeñó el cargo en varias ocasiones, de forma consecutiva o no.

Si los nombres que figuran en las monedas de Abdera fueran del sacerdote principal de Apolo o del sacerdote principal de Dionisos, su función destacada en los ritos relacionados con el cambio de fecha quedaría remarcada, al tratarse de magistraturas de carácter normalmente anual. La variabilidad de pesos de algunos tipos concretos señala que ciertas piezas, con el nombre de un mismo magistrado, se acuñaron a lo largo de varios años, lo que podría suponer un homenaje a ciudadanos que habían desempeñado loablemente su magistratura anual, continuando luego su labor beneficiosa para la comunidad desde otros puestos. O quizás simplemente determinados tipos monetarios gustaron por su belleza artística, optándose por su reproducción para dar mayor prestigio a la ciudad en el comercio exterior. Quienes defienden que el magistrado cuyo nombre figura en las monedas abderitas pudiera ser el sacerdote principal de Apolo aportan la consideración de que en dos ocasiones en que el máximo sacerdote habría muerto durante su mandato las monedas habrían pasado a incluir una estatua de Apolo y su advocación: “ΕΠΙ ΑΠΟΛΛΑΔΟΣ" (Bajo Apolo) y “ΕΠΙ ΚΑΛΛΙΑΝΑΚΤΟΣ" (Bajo el Buen Señor). El uso iconográfico frecuente en las piezas de Abdera de la cabeza laureada de Apolo, sobre todo desde el 346 a.C., con aspecto en ocasiones muy juvenil y acompañado del nombre del magistrado, apoyaría la hipótesis de que dicho magistrado sea la máxima dignidad sacerdotal vinculada al culto de Apolo en la polis. Un hecho interesante es que el sacerdote principal de Apolo era elegido normalmente no siendo demasiado mayor, para que su figura pudiese simbolizar mejor la juventud del dios. La magistratura relacionada con la amonedación quizás se solía ejercer siendo el ciudadano todavía joven, pudiendo pasar luego a ostentar otros cargos de responsabilidad pública.



CONTROVERSIA EN TORNO AL INICIO DE LAS EMISIONES

Una cuestión interesante es la discutida fecha de inicio de las acuñaciones monetales de Abdera. Las fuentes literarias asocian la fundación de la colonia abderita con la huida de muchos teyos de su ciudad, conquistada por el general persa Harpago en el 545 a.C. Los emigrantes se instalaron en el mismo lugar de la costa tracia ocupado antes por los colonos clazomenios. Hay sospechas de que Teos mantenía ya antes de la fundación de Abdera relaciones comerciales con diversas tribus tracias, lo que facilitaría su establecimiento en la región y el progresivo y creciente acopio de la plata autóctona. J.M.F. May, el que fuera un gran conocedor de las emisiones de las póleis griegas Ainos y Abdera, así como otros investigadores posteriores, consideraron que el comienzo de la actividad acuñadora de Abdera se daría entre cinco y diez años después de la fundación de la colonia. Las monedas de Abdera y las de su metrópoli optaron por utilizar el mismo emblema comunitario, el grifo, pero con distinta orientación. Las piezas de ambos enclaves presentan ciertas semejanzas estilísticas, como el ala en forma de concha o el cuadrado incuso de los reversos. Chryssanthaki, que ha investigado en profundidad todo lo relacionado con la moneda abderita, piensa en cambio que las primeras emisiones de la ciudad se produjeron entre el 520 y el 515 a.C., pudiendo haber sido quizás ligeramente anteriores a las de su metrópoli. Un peán de Píndaro señala metafóricamente que Abdera se convirtió en la madre de su metrópoli. Y es que probablemente se dio un reflujo poblacional hacia Teos, de manera similar al caso de los foceos, exploradores del Occidente Mediterráneo, muchos de los cuales volvieron a Focea. La llegada de los abderitas a Teos se produciría algo antes del período 512-510 a.C., durante el cual el general persa Megabazo conquistó las ciudades griegas de la costa egea de Tracia. Es decir, la amenaza persa volvió a provocar los movimientos poblacionales, esta vez desde la colonia hacia la metrópoli. Los recién llegados se pondrían a acuñar monedas argénteas, eligiendo el mismo símbolo del grifo como signo de vinculación afectiva, y aprovechando las técnicas y los recursos adquiridos en el ámbito tracio. La ocupación de Tracia por los persas y la consecuente obligación de pagarles un tributo fueron factores determinantes en el desarrollo de la amonedación en Abdera, así como del nacimiento de las emisiones de otras ciudades griegas del área.


LAS PRIMERAS EMISIONES (520-500 a.C.)

Las emisiones efectuadas por Abdera a fines del siglo VI a.C. pueden agruparse en dos tipos gracias al diseño del ala del grifo. Las cinco emisiones del primer grupo se componen de octodracmas y tetradracmas cuyo grifo muestra un ala plana y ligeramente cóncava. El animal puede presentarse marchando a la izquierda (en alguna tetradracmas), sentado mirando hacia la izquierda con la pata delantera derecha en alto, y sentado con las dos patas delanteras posadas. La actitud de marchar hacia la izquierda aparecerá también en los grifos arcaizantes de algunas emisiones algo anteriores al 425 a.C. Primeramente se acuñaron tetradracmas con el grifo marchando hacia la izquierda. La segunda emisión incluyó octodracmas y tetradracmas con el grifo sentado, mirando hacia la izquierda, con la pata delantera derecha levantada, sin la compañía de ningún símbolo secundario. Las tetradracmas de la tercera emisión llevan como símbolo menor una pequeña liebre, mientras que las octodracmas de la cuarta emisión recurrieron a una flor de loto. En la quinta y última emisión del primer grupo el grifo está sentado, posando sus dos patas delanteras, sin ningún símbolo secundario en la única tetradracma conocida.

El segundo grupo de emisiones monetarias realizadas por Abdera a fines del siglo VI a.C. comprende un total de diez, apreciándose en ellas que el ala del grifo presenta siempre aspecto de concha. Conforme a esta estética se produjeron octodracmas, tetradracmas, didracmas, dracmas, trióbolos y óbolos. El grifo puede ir: parado, con la pata delantera derecha levantada; sentado, con la misma pata alzada; y sentado, con ambas patas delanteras posadas. La inclusión de símbolos menores para diferenciar las emisiones es ya en este grupo una práctica corriente. La primera emisión del grupo mencionado presenta en las tetradracmas al grifo parado, acompañado de una pequeña águila volando. Luego aparecieron octodracmas cuyo símbolo secundario podía consistir en un "kántharos", un perro o una roseta. Después vendría la emisión de tetradracmas con el grifo sentado, posando sus dos patas delanteras. La siguiente emisión hizo circular piezas de todos los valores anteriormente citados, sin símbolos menores y con el grifo sentado, levantando ceremonialmente la pata delantera derecha. Su ala más visible, con aspecto de concha, recibió un tratamiento decorativo detallista. Después se acuñaron octodracmas que emplearon como símbolo secundario un pato. Una tetradracma algo posterior muestra un pájaro o un insecto bajo la pata levantada del grifo. Luego las últimas octodracmas y tetradracmas de fines del siglo VI a.C. reemplazaron estos pequeños iconos por letras indicativas de las emisiones, a veces acompañadas por glóbulos. Los reversos durante toda esta época arcaica quedaron reservados para el cuadrado incuso, realizado conforme a variadas técnicas. Las piezas argénteas de mayor volumen podían ser cortadas en momentos puntuales para disponer así de dos divisores al peso.

La revuelta jónica del 499 a.C. contra el dominio persa inauguró una época de mayor conflictividad, hasta que cinco años después, en la batalla naval de Lade, los griegos fueron derrotados. La contribución militar de Teos en esta batalla consistió en la participación de 17 de sus barcos. Las quince emisiones monetales de fines del siglo VI a.C. conocidas para Abdera, en el caso de tratarse de emisiones anuales y no faltarnos muchas por documentar, permiten defender el inicio de las mismas entre el 520 y el 515 a.C. M.J. Price y N.M. Waggoner proponen en cambio la fecha aproximada del 530 a.C., al no poderse probar el carácter anual de los primeros magistrados monetarios y de sus correspondientes emisiones. La tetradracma abderita aparecida en la apadana o sala de audiencias del palacio de Persépolis ha sido puesta en relación con los bienes obtenidos por los persas en su campaña contra los escitas, realizada hacia el 514 a.C., y en la que participó el propio rey Darío I. Poco después su general Megabazo fue sometiendo diversos establecimientos indígenas y coloniales de Tracia con el objetivo de crear una satrapía europea, contándose entre ellos las póleis de Abdera y Maronea. Las expediciones de Megabazo supusieron además la victoria sobre los peonios y la prestación de vasallaje por parte del Reino Macedónico. La tetradracma de Abdera encontrada en el palacio de Persépolis pudo formar parte de los regalos o impuestos entregados por entonces por la colonia teya a los emisarios del Gran Rey. En el inicio de la Primera Guerra Médica (492-490 a.C.) el comandante Mardonio restableció la autoridad persa sobre Tracia, haciéndose además con el control de las minas de la isla de Thasos. Entre las ciudades sometidas a tributo y obligadas a acoger una guarnición persa estuvo sin duda Abdera.


LAS EMISIONES DEL PERÍODO 500-475 a.C.

Para el primer cuarto del siglo V a.C. se han identificado en las monedas de Abdera alusiones escritas o iconográficas a 22 magistrados monetarios distintos, lo que apunta al carácter anual del cargo. Las condiciones comerciales en el Egeo cambiaron debido a la represión persa de la sublevación de las ciudades jónicas minorasiáticas, así como por las actividades piráticas desplegadas durante algún tiempo por Histieo, el cual llegó a sitiar Thasos. A pesar de ello los comerciantes abderitas siguieron organizando activamente la canalización de la plata tracia hacia Egipto y el resto del Imperio Persa, ámbitos en los que han aparecido diversos tesorillos que incluyen monedas argénteas de la colonia teya. Algunas octodracmas de esta época llevan la partícula ΑΒ, mientras que otras lucen la partícula ΑΒΔΗ, mal grabada, tratándose en ambos casos del inicio del étnico. Entre los símbolos secundarios usados para distinguir las emisiones se encuentran la concha, la hoja de yedra, el racimo de uvas (acompañado a veces de la letra Δ), la roseta (con la partícula ΖΑ), la flor de loto, el gallo y la cabeza de hombre negro (a veces con la raíz ΑΠΟΛ). Otras abreviaturas presentes en las piezas de este período y probablemente referidas al nombre de los magistrados monetarios son: ΘΕΜ (con grifo robusto y las dos alas visibles), ΑΝΤΙ, ΕΡ, ΗΡΑ, ΠΕΡΙ, ΙΠΠΟ, Μ y ΧΡ. ΕΚΑΤ fue escrito de manera retrógrada, mientras que ΑΡΧ fue escrito correctamente en las octodracmas y de manera retrógrada en las tetradracmas. Parece que fue el monetario ΑΠΟΛ el que por primera vez hizo representar al grifo con el ala apuntada y las plumas bien diferenciadas entre sí, rasgos estilísticos que tendrán éxito posteriormente.

La rebelión de las ciudades jónicas contra los persas hacia el 499 a.C. debilitó la autoridad del Gran Rey en el territorio tracio. Abdera, al contrario que otras tribus y ciudades de Tracia, optó por mantenerse fiel a los persas, conociendo seguramente el dominio ejercido por un gobernador o hiparco. Los persas mantenían fuertes guarniciones en los enclaves de Dorisco y Eyón, entre los cuales se emplazaban varias póleis de origen helénico, como Maronea, Dicaia y Abdera. Cerca de ellas pasó Jerjes en su campaña del 480 a.C. Por entonces Abdera acogió y abasteció a parte del inmenso contingente militar persa. Al año siguiente, de vuelta hacia Asia, Jerjes visitó la ciudad en calidad de amigo. Las octodracmas y tetradracmas producidas por Abdera en el primer cuarto del siglo V a.C. facilitaron a la ciudad el pago de los impuestos debidos a los persas, siendo además con gran probabilidad utilizadas con  fines similares por otras ciudades helénicas y tribus de la región. La formación de la Liga de Delos en el 477 a.C. y el asedio exitoso de Eyón en el año siguiente por parte del general ateniense Cimón hicieron que los partidarios del poder persa en Abdera vieran amenazado su predominio político. Bajo la autoridad persa quizás Abdera fue gobernada en determinados períodos de manera próxima a la tiranía por un "esimneta", como ocurrió con seguridad en su metrópoli, Teos. Estallaría luego un conflicto civil o "stasis" que derivaría en el triunfo de los partidarios del acercamiento a Atenas, con el consecuente cambio de régimen político, estableciéndose magistraturas más democráticas.



LAS EMISIONES DEL PERÍODO 475-450 a.C.

En el segundo cuarto del siglo V a.C. Abdera ya no emite octodracmas, centrándose en cambio en la producción de tetradracmas, dracmas, trióbolos y óbolos. La tetradracma se convirtió en la principal pieza de referencia del taller, muy útil por ejemplo para realizar el pago anual correspondiente por formar parte de la Liga de Delos, encabezada por Atenas. Se sabe que en 454-453 a.C. Abdera contribuyó a la Liga con 12 talentos y 5120 dracmas (cada talento equivalía a 6000 dracmas). Dos años después su aportación alcanzó los 15 talentos, signo de una economía próspera y quizás del deseo de querer evitar el envío de demasiados efectivos militares. Es decir, Abdera preferiría pagar más y movilizar a menos soldados en las operaciones navales de la alianza. La entrada de Abdera en la Liga de Delos supuso una reorganización de su política monetaria. Se trata del último período en que la plata acuñada abderita llegó en grandes cantidades al Imperio Aqueménida. Los persas fueron expulsados de casi toda Tracia y del Helesponto, pero lograron mantener una destacada presencia militar en Dorisco, repeliendo allí los repetidos ataques griegos.

En el segundo cuarto del siglo V a.C. los nombres de los monetarios siguen apareciendo abreviados, con la excepción de Heródotos, Hegéssipos y Fíttalos. Los trióbolos y los óbolos de este período no presentan nombres, dado el pequeño tamaño de estas monedas. Tan sólo figuran una Α y una Δ en algunos de los óbolos decorados con una cabeza de león. Otros llevan una pequeña serpiente erguida como símbolo de la emisión. En otros óbolos aparece acuñada una cabeza de águila. Los trióbolos emplearon una cabeza de léon, una cabeza de toro o una cabeza femenina como motivo iconográfico de reverso, dentro de un cuadrado incuso. Esta última tiene un aire arcaico propio de las "korai" escultóricas, con diadema, pendiente y ojo almendrado. Mientras que algunas monedas de este período siguieron representando al grifo con el ala cóncava y plana, otras emisiones optaron por mostrar ya una diferenciación clara de sus plumas. Se extendió también el uso en los reversos del cuadrado lineal dividido en cuatro cantones.


Los magistrados monetarios del segundo cuarto del siglo V a.C. emplearon las siguientes abreviaturas de sus nombres: ΑΝΤΙ, ΗΡΟ, ΙΚΕΣ (los tres con concha como símbolo menor, la cual también puede aparecer sin nombre asociado), ΑΣΓΑ, ΑΡΤΕ, ΔΑΜ, ΗΓΗ (a veces con cabeza masculina como símbolo secundario), ΣΥΜ, ΙΑ (con "kylix"), ΖΗΝ, ΤΕΛΕ (con palmeta en ocasiones y con variabilidad de tipos de ala en el grifo), ΠΡΩ (con cabeza de buey), ΔΕΟ (a veces con gallo), ΗΡΟΚ (con cabeza de hombre negro), ΠΑΡ (con tortuga), ΜΕΓΑ, ΜΕΙΔΙ, ΗΡΑΚ (con chicharra) y ΣΜΟΡ (con sátiro). En la mayor parte de los casos se trataría del inicio del nombre del magistrado, pudiéndose incluso intuir cómo quedarían algunos completos en función de los nombres de posteriores monetarios de Abdera que comienzan de la misma forma. Ciertas partículas no indicarían el nombre del funcionario, sino quizás el de alguna divinidad, como es el caso de ΗΡΑΚ, posible abreviatura de Herakles. Algunas de estas partículas que figuran junto al grifo de los anversos se ven también acompañadas por un glóbulo. Un estátero de Teos sobreacuñado en una moneda de Abdera y una tetradracma de Ainos sobreacuñada en una pieza de Abdera aportan información bastante precisa acerca de la cronología de un par de magistrados monetarios de la colonia teya, gracias al estudio comparado de la datación de las emisiones monetarias de estas y otras ciudades griegas. En el primer caso se trata de ΗΓΗ, cuyas monedas serían de hacia 469-468 a.C., y en el segundo caso nos referimos a ΔΕΟ, cuyas piezas serían acuñadas hacia 466-464 a.C.



LAS EMISIONES DEL PERÍODO 450-425 a.C.

Se conoce una veintena de monetarios abderitas para el tercer cuarto del siglo V a.C. A este período pertenece Nymfodoros, magistrado monetario que pudiera ser el mismo político relevante citado por Heródoto y Tucídides. Nymfodoros era el personaje con mayor influencia política en Abdera hacia el 431 a.C., año en que estalló la Guerra del Peloponeso entre atenienses y espartanos. Sus monedas serían de hacia 446-445 a.C., ocupando probablemente después diversos cargos que le fueron conduciendo hacia la primacía política en Abdera. Su padre, Pyzés, fue magistrado monetario poco antes que él, datándose sus piezas hacia 449-448 a.C. Nymfodoros llegó a ser próxeno de los atenienses, logrando un acuerdo entre éstos y el rey de los odrisios, Sitalces (431-424 a.C.), el cual estaba casado con una hermana suya. Nymfodoros realizó gestiones para intentar que los odrisios se implicasen militarmente en favor de Atenas. La cuota impositiva pagada por Abdera a la Liga de Delos se redujo en 432-431 a.C. a 10 talentos, quizás como agradecimiento a la importante labor diplomática desplegada por Nymfodoros para reforzar la causa ateniense. Atenas concedió la ciudadanía al hijo de Sitalces, Sádoco, sobrino a su vez de Nymfodoros. Pero a la muerte de Sitalces no subió al trono odrisio su hijo Sádoco, marcadamente pro-ateniense, sino su sobrino Seutes I (424-410 a.C.), partidario del debilitamiento de Atenas con respecto a Esparta y sus aliados. La Guerra del Peloponeso entrañó serias dificultades económicas para Abdera, ya que los obstáculos puestos al comercio en el Egeo supusieron un reto para su función intermediadora en el flujo de la plata acuñada tracia hacia el resto de la Hélade. La refundación de Anfípolis por parte de los atenienses en el 437-436 a.C. aumentó la rivalidad comercial en el Norte del mar Egeo. Es probable que el ascenso odrisio se tradujese en que Abdera, Maronea y Ainos tuviesen que pagar tributos a este nuevo reino a cambio de mantener su independencia política y el control de las rutas terrestres y marítimas situadas entre las desembocaduras de los ríos Nestos y Hebro. Formar parte de la Liga de Delos permitió a Abdera mantener una posición de cierta seguridad en sus negociaciones con el Reino Odrisio, pero a la vez la ciudad valoraría la conveniencia de pagar tributos a Seutes I para que éste no interfiriese en su dinámica comercial. La derrota délica en Anfípolis frente a Esparta en el 422 a.C. impulsaría al rey odrisio a establecer nuevos impuestos sobre las ciudades griegas de Tracia y sobre los pueblos indígenas, alcanzando sus exigencias conjuntas según Tucídides los 400 talentos de plata acuñada.

A pesar de su entrada en la Liga de Delos, Abdera siguió manteniendo relaciones comerciales con los persas, quizás a través del establecimiento de Dorisco. Las tetradracmas abderitas del tercer cuarto del siglo V a.C., fieles todavía a su peso de unos 14'9 gramos, apenas aparecen en los tesoros del Mediterráneo Oriental, signo de que se produjeron nuevos equilibrios en el comercio egeo, adquiriendo Atenas un rol destacado. A partir de mediados del siglo V a.C. el nombre completo del monetario empezó a aparecer con más frecuencia en las monedas de Abdera, en muchos casos alrededor del cuadrado lineal de los reversos , partido a su vez en cuatro cantones. En tres casos, en el tercer cuarto del siglo V a.C., el étnico aparece en las monedas abderitas a la vez que el nombre completo del magistrado monetario. Se trata de emisiones efectuadas por Pyzinnes, Nymfodoros y Kallidamas. Los dos primeros colocaron su nombre en el reverso y el étnico en el anverso, alrededor del grifo. En cambio Kallidamas, que utilizó como símbolo menor un atún, puso su nombre junto al grifo, dejando el étnico para que rodease el cuadrado del reverso. La disposición del étnico o de los nombres de los magistrados alrededor de un cuadrado lineal se ensayó también en otras cecas de la Grecia septentrional. Smordotormos pudo estar de alguna manera vinculado a Kallidamas, ya que tras su nombre se añade Kal. En sus monedas el grifo se acompaña de un pequeño "kántharos".



INCREMENTO DE LOS SÍMBOLOS SECUNDARIOS

Junto al grifo de los anversos de las monedas de Abdera empezaron a hacerse más habituales los símbolos secundarios, de pequeño tamaño, que servían a los magistrados correspondientes como elementos de diferenciación de sus emisiones. Heródotos utilizó como símbolo menor un gallo. Fíttalos recurrió a un escarabajo pelotero con su bolita de estiércol. Pyzinnes empleó en algunas tetradracmas una mano abierta, cuyos cinco dedos aludirían numéricamente a algo que se nos escapa. En otras piezas Pyzinnes mandó colocar como símbolo menor junto al grifo a una abeja. La insistencia en la representación de insectos podría ser simplemente un ejercicio artístico, o quizás incorpora también una alusión metafórica a su avanzado comportamiento pseudo-social, en un momento en que Abdera estaba construyéndose como sociedad. Mandronax muestra en los anversos un pequeño sol o estrella de ocho rayos y ocho puntos intermedios. Hegesippos hace que una figura femenina voladora corone al grifo, bajo el cual hay una rama. Quizás esta composición pretende aludir a un reciente éxito militar o al deseo de alcanzarlo. Melanippos recurrió a un artista original que grabó a un grifo desgarbado, bajo un pequeño "kántharos", copa utilizada habitualmente para el consumo de vino. La elección de esta copa como símbolo personal pudo deberse al comienzo de un famoso poema de Alceo: “Bebe y emborráchate, Melanipo, conmigo”. En las tetradracmas de Andreios el grifo se cierne sobre un esbozo de ciervo, presentándose por tanto como cazador en busca de alimento. Otros símbolos menores utilizados junto al grifo en esta época fueron un búho y un falo.



LAS EMISIONES DEL PERÍODO 425-395 a.C.

Atenas promulgó un decreto prohibiendo temporalmente la acuñación de monedas por parte de las ciudades que componían la Liga de Delos, si bien es problemática la datación de este decreto, así como el cumplimiento real que tuvo la medida. En el caso de Abdera, la fecha que mejor cuadra para el decreto es aproximadamente el 425 a.C., pudiendo haberse dado un período de una década sin acuñaciones propias. Esta ley monetaria de la alianza era una medida técnica para reorganizar la percepción de los tributos administrados por Atenas, cuyo imperio recurría además a la explotación de las colonias, el prestigio recaudador de los lugares sagrados, las indemnizaciones de guerra y las acciones piráticas. Ya hacia el final del tercer cuarto del siglo V a.C. los monetarios abderitas Deonysás y Artemon sustituyeron en sus tetradracmas el cuadrado lineal de los reversos por motivos iconográficos de mayor relevancia, un caballo y un "kántharos" respectivamente, alrededor de los cuales iba su nombre dentro de un marco cuadrangular, quedando el conjunto ligeramente hundido con respecto al resto de la superficie. Se inauguran así prácticas tendentes a una mayor riqueza estética, incentivada aún más desde el 415 a.C., ya en este caso sobre tetradracmas de flan más pequeño y grueso, un gramo menos pesado. Melanippos acuñó algunas piezas conforme a las nuevas directrices estilísticas, haciendo representar la cabeza galeada de Atenea, guiño hacia los aliados atenienses en el transcurso de la Guerra del Peloponeso. El soldado empleado por Nikóstratos pudiera dar también idea de la participación de Abdera en algún episodio del largo conflicto militar que enfrentó a atenienses y espartanos. Anaxípolis utilizó como motivo central en los reversos al dios Dionisos caminando y sosteniendo un "kylix", mientras que Ekataíos se sirvió de un águila volando. 

Después de una interrupción de una década, si es que ésta verdaderamente se produjo, Abdera reemprendió sus emisiones monetarias, conociéndose una veintena de ellas, de probable carácter anual, entre 415 y 395 a.C. Durante las etapas iniciales de la Guerra del Peloponeso, Abdera se mantuvo fiel a Atenas. Pero dos décadas después del inicio de la guerra, hacia el 411 a.C., siguiendo el ejemplo de Thasos, Quíos y diversas ciudades minorasiáticas, la colonia teya se sublevó. La revuelta duraría hasta el 407 a.C., cuando Trasíbulo logró devolver a Thasos a la obediencia. Esta ciudad insular se vio muy afectada por la guerra, los conflictos civiles y la carestía de alimentos. La disminución de su importancia política y económica pudo favorecer a Abdera, que sustituiría a Thasos en el acceso a determinados mercados de la región. Un decreto honorífico fechado a fines del siglo V a.C. fue votado por Atenas en favor de uno o varios ciudadanos abderitas que habrían intentado sostener la influencia ateniense sobre su ciudad y sobre el conjunto de Tracia. La victoria espartana en la Guerra del Peloponeso, finalizada en el 404 a.C., supuso la instauración en las ciudades griegas de Tracia de regímenes oligárquicos, vigilados por guarniciones al servicio de los gobernadores espartiatas. Los importantes cambios acontecidos en Abdera entre 415 y 395 a.C. tuvieron su reflejo en la política monetaria de la polis. La tetradracma siguió siendo la principal denominación, pero ya con un peso reducido, rondando los 14 gramos. La utilización de un icono destacado en los reversos de las monedas abderitas, ya practicada antes en pequeñas piezas de plata, se convierte ahora en algo habitual en las tetradracmas, colocándose el nombre del monetario alrededor del motivo elegido. El mismo monetario podía variar de motivo para cada valor. Es el caso de Anaxídikos, que utilizó a Hermes de pie en sus tetradracmas y una cabeza de cabra en sus tetróbolos. Se sucederían así en las monedas abderitas de hasta mediados del siglo IV a.C. numerosos recursos iconográficos de reverso, revelando el gusto de los magistrados monetarios y permitiendo diferenciar fácilmente las emisiones. Abdera se sumaba así a las tendencias estilísticas que se iban extendiendo por los talleres de Macedonia y Tracia.



DEMÓCRITO COMO NOMBRE DE MAGISTRADO MONETARIO

El nombre de Demócrito figura inscrito en monedas abderitas del período 415-395 a.C., rodeando a una lira. Es muy improbable que se trate del filósofo Demócrito de Abdera, difusor de la teoría mecanicista del atomismo, y del cual también se conoce que compuso algunas obras sobre música. Si esta correspondencia fuese real, ello implicaría que hubiese accedido a la magistratura referida cuando tenía aproximadamente entre 45 y 65 años de edad. En el caso de ser una magistratura de índole sacerdotal, esto cuadraría mal con el pensamiento de Demócrito, que cuestionó muchos de los principios de la religión griega tradicional, motivo por el cual fue severamente reprendido. El médico Hipócrates visitó Abdera a fines del siglo V a.C. para dialogar con Demócrito y examinar a algunos enfermos. Para llegar hasta la casa de Demócrito, Hipócrates señala en una de sus cartas que tuvo que atravesar el ágora, mencionando además la presencia de un espacio religioso o "témenos" consagrado a las ninfas. Los textos refieren que Demócrito gozó de una larga vida, decidiendo en cierto modo cuándo morir al dejar de alimentarse. Su imagen fue incluida por Grecia en monedas y billetes de época reciente como reconocimiento a su labor filosófica y a la acertada intuición que tuvo acerca de la composición de la materia.



AUMENTO DE LA LIBERTAD ARTÍSTICA

El cuadrado cuatripartito incuso de los reversos iniciales fue sustituido primero por un cuadrado cuatripartito lineal, rodeado con frecuencia por el nombre del magistrado. Más tarde, a finales del tercer cuarto del siglo V a.C., empezaron a diversificarse los motivos de los reversos, apareciendo distintos tipos de figuras en el interior de un cuadrado lineal, asociadas de alguna manera a cada magistrado. Es muy probable que la elección de estos motivos fuese realizada en cada caso por el magistrado cuyo nombre iba a estar inscrito en las monedas. Esta suposición se ve reforzada por el carácter “parlante” que dentro de la lengua griega tienen algunos de dichos motivos. Así, Pyzon emplea como símbolo el trípode del Apolo pitio; Dionysás se vale de la cabeza del dios Dionisos con corona vegetal; Nikóstratos utiliza a un soldado atacando con ansia de vencer (jugando así con la raíz de “niké”, victoria en griego); y Molpagores recurre a una danzarina (por el “molpe”, ritual griego de canto y danza). En muchos casos las representaciones de los reversos serían elegidas de forma arbitraria por los magistrados en función de sus gustos o creencias personales. Ello derivó en una gran variabilidad de imágenes, las cuales transmitían la idea de libertad artística. Como ejemplo de lo anterior podemos aludir a un magistrado llamado Pizagores, el cual utilizó como imagen de reverso el posible retrato idealizado de su tocayo Pitágoras, reflejo del ambiente filosófico de la Abdera de esa época. La figura elegida para los reversos podía superar el cuadrado lineal en el que estaba inmerso, de modo que dicho cuadrado terminó por eliminarse pronto, concediendo así mayor campo de actuación al artista. Mientras que algunos magistrados acuñaron piezas de varios valores, otros en cambio sólo emitieron un valor, bien tetradracmas o bien sus divisores, en función siempre de las necesidades de numerario. No está claro si hubo magistrados que optaron por no poner piezas nuevas en circulación, ocultándole así su nombre a la historia. Hay unos pocos casos de letras retrógradas, escritas al revés, en las leyendas, bien por error en la grabación de los cuños o bien de manera intencionada.



EL ESPLENDOR DE LA MONEDA ABDERITA (395-360 a.C.)

Para el período 395-360 a.C., momento de esplendor artístico de la amonedación abderita (fechado por J.M.F. May entre 411 y 385 a.C.), se conocen 29 magistrados monetarios a través de las inscripciones de las piezas de plata y de bronce. El peso de muchas de las tetradracmas de este período se sitúa entre los 12'8 y los 12'9 gramos, sin que pueda aceptarse la propuesta de J.M.F. May de que siguen un patrón de peso eginético. Las didracmas pasan a corresponderse de manera efectiva con el peso de media tetradracma. El primer magistrado de este período, Orjamos, emitió precisamente didracmas, eligiendo para los reversos el motivo del león. Los tetróbolos y los dióbolos de esta fase siguen un patrón que los hace fácilmente intercambiables por monedas de patrón pérsico, mientras que los trióbolos siguen en cambio un patrón tracio-macedónico, lo que convierte en algo complejo al sistema. Éste pretendía satisfacer tanto las preferencias cambistas del mercado regional como las exigencias monetarias del comercio mediterráneo. En el período ahora analizado se alcanzaron grandes hitos artísticos en la grabación numismática. Al principio no se recurrió a símbolos secundarios, dado el carácter suficientemente diferenciador del motivo empleado en los reversos, pero más adelante se generalizaron, aumentando así la riqueza iconográfica de cada pieza.

El monetario Aristonax empleó en los reversos de sus tetradracmas un caballo marchando hacia la derecha. Sus dos emisiones de tetradracmas se diferencian por la distinta posición de las patas del caballo. Aristonax pudo inspirarse en monedas macedónicas cuyo reverso mostraba un caballo marchando de carácter similar. Es preciso reseñar el aire heráldico que adquieren algunos de los motivos elegidos para los reversos de las monedas abderitas, sin dejar por ello de ser símbolos del conjunto de la ciudad. Azénaios, nombre de clara filiación ateniense, se vale en los reversos de sus tetradracmas de una estatua frontal de Atenea "Promacos", conforme a un tipo que seguramente era venerado en la ciudad. La diosa va galeada y con capa corta, blandiendo una lanza y sujetando un escudo con la representación de la Gorgona. En sus anversos figura un pequeño "fiale" (cuenco para libaciones) por encima del grifo. Otro de los monetarios del período 395-360 a.C. fue Smordos, nombre que ya aparecía abreviado con sus cuatro primeras letras en tetradracmas del segundo cuarto del siglo V a.C., simple coincidencia o posible misma estirpe nobiliar. Este magistrado hizo representar en los reversos de sus monedas un "kántharos". En cuanto a la iconografía de los grifos de los anversos, algunos artistas introdujeron pequeñas evoluciones estilísticas, mientras que otros retomaron su porte arcaico, resaltando su emblemático hieratismo inicial.

Los monetarios Kleantides, Kleainetides, Herókleitos y Molpagores utilizaron en sus tetradracmas un grifo de tipo arcaico, con ala plana y redondeada, saludando ritualmente con una de sus fuertes patas, dentro de un gran círculo lineal. Kleantides utilizó como símbolo de reverso en sus tetradracmas un toro sacrificial marchando, con los cuernos decorados con cintas. En sus tetróbolos cabía sólo la cabeza del toro. Kleainetides se valió en sus tetradracmas de un herma, escultura consistente en una cabeza como remate de un pilar. En este caso se trata de una escultura barbada y con los genitales masculinos marcados. El magistrado Herókleitos muestra en los reversos de sus monedas una cítara de gran detallismo. De Molpagores se conocen cuatro emisiones diferentes de tetradracmas, en las cuales varía la disposición de la joven bailarina de los reversos, así como el modo de colocar la inscripción del magistrado. La bailarina lleva chitón corto y un tocado alto llamado "polos". La belleza de estas piezas pudo incentivar la realización de varias emisiones, o quizás Molpagores ocupó el cargo de monetario en varias anualidades. Las monedas de Molpagores parece que fueron acuñadas entre 377 y 374 a.C., coincidiendo con la invasión de los tribalios. Sus cuatro emisiones pudieron deberse a la necesidad de disponer de abundante numerario para organizar adecuadamente la defensa militar, así como para garantizar su adhesión tributaria a la Segunda Liga Ateniense. El motivo de la bailarina, aunque quizás fue elegido algo antes del inicio de las hostilidades con los tribalios, transmite en cierta forma la idea de evasión con respecto a los graves problemas por los que atravesaba entonces la ciudad, como si se quisiese tranquilizar a la población con la promesa de la pronta restitución del sistema de bienestar anterior. Los tetróbolos de Molpagores, que también fueron muy reproducidos, mostraban la cabeza de Dionisos, con pelo largo y corona vegetal.

En sus dos emisiones de tetradracmas, Herofanes empleó como motivo de reverso un racimo de uvas rodeado de una corona de hojas acorazonadas. Las dos emisiones se diferencian porque en una de ellas aparece un pájaro como símbolo menor en los anversos, junto al grifo. En sus tetróbolos, Herofanes se valió de la cabeza de Hermes, con pétaso, apareciendo un pequeño caduceo como símbolo menor. También aparece la cabeza de Hermes, igualmente tocada con pétaso, en las tetradracmas de Heragores. Myrsos hizo representar a un lanzador de disco, mostrando así la integración de Abdera en el ambiente olímpico panhelénico. Eyagón empleó como icono de reverso en sus tetradracmas un ánfora de las que se entregaban como premio en las competiciones. Anaxípolis, nombre de magistrado repetido en varios períodos de la historia de la ciudad, ordenó representar al dios Pan, con patas traseras de macho cabrío, con cuernos e itifálico (alusión a su sexualidad desenfrenada). En la mano izquierda el dios lleva un "lagobolon" (palo de caza para golpear a las liebres), mientras que su mano derecha está levantada. Pármenon se valió en sus tetradracmas de un bucráneo y Promezides utilizó en las suyas un delfín. El motivo marino del delfín aparece también en los tetróbolos de Nymfagores. Herogeiton recurrió en sus tetradracmas a la representación de una estatua de Hera, con los brazos levantados, sentada en su trono, con los pies sobre un escabel. La diosa lleva chitón largo e "himation", y va tocada con "polos".


En las tetradracmas de uno de los Protés (hubo hasta tres) aparece un jinete haciendo cabriolas con su caballo. Algunas tetradracmas de Protés III compartieron cuño de anverso con piezas del monetario Apollás. Las de Protés III muestran en el reverso un cuadrado lineal dividido en cuatro cantones, conteniendo cada uno de ellos un cuadrado menor definido por puntos discontinuos. En algunos tetróbolos de Protés III van tres espigas de cereal como alusión agrícola, y quizás también para indicar que era el tercero de los Protés elegidos por la ciudad para la magistratura monetaria. Un grano de cereal, como símbolo menor, figura en los tetróbolos de alguno de los Protés junto a la cabeza laureada de Apolo. En otros tetróbolos a nombre de uno de los Protés el grifo va sobre una espiga de trigo. Por tanto estos magistrados, que compartían el mismo nombre y que quizás pertenecían a la misma familia, concedieron una gran importancia iconográfica a la producción alimenticia, quizás temiendo la posible reducción de las importaciones de grano.

En cuanto a las tetradracmas con leyenda "ΕΠΙ ΑΠΟΛΛΑΔΟΣ", llevan una imagen de Apolo con corona de laurel y clámide, de pie. El dios sostiene un "fiale" con su mano derecha extendida, y una rama de laurel con su mano izquierda. Una pequeña Niké realiza una libación, vertiendo líquido sobre el "fiale" que sostiene Apolo. Del magistrado Filás se conocen varias emisiones de tetradracmas de gran belleza, con el grifo del anverso agitando sus alas como si acabase de aterrizar, y con Herakles en el reverso, sentado en una roca cubierta por la piel del león de Nemea. A veces la clava descansa en su rodilla y a veces aparece apoyada en el suelo. Otras piezas de este tipo introdujeron modificaciones, cambiando por ejemplo la posición de la roca y la piel del león. Las piezas de Filás serían mayoritariamente de hacia el 362 a.C., si bien algunas remesas pudieron acuñarse en momentos posteriores, dado que gustó su calidad artística. Al monetario Filás le sucedió seguramente en el cargo Aristagores, el cual recurrió para los reversos de sus tetradracmas al dios Dionisos, joven, de pelo largo, sentado de espaldas en una pantera, sosteniendo "kántharos" y "thyrsos", totalmente despreocupado mientras avanza.

Otras piezas argénteas, sin nombre de magistrado, ensayaron con un retrato de Apolo en que el dios no aparece de perfil, sino visto desde una peculiar perspectiva volumétrica, no del todo frontal. Las características intrínsecas del soporte monetal hacen que los retratos más afortunados sean casi siempre los que muestran a los individuos representados de perfil, pues los retratos frontales, al ser difícil captar la expresión de la mirada humana en el metal, transmiten por lo general más desasosiego que confianza. Se aprecia en muchos casos una clara tendencia artística hacia la desnudez en la representación de las deidades masculinas, de manera acorde a lo que ocurría en el arte escultórico de la época. Los grifos del período comprendido entre 395 y 360 a.C. presentan una gran diversidad de actitudes, así como variados tratamientos para mostrar sus alas, habiendo divergencias iconográficas incluso entre los distintos valores acuñados por los mismos magistrados. El grifo del anverso puede aparecer: sentado, con la pata delantera derecha levantada; saltando con las dos patas delanteras elevadas; o sentado sobre las patas traseras, sin llegar a levantar sus extremidades anteriores. En casi todos los casos mira hacia la izquierda. A veces el contorno de su ala derecha llega a verse por detrás de su ala izquierda, pudiendo aparecer ésta grande, abierta y con las plumas bien definidas, o por el contrario plana y redondeada.

Las primeras monedas fiduciarias de bronce acuñadas por Abdera fueron emitidas por el monetario Ekataíos hacia el 396 a.C. Se ajustaron al sistema eginético, según el cual doce calcos equivalían a un óbolo, siguiendo así la línea predominante en los talleres monetarios del Norte del Egeo. La ciudad optó, al igual que el rey de Macedonia Arquelao (413-399 a.C.), por producir inicialmente dicalcos. En las monedas de bronce emitidas por Abdera en la primera mitad del siglo IV a.C. el grifo ocupó siempre los anversos, mirando normalmente hacia la izquierda, a veces saltando y a veces saludando de manera ritual. El motivo de los reversos varió en función de los distintos magistrados. Ekataíos emitió dicalcos con una cabeza masculina barbada en el interior de un cuadrado lineal. Orjamos utilizó en sus dicalcos la cabeza de Apolo. En los dicalcos de Mandron, Nikóstratos y Anaxípolis aparece una cabeza masculina juvenil de dudosa identificación. Se ha propuesto que pudiera ser un joven dios fluvial, tal vez identificable con el río Nestos. Los siguientes magistrados de este período se centraron en la producción de calcos. Las piezas que emplean la cabeza de Hermes son de difícil atribución a un monetario concreto. Anaxídikos hizo representar la cabeza barbada de Dionisos. Los calcos de Eyagon muestran una crátera de volutas. Kleainetides se vale de una cabeza o de una máscara del sátiro Sileno o del dios Pan. Ejekrates recurre a una cabeza femenina con el pelo recogido sobre la nuca en una redecilla o "sakkos". En los reversos de los calcos de Protés II va una concha, mientras que en los de Protés III encontramos una espiga de trigo. Y Peizesíleos escenifica la lucha de un águila contra una serpiente. Hasta aproximadamente el 280 a.C., los calcos y los dicalcos serán las únicas monedas de bronce acuñadas por Abdera. Se detecta en la ciudad a inicios del siglo III a.C. una sobrevaloración de sus piezas de bronce, quizás relacionada con disturbios civiles y convulsiones institucionales. Los bronces emitidos por la ciudad desde el 280 a.C., consistentes en dicalcos, hemióbolos y óbolos, siguieron el sistema ático, que establecía que ocho calcos equivalían a un óbolo. Esta relación entre las distintas piezas de bronce se mantuvo vigente hasta el fin de las emisiones cívicas de Abdera en la primera mitad del siglo I a.C., momento en que se pusieron en circulación los últimos óbolos y hemióbolos.

El período de mayor influencia espartana sobre los asuntos de la política abderita se desarrolló entre el 404 y el 394 a.C. En este último año la flota espartana fue destruida cerca de Cnido por la flota persa, dirigida por el almirante ateniense Conón, en un episodio importante de la Guerra de Corinto. En el 389 a.C., Trasíbulo restableció la dominación ateniense en diversos enclaves del Norte del Egeo, como Thasos, e intentó recomponer las relaciones amistosas entre Atenas y los odrisios. En el 386 a.C., la Paz de Antálcidas dispuso, gracias al interesado arbitraje persa, la autonomía de numerosas ciudades griegas no minorasiáticas, entre las que se encontraba Abdera. La llegada al trono odrisio de Kotys en el 383 a.C. suponía una nueva amenaza para los establecimientos griegos del litoral tracio, lo que les llevó a buscar otra vez la protección ateniense. De este modo Abdera y Maronea se integraron en la Segunda Liga Ateniense, tras un período previo de probable hostilidad entre ellas dada su rivalidad comercial, ya que ambas ciudades canalizaban buena parte de los recursos del interior de Tracia hacia el resto del Egeo. Incluso es posible que Maronea apoyase puntualmente a los tribalios cuando éstos, en 376-375 a.C., acosados por el hambre, atacaron el territorio abderita. Tras ser inicialmente rechazados, los tribalios vencieron en una segunda batalla al ejército cívico de Abdera, el cual fue traicionado en el momento decisivo por un grupo de aliados tracios. Tras ver su "chora" saqueada y conocer el asedio, Abdera fue liberada por el estratego ateniense Cabrias, que expulsó a los tribalios y dejó una guarnición en la ciudad. Se restableció además la concordia entre Abdera y Maronea, que tal vez pactaron un reparto de las áreas de aprovisionamiento y el acceso conjunto a ciertos mercados. El protagonismo económico de Maronea en la región se había ido incrementando, gracias en parte a su imitación de la exitosa política monetaria abderita, de la que adoptó los mismos patrones de peso. En la entrada de Abdera en la Segunda Liga Ateniense pudo desempeñar un papel destacado el ciudadano abderita Komaios, hijo de Teodoro, pues un decreto honorífico votado por Atenas en el 375 a.C. le otorgó la condición de próxeno, extendiendo además este privilegio diplomático a sus descendientes.



LAS EMISIONES DEL PERÍODO 360-350 a.C.

Entre 360 y 350 a.C. las pequeñas piezas argénteas de Abdera fueron acuñadas siguiendo el mismo patrón de las monedas más pesadas, un patrón particular que permitía cambios ágiles y sencillos con las piezas de patrón pérsico. El peso de la tetradracma desciende en este período, situándose en torno a los 11'4 gramos. El nuevo patrón monetario ya fue introducido hacia el 383 a.C. por Anaxídikos en sus tetróbolos. Se conocen nueve magistrados monetarios para el período 360-350 a.C. El primero de ellos fue sin duda Telémajos, que pudo desempeñar el cargo durante tres años seguidos, y para el que se conocen tetradracmas tanto de unos 11'4 gramos como un gramo más pesadas, lo que señala el paso de un patrón a otro. Las tres emisiones de tetradracmas realizadas por Telémajos llevan en el reverso la figura erguida de Herakles, variando los símbolos secundarios utilizados: una concha y un delfín en la primera emisión; una concha solitaria en la segunda; y ningún símbolo menor en la tercera. En la primera y en la tercera emisión, Herakles, imberbe y desnudo, armado con clava, está vuelto hacia la izquierda, mientras que en la segunda, barbado y portando una piel de león, carcaj, arco y clava, mira hacia la derecha. Para el monetario Zenon, que acuñó sus monedas hacia 355 a.C., se conocen dos emisiones de tetradracmas. En ambas aparece en los reversos Hermes de pie, tocado con pétaso, variando la mano con la que sostiene el caduceo. Estas dos emisiones utilizan un "kántharos" como símbolo menor. El siguiente monetario, Filaíos, también recurrió a la figura de Hermes, de pie y con caduceo, para los reversos de sus tetróbolos, colocando junto a él como símbolo secundario una taba o astrágalo. Los tetróbolos de Iromnemon muestran un "kántharos" acompañado de una hojita acorazonada. Las tetradracmas con leyenda “ΕΠΙ ΚΑΛΛΙΑΝΑΚΤΟΣ”, muy reproducidas, muestran al dios Apolo avanzando semidesnudo junto a un ciervo. Va tocado con corona de laurel, sostiene una rama de la misma planta y porta en su mano derecha extendida un "fiale" para realizar libaciones. Azenés hizo representar en sus tetróbolos a un ciervo parado.

Polykrates eligió para sus reversos a Ártemis portando arco y flechas. Va acompañada de un ciervo que mordisquea una ramita de laurel que sostiene la diosa. Mientras que en algunas de estas monedas Ártemis es representada frontalmente, con un "kalathos" sobre su cabeza, en otras avanza hacia la derecha. Es probable que las monedas de Abdera muestren en algunos casos estatuas que realmente existían en la ciudad para honrar a las deidades, de modo que a la hora de elegir cómo representar al dios o a la diosa se tenía en cuenta la idoneidad de grabar en las monedas una de las estatuas ya consagradas al culto. Esto a su vez indica que en ocasiones se quiso dotar a las monedas de un valor de protección religiosa para la ciudad que las emitía y para los ciudadanos que las manejaban. El asesinato del rey odrisio Kotys hacia 358 a.C. supuso la división del territorio tracio en tres principados rivales. Atenas se apresuró a pactar con ellos para contrarrestar el ascenso y el expansionismo del rey macedónico Filipo II. Diversas ciudades tracias, entre las que pudo estar Abdera, pagarían para garantizar su estabilidad una tasa periódica a Atenas y otra al principado odrisio correspondiente. La dilatada implicación de Abdera en el comercio de plata, vino, cereales y esclavos apunta a que con frecuencia ofrecería presentes diplomáticos al rey odrisio, así como a sus nobles y gobernadores. La ciudad pudo participar en la creación de pequeños enclaves comerciales en el interior de Tracia, como el que se conoce para los mercaderes de Apolonia, Maronea y Thasos: el emporio de Pistiros, donde las transacciones estarían probablemente sometidas a la aplicación determinados aranceles por parte de las autoridades indígenas.



LA IRRUPCIÓN MACEDÓNICA - LAS EMISIONES DE 346-336 a.C.

Tras una posible interrupción breve, de unos cuatro años, Abdera reemprendería su actividad acuñadora hacia el 346 a.C., centrándose en lo que se refiere a la plata en la producción de tetradracmas y dracmas, ajustadas a un mismo patrón fácilmente convertible con el patrón pérsico. La tetradracma, equivalente a dos siclos, pesaba entre 11'2 y 11'3 gramos, mientras que la dracma, equivalente a medio siclo, oscilaba entre 2'65 y 2'85 gramos de peso. Para el período comprendido entre 346 y 336 a.C. se conocen seis magistrados monetarios, además de una emisión de tetradracmas y de dracmas que llevan inscrito tanto en el anverso como en el reverso el étnico ΑΒΔΗΡΙΤΕΩΝ. Los monetarios de esta fase son Ikesios, Fanés, Jarmos, Arjelaos, Arjéstratos y Paysanías. De entre ellos sólo se tiene constancia de que acuñasen tetradracmas Ikesios, hacia el comienzo del período mencionado, y Paysanías, hacia el final. A Ikesios, que produjo también dracmas, le corresponde el honor de haber realizado la primera emisión abderita de monedas de oro. Y en cuanto a Paysanías, la calidad y la abundancia de sus tetradracmas y dracmas hacen pensar que pudo desempeñar la magistratura monetaria durante varios años, coincidiendo con un momento de revitalización económica bajo la protección de Macedonia. El grifo de los anversos desde mediados del siglo IV a.C. aparece normalmente en las monedas argénteas acostado, disposición que seguirá siendo la predominante para las piezas de plata, siguiendo la idea implantada por el monetario Polykrates. Lo más habitual era que el grifo en las monedas argénteas siguiese mirando hacia la izquerda, si bien en algunas dracmas de Paysanías el grifo mira hacia la derecha, signo de los cambios políticos impulsados por los macedonios. Esta nueva orientación será aplicada por algunos magistrados pro-macedónicos posteriores sobre sus tetradracmas y dracmas, siendo mucho más común en el caso de las piezas de bronce. En una interesante dracma cuyo bajo peso quizás se explique por el desgaste, aparece en el exergo del anverso, bajo el grifo, el nombre del monetario Paysanías, mientras que en el reverso, alrededor del cuadrado lineal que cobija la cabeza de Apolo, va el nombre del monetario Omeros en retrógrado. Y es que este último parece que fue el magistrado que sucedió a Paysanías. En la dracma mencionada quizás Omeros quiso usar un cuño anterior como signo de legitimidad, dado el probable prestigio alcanzado por las bellas emisiones de su predecesor. O tal vez se trate de un error de acuñación, de una imitación bárbara o de un ensayo previo a las acuñaciones definitivas.

Una novedad importante introducida en el período 346-336 a.C., durante el cual se usaron pocos símbolos menores, consistió en la fijación del tipo presente en los reversos, que por tanto dejaría de cambiar con cada monetario. El motivo elegido para estos reversos tan estables fue la cabeza laureada de Apolo, exenta en el caso de las tetradracmas y dentro de un cuadrado lineal en el caso de las dracmas. Se trata de una clara influencia de las monedas de oro del Reino Macedónico, en consonancia con el ascenso del poder de este último. Los destacados cambios experimentados en la política monetaria abderita están en relación con el comienzo del dominio macedónico sobre la ciudad. En este período aparecen por vez primera nombres macedónicos de magistrados en las monedas de Abdera, en concreto Arjelaos y Paysanías. Los estáteros de oro de Filipo II sirvieron de referencia iconográfica para las nuevas monedas de la colonia teya. Filipo II realizó ya entre 355 y 352 a.C. algunas demostraciones de poder en el ámbito tracio, desplegando sus tropas por las "choras" de Abdera y Maronea. Se entrevistó por entonces con el rey tracio Kersobleptes, su futuro enemigo. Quizás todavía no consolidó militarmente su autoridad en la región, dado que operaba en la costa tracia con cierta frecuencia el almirante ateniense Cares, implicado en varios casos de corrupción política. La entrada efectiva de Abdera y Maronea en la órbita macedónica debió producirse durante la expedición de Filipo II por Tracia en 347-346 a.C., antes de que el rey macedónico ratificase la Paz de Filócrates con los atenienses. En 348 a.C. había destruido, tras un asedio de un año, la ciudad de Olinto, polis vertebradora de la Liga Calcídica, dedicándose en los dos años siguientes a tomar posesión de los principales enclaves griegos de Tracia.

En 345 a.C. Atenas concedió protección y la condición de metecos a tres ciudadanos de Abdera (Dioskouridés, Charmés y Anaxípolis), los cuales seguramente se habían opuesto al nuevo régimen implantado en su ciudad por las autoridades macedónicas. El hecho de que el orador ateniense Demóstenes no mencione a Abdera entre las ciudades conquistadas por los macedonios tras la toma de Olinto se ha interpretado en el sentido de que la polis había perdido ya por entonces bastante relevancia, habiendo podido entrar con mansedumbre en la esfera de Filipo II. Éste asumió con respecto a Abdera un papel de evergeta, iniciando la construcción de una nueva villa al Sur de la anterior, añadiendo instalaciones portuarias y mejorando las fortificaciones. Filipo II pretendía asegurar el contacto regular entre las ciudades griegas de Tracia, protegiéndolas de posibles incursiones de indígenas, y debilitando en ellas la histórica vinculación con Atenas. Los datos arqueológicos señalan que la villa de época arcaica y clásica fue abandonada progresivamente en favor de la ocupación del nuevo trazado urbano meridional, auspiciado por los macedonios y más marcadamente costero. Los cambios geomorfológicos, como la acumulación de aluviones suscitada por la relativa proximidad del río Nestos, habían alejado a la ciudad del mar, circunstancia corregida mediante el trazado hipodámico impulsado por los macedonios. La dominación macedónica no hizo olvidar nunca a Abdera su carácter jónico, expresado en su legislación y en sus magistraturas.

El renacimiento de la moneda abderita desde el 346 a.C. supuso la pérdida de algunos de sus rasgos tradicionales en favor de la adopción de elementos más próximos al ideario hegemónico de Macedonia. Las acuñaciones perdieron parte de su carácter propio, pero no su condición cívica. Se trata de un proceso atestiguado también en otros enclaves griegos de Tracia, en los cuales las nuevas emisiones fueron complacientes con la iconografía del poder irradiado desde Macedonia. Tanto las cecas de larga tradición como los nuevos talleres monetarios del ámbito tracio tendieron a utilizar el patrón de peso pérsico, o como en el caso de Abdera, un patrón fácilmente convertible con respecto a éste. El auge experimentado por el patrón pérsico a mediados del siglo IV a.C. está en relación con el expansionismo de Artajerjes III Oco (358-338 a.C.), que quiso reforzar la influencia persa en las ciudades griegas de Asia Menor. También podría estar revelando ya el deseo macedónico de lanzarse sobre Asia, de modo que las monedas producidas en los diferentes territorios de la Hélade pudiesen ser bien acogidas en los futuros espacios orientales conquistados. Se conocen muy pocas monedas de oro acuñadas por Abdera. Una de ellas es una pieza de Ikesios de 6'42 gramos, equivalente por tanto a tres cuartos de un estátero de oro de peso ático, e intercambiable por siete tetradracmas y media de 11'40 gramos. Formaría parte de una emisión realizada poco tiempo después del establecimiento del poder macedónico en el ámbito abderita, hacia el 346 a.C. Otra de las monedas de oro conocidas, de 6'40 gramos, corresponde al magistrado Polyfantos, que ejerció su cargo hacia el 323 a.C. Dos monedas áureas menores de Abdera, de 2'15 gramos de peso, parecen poder adscribirse por su tipología a Anaxípolis o a otro monetario próximo cronológicamente a éste, lo que nos situaría hacia el 331 a.C.

En su etapa macedónica, Abdera se centró en la acuñación de piezas argénteas que, siguiendo un patrón propio, permitían a la ciudad beneficiarse del cambio de las monedas extranjeras llegadas hasta los mercados de su territorio. Así por ejemplo, en el ámbito local, una tetradracma de Abdera, de unos 11'3 gramos, podía compararse a una tetradracma de Filipo II, de 14'5 gramos, lo que generaba para la ciudad un mayor acopio de plata para su potencial circulación en los mercados interiores. Los comerciantes extranjeros que operaban circunstancialmente en Abdera beneficiaban a ésta si realizaban cambios de su numerario por el numerario local. Esta política económica delata que Abdera orientaba ya sus emisiones hacia la aceptación en el ámbito tracio, sin demasiadas pretensiones con respecto al comercio internacional. Las oscilaciones en el peso de las piezas de plata de Abdera, debidas tanto a los cambios de estándar como a procesos inflacionistas, suponen para los investigadores una ayuda en la seriación cronológica, pero a la vez conducen con facilidad a errores interpretativos, hasta el punto de dudarse en ocasiones del valor concreto que tuvieron ciertas piezas. Filipo II se mostró partidario de la pervivencia de las emisiones cívicas de las ciudades tracias que iba fagotizando, y a la vez producía y hacía circular por Tracia importantes cantidades de monedas propiamente macedónicas, como las dracmas de patrón pérsico en cuyo anverso aparece una cabeza de Ártemis casi frontal. Los estrechos lazos tejidos por Abdera y Maronea a lo largo de varios siglos con respecto a los pueblos tracios permiten entender el que éstos imitasen en ocasiones las monedas acuñadas por ambas ciudades, señal de la fiabilidad alcanzada por las mismas. Como otras muchas póleis griegas, Abdera se sumó a la Liga de Corinto, alianza creada en 338 a.C. por Filipo II, destinada tanto a preservar la paz en la Hélade bajo la preeminencia macedónica como a organizar la futura invasión de Persia. Ello suponía para Abdera el verse libre de las directrices atenienses, involucrándose en cambio en un proyecto colosal de extensión del helenismo.



LAS EMISIONES DEL PERÍODO 336-311 a.C.

La clasificación cronológica de los monetarios del período comprendido entre 336 y 311 a.C. ha sido realizada por Chryssanthaki en función de criterios principalmente estilísticos. En esta fase Abdera siguió acuñando tetradracmas y dracmas, produciéndose en ambos casos una reducción de sus pesos. El peso de la tetradracma se situó en torno a 10'1-10'2 gramos, mientras que las dracmas pasaron a tener entre 2'4 y 2'49 gramos. Se aprecia la proximidad con respecto al patrón pérsico y el deseo de mantener una relación estable de siete tetradracmas y media por cada pieza de oro, como la que se conoce del magistrado Polyfantos, equivalente a tres cuartos de un estátero. El primer monetario de este período en Abdera fue Omeros. El segundo, Azénaios, acuñó sólo piezas de bronce. El magistrado Pyzódoros, hacia 333-332 a.C., utilizó como símbolos menores para distinguir sus emisiones de tetradracmas una cabeza de capricornio y un "kántharos". Este monetario empleó en los reversos una cabeza de Apolo de mayor porte y detallismo, inspirándose quizás en piezas de Anfípolis del 357 a.C., caracterizadas por el largo cuello de la cabeza del dios. En las tetradracmas de Pyzódoros, la cabeza de Apolo mide aproximadamente tres cuartos del diámetro total de dichas monedas. En muchas de sus tetradracmas el grifo de los anversos está rodeado por una gráfila de puntos, rasgo que pervive en las tetradracmas del siguiente magistrado, Anaxípolis. En las dracmas de Pyzódoros el grifo se presenta saltando hacia la izquierda. En las tetradracmas de Anaxípolis el grifo puede aparecer saltando o acostado, mientras que en sus dracmas está siempre acostado, conforme a la tendencia mayoritaria que irá imponiéndose en este período. En los reversos de las dracmas de Anaxípolis la cabeza de Apolo, inserta en un cuadrado lineal, puede mirar hacia la izquierda o hacia la derecha.

Los rasgos faciales generales del Apolo de las monedas de Anaxípolis se mantuvieron en las de Aigialeys y Pyzoklés. El primero de estos dos últimos magistrados produjo muchas más dracmas que tetradracmas, a juzgar por el número de cuños conocidos para cada tipo de piezas. Pyzoklés realizó dos emisiones de dracmas, la primera de ellas con una abeja como símbolo menor y la segunda sin símbolo secundario. De las dos emisiones de dracmas de Ekatónymos, la primera empleó una estrella como símbolo secundario, mientras que la segunda no tiene símbolo menor. Demetrios puso en circulación dos emisiones de tetradracmas. En ambas el grifo aparece acostado, si bien con orientaciones distintas. La orientación diferente del grifo para distinguir emisiones será también empleada unos seis años después por Dionysás. La emisión de tetradracmas realizada por Diófantos es conocida por un cuño de anverso y siete de reverso. Polyfantos, del que se conoce una moneda de oro, ejerció su cargo en la época en que se produjo la muerte de Alejandro Magno, hecho que desencadenó las luchas de poder entre sus sucesores, los diádocos. Emitió bastantes más dracmas que tetradracmas, si nos atenemos al número conocido respectivo de cuños. La producción de dracmas de Eyresippos debió ser de las más destacadas de este período. En ellas el grifo aparece saltando, mientras que en sus tetradracmas se muestra acostado. Esta doble actitud fue mantenida para los mismos valores monetarios por Ipponax, cuyo símbolo menor característico fue una concha. El volumen de plata acuñada fue muy grande durante las magistraturas de Eyresippos e Ipponax, manteniéndose en niveles altos con Dionysás, que con sus emisiones regulares de dracmas y tetradracmas ilustra los últimos momentos de esplendor de las acuñaciones argénteas de Abdera. Pyzés fue el último monetario del período 336-311 a.C. en emitir monedas de plata, tanto dracmas como tetradracmas. Tanto Pyzés como los siguientes monetarios de esta fase (Parmis, Ermonax, Ekataíos, Mosjíon, Silon, Eyagoras, Azenobios y un nuevo Dionysás) se centraron en la producción de calcos de bronce, con grifo en anverso y un cuadrado dividido en cuatro cantones en el reverso, conteniendo cada uno de ellos un glóbulo. Calcos de este tipo ya habían sido puestos en circulación por magistrados anteriores, como Omeros, Pyzódoros, Pyzoklés, Ekatónimos y el anterior Dionysás.

Por tanto hacia 318-317 a.C. Abdera dejó de acuñar dracmas y tetradracmas. Desde 311 a.C. volvió a emitir monedas de plata, pero ya únicamente pequeñas fracciones. La tetradracma abderita había gozado de gran fiabilidad en el comercio a larga distancia, siendo bien recibida en todas las ciudades griegas. Constituyó un medio eficaz de pago de tributos a los persas y a los atenienses, sirviendo además para estimular el tráfico comercial con los pueblos indígenas del ámbito tracio. Su desaparición dio paso a un sistema distinto de control de las emisiones. Es un hecho digno de valoración el que Abdera siguiese una política monetaria propia en época de Alejandro Magno, en oro, plata y bronce, sin llegar a acuñar sumisamente como hicieron otras ciudades griegas los tipos enaltecedores del rey macedónico. Thasos dejó de emitir tetradracmas hacia 338 a.C., y Maronea hacia 336 a.C., es decir, unas dos décadas antes de lo que lo hizo Abdera. Según el relato del Pseudo-Calístenes, poblado de fantasías, los abderitas se negaron a acoger en su ciudad a Alejandro cuando éste se dirigía con su ejército hacia la conquista de Persia, ya que temían las represalias de Darío III. El rey macedónico les amenazó con convertirlos en esclavos a su regreso. Aunque esta anécdota pueda ser falsa, está en la línea de resaltar la adhesión mostrada tradicionalmente por Abdera hacia los persas. Al contrario de lo que indica este dudoso relato, Abdera, como miembro de la Liga de Corinto, se puso al servicio de Alejandro Magno como aliada, pero sin llegar a formar nunca parte expresa del Reino Macedónico. Al salir Alejandro hacia Asia, dejó a Antípatro al frente del territorio europeo adscrito a Macedonia, y, según señala Diodoro de Sicilia, colocó en Tracia a un estratego estable, con autoridad tanto sobre las ciudades griegas como sobre los pueblos indígenas.



SPOKÉS COMO EJEMPLO DE LAS IMITACIONES INDÍGENAS

Se conoce una dracma de 2'43 gramos del período 336-311 a.C., con la iconografía propia de las piezas abderitas de ese momento, pero con el nombre de un dinasta tracio en el anverso, Spokés, y el de un monetario relacionado con el mismo en el reverso, Noymenios. En el anverso el grifo aparece acostado hacia la izquierda, con la cola por debajo del cuerpo. Bajo el ala, larga, fina y bien abierta, figuran las letras ΒΑ. El nombre de Spokés ocupa el exergo, situándose bajo la línea que lo delimita. En el reverso está la cabeza laureada de Apolo dentro de un cuadrado lineal, alrededor del cual va en genitivo el nombre del monetario, precedido de la partícula ΕΠΙ. Lo más probable es que Spokés tuviese autoridad sobre una o más tribus tracias asentadas cerca del territorio de Abdera, ciudad a la que pudo recurrir como taller monetario para dar una mayor garantía al valor de sus piezas. La moneda de Spokés podría testimoniar la amistad de Abdera y las diferentes tribus tracias con las que mantenía relaciones comerciales, en un período ya caracterizado por la hegemonía macedónica. Hay más ejemplos de soberanos indígenas que imitaron los tipos iconográficos propios de las ciudades griegas próximas, incluso reproduciéndolos con exactitud, variando en este último caso sólo las leyendas, para poder introducir así el nombre del dirigente o de la etnia. Parece que en algunos casos las ciudades griegas actuaron como cecas para los reyes tracios, lo que debe verse más como un mutuo interés económico que como un signo de sometimiento político. Cuando los tipos no están fielmente reproducidos, se tiende a pensar que se trata de monedas acuñadas en los contextos indígenas. Según Picard, mediante la imitación de las monedas griegas, los tracios buscaron introducir sus nuevas piezas en los circuitos de circulación recorridos habitualmente por las primeras. Además estas acuñaciones podían suponer un incremento del prestigio de los soberanos o pueblos emisores. Las monedas argénteas de Abdera, a pesar de las diversas dificultades por las que atravesó la ciudad, estuvieron entre las más presentes en los mercados tracios en la segunda mitad del siglo IV a.C., junto con las de Maronea, el Quersoneso tracio, Parion y Apolonia del Ponto.



LAS EMISIONES DEL PERÍODO 311-280 a.C.

En el período que va del 311 al 280 a.C., Abdera acuñó pequeñas piezas de plata, consistentes en tetróbolos y trióbolos, los cuales emplearon motivos iconográficos similares a los de los dos períodos anteriores. En la mayor parte de las monedas argénteas abderitas de este período el grifo de los anversos está acostado hacia la izquierda, mientras que en los reversos aparece la cabeza de Apolo dentro de un cuadrado lineal, alrededor del cual va el étnico ΑΒΔΗΡΙΤΕΩΝ. Sólo en algunas emisiones el grifo está saltando, manteniendo eso sí su orientación tradicional. En cambio en las monedas de bronce de este período el grifo está acostado casi siempre hacia la derecha. Tanto en las piezas de plata como en las de bronce hay bajo el grifo una clava, la cual ilustra por un lado el poderío macedónico y por otro lado hace referencia a Herakles, fundador mítico de la ciudad. La clava fue un símbolo muy utilizado en la iconografía monetaria del Reino Macedónico, equiparándose metafóricamente al ejercicio de su soberanía. En este período el nombre de los magistrados aparece abreviado en las monedas de Abdera, bien mediante sus primeras letras o con un monograma, acompañándose en ocasiones de un símbolo secundario. La presencia simultánea en algunas piezas de dos monogramas o del inicio de un nombre acompañado de un monograma pudiera estar indicando las existencia coyuntural de un colegio de dos funcionarios monetales. De los 11 magistrados de este período que emitieron monedas de plata, tres de ellos también acuñaron bronces. Otros 17 monetarios de esta fase acuñaron exclusivamente monedas de bronce. El número de monetarios, relacionado con la duración total del período, vuelve a apoyar la idea de que la suya era una magistratura de carácter normalmente anual.

Entre el 311 y el 280 a.C. Abdera experimentó la autoridad de Antípatro, de su hijo Casandro y sobre todo de Lisímaco. Tracia era un territorio anexado al Reino Macedónico en forma de alianza, actuando como escudo de ésta frente a las tribus indígenas y asegurando la comunicación entre los estados helenísticos de Europa y Asia. De manera teórica y propagandística, las ciudades griegas tenían una organización autónoma, la cual fue reforzada por ejemplo por el Tratado de Triparadiso del 321 a.C., en el que a la vez los diádocos se repartieron el gigantesco imperio creado por Alejandro, dividiéndolo a modo de satrapías. Lisímaco, al que Antípatro había confiado la administración de Tracia, se autoproclamó rey de este territorio hacia el 306-305 a.C., y amplió progresivamente sus dominios, que ya dos décadas más tarde alcanzaban el Danubio e incluían Macedonia, Tesalia y gran parte de Asia Menor. Abdera, a pesar de su condición de ciudad autónoma, pasó a depender del Reino Tracio de Lisímaco, pero sin llegar a acuñar los tipos monetarios característicos de este rey, presentes por ejemplo en las tetradracmas emitidas por Ainos, por mandato o con la complacencia del monarca.

La tradición historiográfica describió como cruel la política desplegada por Lisímaco sobre las ciudades griegas, incidiendo en las excesivas cargas impositivas, la promoción de regímenes oligárquicos, la redistribución poblacional obligatoria y la instalación de guarniciones militares. Pero una corriente revisionista ha planteado más recientemente que los métodos de Lisímaco ni fueron tan rudos ni se diferenciaron apenas de los utilizados por otros gobernantes del momento, respetando las principales directrices internas de la administración local propia de las póleis griegas. La inestabilidad política generada en las ciudades griegas por las luchas entre los diádocos también pudieron afectar a Abdera, planteándose quizás en determinados momentos serios conflictos civiles entre los partidarios del continuismo pseudo-democrático y los que deseaban instaurar fórmulas oligárquicas. Se ha encontrado una inscripción fragmentaria que recoge una ley abderita alusiva a la recompensa de un talento que obtendría quien denunciase cualquier complot destinado a alterar la constitución política de la ciudad. Se trata de una ley preventiva que ha sido puesta en relación con la ley de Ilión, contraria a la tiranía y los oligarcas, fechada hacia el 281 a.C., año de la muerte de Lisímaco, reveladora de la reacción ciudadana contra aquéllos que quisieran hacerse de manera ilegítima con la autoridad máxima. Y es que ese mismo año los ciudadanos de Ilión expulsaron a los miembros del gobierno oligárquico que, con el beneplácito de Lisímaco, habían actuado de manera arbitraria en los asuntos internos de la polis.

Las monedas de plata de Abdera producidas entre 311 y 280 a.C. mantuvieron el mismo patrón de peso del período anterior. Los tetróbolos de esta época, caracterizados por el grifo acostado hacia la izquierda, tenían un peso medio de 1'58 gramos aproximadamente. La colonia teya empleó sus fracciones argénteas en los mercados locales, mientras que en el comercio exterior recurrió a las tetradracmas y los estáteros de oro de los tipos de Alejandro Magno. Las piezas alejandrinas convivieron en el ámbito macedónico con las de los tipos de Filipo II, que siguieron acuñándose, aunque circunscribiéndose más su circulación a los mercados interiores. La moneda fraccionaria emitida en el Reino Macedónico alcanzó en gran medida el ámbito tracio en la época de Lisímaco. La insistencia en la representación de la clava en el numerario abderita de este período parece señalar la adhesión a la causa macedónica, dirigiéndose esta lealtad probablemente más hacia los soberanos legítimos de Macedonia que hacia Lisímaco. En los hallazgos monetarios de la ciudad abundan más las piezas de bronce de Casandro que las del autoproclamado rey de Tracia. Después del advenimiento de Alejandro Magno, el patrón de peso dominante en la Hélade fue el ático. Al seguir Abdera un patrón propio, sus tetróbolos resultaban más ligeros que las hemidracmas (trióbolos) de patrón tracio-macedónico de Filipo II, las cuales estaban en torno a 1'7 gramos. Por tanto Abdera sobrevaloraba su propia moneda con respecto a la producida en la mayor parte de las ciudades de Grecia, buscando así beneficiarse en los cambios de moneda extranjera y con las tasas impuestas a dichos cambios. Y es que en ocasiones las ciudades helénicas exigían el uso exclusivo de su propia moneda para las transacciones efectuadas dentro de sus muros.

La discontinuidad de las emisiones de plata abderitas de este período dificulta la clasificación cronológica de los monetarios. Sus nombres aparecen abreviados (ΑΝΤΙΠΟ, ΜΗΝΟ, ΛΥΚΟ, ΣΙ, ΣΑ, ΗΡΑ, ΝΙ) o se expresan con un monograma. En las piezas de ΜΗΝΟ puede ir sobre el grifo un símbolo secundario, consistente en una estrella o en una flor. Otros magistrados de esta fase usaron en sus monedas argénteas una espiga de trigo como símbolo menor. En algunas piezas de bronce de este período se usaron como símbolos secundarios sobre el grifo para distinguir emisiones la estrella, la flor y el racimo de uvas. En cuanto a la estrella se especula si se trata simplemente de un pequeño icono para ayudar a diferenciar emisiones o si pudiera tener alguna relación con la estrella Argéada o Sol de Vergina, símbolo imperial y dinástico utilizado por los reyes macedónicos. Un astro similar ya había sido utilizado como símbolo menor por el monetario Mandronax en el tercer cuarto del siglo V a.C. A la vez que tetróbolos, Abdera emitió entre 311 y 280 a.C. trióbolos, para los cuales se calcula un peso medio de 1'24 gramos. Se ha propuesto que la posible deidad que figura en los anversos de estas piezas sea Posidón, tocado con una sencilla "tainia" o cinta, la cual también sirvió con frecuencia en el caso de otros talleres para representar a los soberanos helenísticos, posibilidad no del todo descartada para Abdera. Posidón, esta vez sí sin género de dudas, barbado, aparecerá más adelante en las grandes monedas de bronce acuñadas por Abdera entre mediados del siglo II y mediados del siglo I a.C. En los trióbolos del período ahora analizado, el grifo figura acostado hacia la derecha (orientación contraria a la de los tetróbolos coetáneos), con el étnico dividido en dos partes, una sobre él y otra por debajo del mismo, disposición también presente en algunas monedas de bronce emitidas por la ciudad. Tanto en los tetróbolos como en los trióbolos los ejes de anverso y reverso están ajustados entre 11 y 12 h., lo que revela el detallismo e interés puesto en su correcta factura. Paralelamente a los trióbolos, se realizó una emisión de calcos con los mismos tipos, dispuestos de la misma manera. Se trata de una señal de la pauperización de los recursos metálicos de Abdera, que tendrá que recurrir en lo sucesivo al bronce para garantizar las pequeñas operaciones internas. La polis atravesaría por momentos de cuestionamiento del régimen político idóneo y de lucha legislativa contra los complots oligárquicos.



NUEVAS EMISIONES DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO III a.C.

La última emisión de monedas de plata de Abdera fue realizada en la primera mitad del siglo III a.C. por Ermóstratos, el cual también acuñó bronces, identificables como hemióbolos. En las últimas monedas de plata de Abdera el grifo del anverso figura acostado hacia la izquierda, sobre la línea de exergo, mientras que en el reverso hay una cabeza de Apolo con los cabellos cortos. En cambio en los bronces el grifo aparece saltando hacia la izquierda y Apolo lleva el pelo más largo. Las monedas de plata de Ermóstratos tienen un peso bastante variable, siendo la media de 6'56 gramos. No se ajustan a los patrones de peso utilizados anteriormente por Abdera, lo que ha llevado a interpretarlas como ensayos técnicos o piezas emitidas por necesidad. Tal vez se trate de didracmas de patrón tracio-macedónico, ya que su peso es similar al de las didracmas de los tipos de Filipo II y al de las últimas didracmas emitidas por la ciudad de Thasos, con las que este taller se despidió de las emisiones de plata hacia 315-310 a.C. Un dato importante es que en las monedas emitidas en la primera mitad del siglo III a.C. el étnico pierde la letra épsilon, ya que va escrito en griego helenístico o "koiné", simplificación morfológica basada en el ático y suscitada por la vastedad de los territorios a los que llegó el griego como lengua de las élites, así como por la mezcla de ciudadanos helenísticos de distintas procedencias. Por tanto el étnico queda como ΑΒΔΗΡΙΤΩΝ. Ya Símalos y los siguientes magistrados monetarios de Abdera utilizarán sólo el bronce en sus acuñaciones. Precedieron a Ermóstratos, realizando una importante labor en la emisión de monedas de bronce en la primera mitad del siglo III a.C., los monetarios Heródotos, Metron, Heragores, Herogeiton, Aléxandros e Isagoras. De entre ellos estos dos últimos acuñaron un buen número de piezas de mayor peso y módulo, sin alcanzar en ningún caso los diez gramos. El grifo fue haciéndose cada vez más esquemático, mientras que el rostro de Apolo ganó en expresividad.



LA FIDELIDAD HACIA LOS ANTIGÓNIDAS

Desde la muerte de Lisímaco en el 281 a.C. hasta la declaración de Abdera como "civitas libera" por los romanos en el 167 a.C. la influencia política macedónica siguió siendo importante para la ciudad. La efigie de Apolo, laureado o con la cabeza desnuda, testimoniaba la vinculación con el Reino Macedónico desde la época de Filipo II. La clava colocada bajo el grifo en las piezas producidas por la polis entre 311 y 280 a.C. remitía igualmente al sentimiento de dependencia con respecto a Macedonia. La posición geográfica de Abdera, fácilmente accesible para los macedonios y bastante aislada de otras colonias griegas de Tracia por el lago Bistonis, sugería a la polis que no debía mostrarse demasiado osada en sus deseos de autonomía. Abdera y Thasos intentaron mantenerse lejos de las guerras helenísticas, no actuando como talleres oficiales de las nuevas realezas surgidas tras Alejandro Magno. Sus monedas no imitaron los tipos alejandrinos, tendían a abandonar el uso de los metales nobles, y no eran necesarias para el pago de mercenarios. Los hallazgos monetarios efectuados en la "chora" de Abdera no revelan la presencia lágida o seléucida, sino que apuntan más bien, junto con diversos elementos iconográficos, a que la ciudad se mantuvo fiel por largo tiempo a la dinastía macedónica de los Antigónidas, circunstancia que pudo influir en que los ejércitos romanos se empleasen con especial saña en la toma de la ciudad, efectuada en el 170 a.C. por Hortensio. La segura representación de Hermes sobre los dicalcos de Abdera entre mediados del siglo III y mediados del siglo II a.C. y la posible representación de Perseo en una serie de hemióbolos del mismo período ha sido puesta en relación con la casa real Antigónida. En ambos casos el tocado consiste en una diadema de alas. Perseo, en su condición semidivina, era visto como antecesor mítico y protector de la dinastía Antigónida, hasta el punto de que el último de sus reyes, derrotado por Roma, llevaba este nombre. Tanto el rey Perseo (179-168 a.C.) como su padre, el rey Filipo V (221-179 a.C.), se hicieron representar en varios tipos monetales de Macedonia como su heroico antepasado mítico, fenómeno que no parece registrarse en las emisiones de Abdera. En cambio sí que cabe la posibilidad de que determinadas piezas de bronce acuñadas por la polis hasta el 170 a.C. presenten el retrato diademado de algún soberano helenístico.



EL FINAL DE LAS EMISIONES CÍVICAS

Abdera empleó como motivo iconográfico la cabeza de Posidón en muchas de las series de bronce emitidas a lo largo del último siglo y medio de funcionamiento del taller cívico. El procónsul romano Lucio Emilio Paulo dictó en Anfípolis en el año 167 a.C. un reglamento de los asuntos macedónicos que afectó en gran medida a la colonia teya. La ciudad atravesó por agobiantes dificultades financieras que tuvieron un claro reflejo en su política monetaria, ya que fue preciso recurrir a la reacuñación de piezas puestas previamente en circulación, así como al uso de contramarcas. Inaugurado el intervencionismo romano en la región, Abdera, duramente golpeada por el cambio de las fuerzas hegemónicas, se esforzó por no sucumbir a las pretensiones territoriales del rey tracio Kotys y buscó el estrechamiento de sus relaciones con la ciudad de Teos. Se sabe que en época del emperador Adriano (117-138), declarado filoheleno, fue devuelto a Abdera el control de un amplio territorio que llegaba por el Oeste al río Nestos, conforme a unos límites aproximados a los de la antigua "chora" de la colonia. Esta devolución quizás revela que los soberanos tracios se habían visto beneficiados casi tres siglos atrás por el arbitraje romano en sus disputas fronterizas con Abdera. Durante el año 86 a.C., en el transcurso de la Primera Guerra Mitridática, la ciudad sufrió un largo asedio por parte de las tropas pónticas, manteniéndose en todo momento, al igual que Thasos, leal a Roma. Una vez liberadas por Lucio Valerio Flaco, Abdera y Thasos obtuvieron el reconocimiento del senado romano, así como diversos privilegios frente a las tribus tracias, que en su mayoría habían apoyado al rey Mitrídates VI. Las épocas de inestabilidad militar obligaron a Abdera a adoptar medidas monetarias impopulares, que fueron conduciendo al desprestigio de sus acuñaciones cívicas y a la desaparición final de las mismas en la primera mitad del siglo I a.C.



LA CECA GRECORROMANA

Tras un siglo sin producir moneda, Abdera obtuvo del emperador Tiberio (14-37) nuevos derechos de acuñación que implicaban la inclusión en las piezas de referencias al nombre de la ciudad. Estas emisiones broncíneas, adjetivadas como provinciales, continuaron con Claudio, Nerón, Vespasiano, Trajano, Adriano y Antonino Pío, sin afectar por tanto a algunos emperadores intermedios. En ellas no aparece ya el grifo, emblema oficial de la ciudad. Los ases llevaban retratos del emperador o de miembros de la familia imperial en ambas caras, mientras que en los semises el retrato del emperador de los anversos se acompañaba de una Victoria en los reversos. Desde época de Trajano (98-117), la caída constante del peso del as provocó la acuñación por parte de Abdera de piezas de bronce de más peso y de doble valor, los dupondios. En las emisiones provinciales de Abdera pueden rastrearse semejanzas estilísticas con las monedas producidas por las cecas de Tesalónica y Filipos, así como concordancias metrológicas con los talleres de las ciudades griegas de Tracia y Asia Menor. El fin de las acuñaciones provinciales de Abdera en la época de Antonino Pío (138-161) indica la pérdida de importancia de la polis, la cual pudo verse motivada por diversos factores, como las frecuentes inundaciones, el auge de la ciudad cercana de Topeiros y la construcción de la vía Egnatia, cuyo trazado, más septentrional e interior, esquivaba el litoral abderita.


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