miércoles, 1 de diciembre de 2010

LA INFLUENCIA ITALIANA EN LAS PRIMERAS MONEDAS DE ALBANIA


Para Ana, agua y luz, verde mirar

El diseño de los motivos principales de las primeras monedas albanesas correspondió a los grabadores italianos (“incisori”) Giuseppe Romagnoli y Atilio Motti, artistas de referencia y larga trayectoria en la numismática italiana. Mientras que la labor inicial de creación la realizaba Romagnoli, el proceso concreto de grabación lo asumía generalmente Motti, que desde 1913 era el grabador jefe de la “Regia Zecca” romana. La colaboración entre ambos fue estrecha, y se tradujo en representaciones clasicistas, entroncadas con la más genuina numismática de tradición grecorromana. Las figuras elegidas, tanto humanas como animales, rebosan fuerza y convicción, optándose con frecuencia por estudios anatómicos en los que la desnudez se acompaña de elementos complementarios, enfatizando así el simbolismo de éstos. La seguridad y determinación de que hacen gala las figuras mediante sus expresiones, gestos y actitudes pretendían infundir confianza entre los ciudadanos albaneses hacia las medidas políticas y económicas desplegadas por el aparato dirigente del joven estado. Se trata de un tipo de arte que revela la clara influencia que sobre Albania ejercía por entonces el violento régimen fascista italiano de Mussolini, para el cual era mejor “vivir un día como león que cien años como oveja”. El exaltado líder tenía a Albania dentro de sus miras expansionistas, pero de momento se conformaba con el control propagandístico de la ideología imperante en el país vecino. El ejercicio de este agobiante patrocinio tenía en los soportes monetales una herramienta clave para el adoctrinamiento social. Al tratado de amistad sellado entre Albania e Italia en 1925 siguió otro de alianza defensiva suscrito en 1927. Eran sólo pasos previos que hiciesen menos traumática la futura anexión, llevada a cabo finalmente en 1939. Por ello no debemos considerar la simbología de las primeras monedas albanesas desde una óptica estrictamente nacional, dada la contaminación ideológica italiana, envuelta en imágenes de gran belleza.

En el primer sistema monetario albanés la unidad era el lek, cuyo plural es lekë. Estaba dividido en cien qindar leku. Cinco lekë equivalían a un franga ar. Y a su vez cada franga ar equivalía a cien qindar ar. Durante la ocupación italiana, la moneda albanesa fue también el lek, estableciéndose su paridad con respecto a la lira. Desde la recuperación de la independencia del país y hasta la actualidad, el lek se ha mantenido como moneda nacional, fijándose como divisor centesimal, para cuando fuese necesario, el qindarka. La mayoría de las monedas albanesas acuñadas tanto en el primer período de independencia del país como en los años de la ocupación italiana fueron realizadas en Roma, utilizándose como marca de ceca la tradicional R, presente ya incluso en monedas de época romana. En Viena se acuñaron 5.053 piezas de oro de veinte franga ar en 1927, y piezas de un lek y de medio lek en 1930, empleándose como marca de ceca una V. También figura la realización de un encargo a la ceca de Viena en 1927 de 50.000 piezas de plata de un franga ar, si bien es asunto discutido si se llevó a cabo finalmente la emisión. En Londres se acuñaron piezas de un lek y de medio lek en 1931, utilizándose como marca de ceca una L. Aparece con frecuencia en las primeras monedas albanesas el nombre de los grabadores, G. Romagnoli y A. Motti, acompañándose su nombre en las piezas de la partícula “inc.”, abreviatura de “incisori”. Entre los elementos presentes en ocasiones en las monedas albanesas podemos aludir a pequeñas estrellas de cinco puntas, utilizadas para diferenciar emisiones. Puntos, rombos, barras y guiones intervienen en algunos tipos en la secuenciación de los textos, separando palabras o cifras. También se emplean puntos para señalar abreviaturas, como en el caso del valor “franga ar”, que comúnmente se indica mediante unas pocas letras.

En muchas de las primeras monedas albanesas va el nombre del país en albanés, “Shqipni”, acompañándose en algunos casos del nombre latino, “Albania”. En la actualidad el nombre que recibe el estado es el de “Shqipëri”, parecido al original, y que significa “Tierra de águilas”. El nombre latino, mencionado por el geógrafo Ptolomeo en el siglo II para aludir a un grupo étnico de la región, haría referencia a las montañas nevadas. Las acuñaciones se iniciaron en 1926, por lo que habían tenido que pasar catorce años desde que Albania accedió a su independencia hasta que el país pudo contar con un sistema monetario propio. Las piezas de menor valor, realizadas en bronce, eran las de 5 y 10 qindar leku. Las de 5 qindar leku llevaban en el anverso una cabeza de león con las fauces abiertas, y en el reverso una ramita de hojas de roble. Las de 10 qindar leku utilizaban como símbolo en el anverso la cabeza de un águila con el pico entreabierto, mientras que el reverso lo ocupaban dos ramitas de olivo. El león miraba a la izquierda y el águila a la derecha, evitando así suspicacias políticas. El roble alude al continente y a las raíces indoeuropeas de la lengua y la cultura albanesas. En cambio el olivo está metafóricamente más relacionado con las influencias culturales provenientes del Mediterráneo, además de ser icono recurrente de la paz.

Las piezas de los tres siguientes valores (un cuarto de lek, medio lek y un lek) fueron hechas en níquel. Las de un cuarto de lek utilizaron como motivo iconográfico para el anverso a un león pasante hacia la izquierda, avanzando tranquilo, exhibiendo su fuerte constitución física. En el reverso iba una ramita de hojas de roble. Las monedas de medio lek muestran en el anverso a un hombre luchando desnudo contra un león. Este tipo de leontomaquia fue representado en diversos soportes a lo largo del Mediterráneo en el primer milenio antes de nuestra era, denotando una influencia ideológica y artística orientalizante. El combate es el de un héroe frente a una bestia. Si vence el héroe, adquirirá la fuerza del animal, convirtiéndose en el mejor de los mortales. Uno de los más famosos enfrentamientos de esta clase, recogido por la mitología griega, es el de Herakles contra el león de Nemea. En el primero de sus doce trabajos, Herakles logró vencer al león estrangulándolo, pues las armas eran incapaces de traspasar su gruesa piel. Una vez muerto, se la arrancó, vistiéndola desde entonces a modo de armadura. Por tanto Albania recurrió en monedas de distintos valores al león como prototipo de fuerza y coraje, provocando su lucha final contra un hombre, que le arrebata su vigor, y que encarna el poder del estado, dispuesto a enfrentarse uno a uno a todos los problemas que vayan presentándosele. Un significado motivador similar lo tenemos en la cancioncilla que se canta en campamentos y reuniones de escolares para concienciar a éstos de que pueden hacer grandes cosas: “Voy en busca de un león (bis), cogeré el más grande (bis), no tengo miedo (bis), mira cuántas flores (bis)”. En el reverso de las piezas de medio lek encontramos, al igual que en otras muchas, el escudo del país, consistente en un águila bicéfala de tradición bizantina. Su cuerpo está totalmente explayado, mostrándose irreverente, conforme a convenciones heráldicas relacionadas con la intimidación. Tiene las alas extendidas, las garras abiertas, la doble mirada amenazante y las lenguas fuera de los robustos picos. A este escudo se debe el que los albaneses se llamen a sí mismos “Hijos del Águila”. Mientras que en las monedas de 1926 el águila aparece exenta, en las de años posteriores, siendo ya Amet Zogu rey, el águila pasa a estar cobijada por un manto de armiño, coronándose con el casco caprino de Skanderbeg.

Las monedas de un lek acuñadas a partir de 1926 presentan en el anverso una cabeza mirando hacia la derecha. El hecho de que se acompañe del nombre del país podría hacernos pensar que se trata de una alegoría femenina de Albania, si bien el rostro presenta cierta ambigüedad de belleza apolínea, tal vez intencionada, es decir, que no está claro el sexo, lo que refuerza la inclusión de todos los ciudadanos en el significado alegórico de la imagen. Otra interpretación nos lleva al parecido con respecto al modo en que se representó en la Antigüedad a Alejandro Magno, que también dominó parte de Albania, y cuyo nombre está en el origen etimológico del de Skanderbeg. En el reverso un jinete vuela literalmente con su caballo sobre las aguas, hacia el Este. Sujeta con una mano las riendas y con la otra la espada, alzándola en actitud de acometer. Va únicamente vestido con una clámide, capa de lana fina propia de los soldados de caballería de época grecorromana. Esta semidesnudez hace que su vigor muscular parezca adaptarse en mayor medida al del caballo, como si ambos se complementasen a la perfección para perseguir lo mismo. La agresividad de la escena cuadraría mal con un significado abstracto, por lo que proponemos varios más concretos, en los que la orientación del jinete es clave. Podría tratarse de la idealización del pueblo albanés luchando contra los turcos, llegados del otro lado del Bósforo. O tal vez estaríamos ante el ímpetu esculpido de Alejandro Magno cruzando el Helesponto para iniciar la conquista de Persia. La interpretación más inquietante sería considerar que el mar representado es el Adriático, ya que en ese caso los artistas italianos habrían introducido un claro mensaje futurista, apuntando a que pronto Albania sería italiana.

En 1927 comenzó la acuñación de las piezas de un franga ar, cuya pureza en plata es de 835 milésimas. En el anverso de estas monedas va una cabeza galeada de una alegoría femenina de Albania. Su precioso casco, además de elementos ornamentales curvos, presenta cimera y alas decorativas laterales, llevando sobrepuesta una corona de laurel, símbolo de victoria. Las alas contribuyen a remarcar el carácter elevado de los intereses del pueblo albanés a través de su alegoría. No parecen relacionadas con el pétaso alado de Mercurio, deidad cuya presencia numismática suele usarse como estímulo del comercio. El hecho de que la alegoría lleve casco remite a las cercanas guerras de emancipación, recordando el tipo en su conjunto a la diosa Minerva, relacionada con la sabiduría, las artes y las técnicas de combate. Acerca del sexo de la imagen no hay en este caso dudas, gracias por ejemplo al uso de pendientes. En el reverso de estas piezas aparece una elaboradísima proa de navío, cuya estructura se organiza en función de niveles horizontales, incluyendo espolón de choque, decoración laureada y mascarón. Éste consiste en una cabeza de león en actitud fiera, que serviría como elemento mágicamente protector del barco, cumpliendo también un cometido de identificación. Otros adornos presentes en la proa son los óculos, de los cuales se aprecia uno. Mediante ellos se confería a la nave cierto carácter ritualizado de ser vivo, estrechando los vínculos de todos los miembros de la tripulación, cuya suerte podía ser la misma. Podemos señalar que estas monedas de un franga ar imitan claramente tipos clásicos de la Roma republicana, en algunos de los cuales iba una cabeza galeada de Roma deificada en el anverso y una proa en el reverso. Los grabadores jugaron nuevamente en la elección de los elementos simbólicos con motivos de marcada tradición itálica, adaptándolos a la iconografía estatal de la Albania independiente.

Las monedas de dos franga ar, acuñadas a partir de 1926, son también de plata de 835 milésimas. Su anverso lo ocupa el sembrador. Se trata de un hombre desnudo, lleno de fuerza, que esparce las semillas que extrae de un saco que lleva en bandolera, confiando en aprovechar la fertilidad de la tierra. La insistencia en la desnudez masculina en muchos de los tipos numismáticos albaneses del momento se explica como un elemento más de conexión con el arte grecorromano, además de permitir mostrar un perfecto estado físico, garantía a la hora de acometer los retos futuros. El motivo del sembrador, utilizado por diversos países a lo largo de su desarrollo histórico, posee una gran carga expresiva, apuntando por un lado al carácter esencial de la producción alimenticia, y por otro, de manera más simbólica, a la esperanza de que el esfuerzo presente produzca grandes frutos en todos los terrenos. Donde no hay nada, más adelante puede haber algo valioso, si la resolución de los ciudadanos es firme y su trabajo se vuelca en ello. Francia es la que ha dado más prestancia iconográfica a este motivo mediante la imagen de una alegoría republicana que camina sembrando. En el reverso de las piezas de dos franga ar campea un águila legionaria, de tipo similar a las de las insignias y los estandartes del antiguo ejército romano. El diseño del águila, alejado del modelo heráldico albanés del “pollo loco” de dos cabezas, encaja con el gusto fascista de la Italia de la época, en algunos de cuyos tipos monetarios se usaron rapaces similares, corpulentas, de aire imperial. Así pues, con la excusa de que los albaneses se consideran “Hijos del Águila”, los artistas italianos colocaron en las monedas del país un águila de la tradición militar romana, nuevo aviso de las intenciones imperialistas de su estado supuestamente amigo.

Desde 1926, el presidente de Albania, Amet Zogu, se hizo representar en los anversos de las monedas de metales nobles. En 1928 se autoproclamó rey con el nombre de Zog I, cambio que también quedó reflejado en las monedas acuñadas posteriormente. Los retratos monetales que de él se difundieron como presidente muestran a un hombre cercano, con preocupaciones más cotidianas, esbozando incluso una ligera sonrisa. En cambio en los retratos en que ya ejerce como monarca, la severidad de su rostro es algo mayor, proyectándose su mirada hacia la lejanía, y percibiéndose en el porte cierto encumbramiento áulico, todo ello en la línea idealizadora y cada vez más marcial que se estaba aplicando en las representaciones del rey de Italia, Víctor Manuel III (1900-1946). En los tipos monetarios emitidos mientras Amet Zogu fue presidente, se aprecia que su busto mira a la derecha en las piezas de plata y a la izquierda en las piezas de oro. En cambio, siendo ya rey, mira siempre hacia la derecha, tanto en las monedas de oro como en las de plata.

Amet Zogu, que profesaría siempre la fe islámica, nació en 1895 en el castillo de Burgajet, cerca de la ciudad albanesa de Burrel. Su verdadero apellido era Zogolli, pero como éste sonaba demasiado turco, lo cambió por Zogu, que en albanés significa “pájaro”. En su familia recaía hereditariamente la gobernación del distrito de Mat, perteneciente, como el resto de Albania, al Imperio Otomano. Amet Zogu se educó en el Liceo Imperial Galatasaray, en Estambul. A la muerte de su padre, sucedió a éste como gobernador de Mat. En 1912, en el contexto de las guerras balcánicas, Albania accedió a su independencia con respecto a los turcos, escapando así a la vez de la voracidad territorial de sus países vecinos. Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Amet Zogu colaboró con el finalmente derrotado Imperio Austro-Húngaro, siendo detenido en varias ocasiones. Su estancia en Viena le hizo familiarizarse con el estilo de vida europeo de esa pujante ciudad. A su regreso a Albania en 1919, Amet Zogu entró fácilmente en los principales círculos políticos del país, ganándose amplios apoyos entre los terratenientes del Sur y la nobleza del Norte, así como entre los comerciantes, empresarios e intelectuales. En los primeros años de la década de 1920 ocupó puestos de gran responsabilidad, como ministro del Interior y jefe del ejército. En 1923 fue disparado y herido en el Parlamento, hecho que revela la tensión política que se vivía en Albania en aquella época. Una revuelta social suscitada a mediados de 1924 como reacción al asesinato de uno de los oponentes industriales de Amet Zogu obligó a éste a exiliarse junto con buena parte de sus colaboradores. Pudo regresar a finales de ese mismo año a Albania gracias al respaldo de las tropas serbias. Fue elegido en 1925 por la Asamblea Constituyente como el primer presidente de Albania. Enseguida intentó implantar el modelo europeo en las viejas estructuras socioeconómicas heredadas del Imperio Otomano. Entre sus medidas occidentalizadoras estuvieron la eliminación gradual de la servidumbre y la prohibición del uso del velo. Entregó a Yugoslavia como agradecimiento por los servicios prestados a su causa el territorio de Sveti Naum, ahora perteneciente a Macedonia. Es decir, sus ambiciones políticas mermaron ligeramente la extensión territorial de Albania. Su gestión política de aquellos momentos se ensombreció por las tensas disputas con los líderes kosovares.

En 1928 Amet Zogu fue coronado como “Rey de los Albaneses” (Mbreti i Shqiptarevet), declarándose a la vez comandante en jefe del ejército. Intentó hacer creer que descendía de una hermana de Skanderbeg para dar así mayor legitimidad a su título. Nombró a su madre, Sadijé, reina madre, y dio títulos principescos a su hermano y a sus tres hermanas. Estas últimas participaron activamente en toda clase de eventos públicos, dando una imagen cercana de la recién creada realeza de Albania. Amet Zogu juró ante el Parlamento, sobre el Corán y sobre la Biblia, que haría un uso correcto de sus poderes reales. Quiso mediante este gesto contribuir a la unificación política del país, en el que tanto el Islam como el Cristianismo han estado siempre bien representados. Instituyó una monarquía constitucional similar a la que tenía Italia, reforzando los medios con que contaba la policía para que ésta actuase como defensa interna eficaz del ordenamiento impuesto. Implantó un saludo propio, consistente en colocar la mano derecha extendida y con la palma hacia abajo a la altura del corazón. Ordenó a las instituciones bancarias estatales la acumulación de piedras preciosas y objetos de oro, los cuales permitieron respaldar la emisión del primer papel moneda albanés, en el cual se hizo representar. La política fiscal albanesa estuvo intervenida por el gobierno italiano, que aportó grandes fondos para favorecer el despegue económico del país. Para intentar evitar que la dependencia con respecto a Italia derivase en absorción, la Constitución albanesa incluyó la prohibición absoluta de que el país se diluyese en cualquier otro estado, bien por vía de boda real o bien por cualquier otro medio. Amet Zogu aplicó medidas europeístas como las que había desarrollado Mustafá Kemal Atatürk en Turquía. Abolió la ley islámica, sustituyéndola por un código legislativo basado en el suizo. Renovó el sistema educativo y modernizó el ejército, que aun así siguió siendo muy débil en comparación con el de sus estados vecinos. Su régimen, a pesar de la connivencia con los movimientos fascistas, se tradujo en una mayor estabilidad para Albania. El rey era más apreciado entre las familias reales de los estados islámicos que en las cortes europeas, donde se le consideraba un advenedizo. Salió airoso de varios intentos de asesinato, incluso disparando él mismo. Entre sus enemigos estaba la familia Verlaci, por haber roto su compromiso con una joven de ese clan. Se casó en 1938 con una aristócrata católica, medio húngara y medio estadounidense, Geraldine Apponyi.

Desde prácticamente el inicio de su mandato presidencial, Amet Zogu se vio sometido al estresante intervencionismo político y económico de la Italia fascista de Mussolini. La crisis financiera internacional iniciada en 1929 agudizó la dependencia de Albania con respecto a su vecino de la otra orilla del Adriático, hasta el punto de que el Banco Nacional de Albania tenía su sede en Roma. Mientras que muchos trabajadores albaneses tuvieron que partir hacia otros países, colonos italianos se establecieron en Albania, principalmente en las regiones septentrionales. El control de sectores estratégicos para el desarrollo económico del nuevo estado recayó en empresas italianas. Mussolini solicitó que se implantase la enseñanza obligatoria de la lengua italiana en todas las escuelas de Albania. Amet Zogu no sólo rechazó esta propuesta, sino que además reaccionó nacionalizando los colegios católicos italianos que había en el Norte del país. Tras intentos fallidos de obtener en 1934 la alianza de otras potencias europeas, Albania volvió a entrar en la órbita de Italia, cuyo deseo último era anexionársela. La invasión se produjo finalmente el 7 de Abril de 1939, dos días después del nacimiento del príncipe heredero Leka, y meses antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. El rey huyó con su familia, llevándose consigo además buena parte de las reservas de oro del país, anteponiendo así nuevamente su bienestar personal al interés de todos los albaneses. El ejército, la policía y la población civil de Albania apenas pudieron oponer resistencia a las tropas italianas, que fueron bien recibidas por un sector importante del país, más preocupado por el futuro económico que por exhibiciones de patriotismo, y en el que la manipulación ideológica a través de las monedas y otros medios propagandísticos había surtido efecto. Albania pasó a ser un protectorado del Reino de Italia hasta que el descalabro bélico fascista de la Segunda Guerra Mundial le permitió recobrar su independencia en 1945, girando entonces hacia la tutela comunista soviética. La familia real albanesa, desposeída ya desde la invasión italiana de sus fugaces derechos al trono, vivió espléndidamente en el exilio, primero en el Reino Unido, luego en Egipto y finalmente en Francia, donde Amet Zogu falleció en 1961.

Las monedas de plata de cinco franga ar acuñadas en 1926 presentan en el anverso el busto de Amet Zogu acompañado de su nombre. Su pureza es mayor que la de las otras monedas albanesas de plata del momento, alcanzando las 900 milésimas. En el reverso está representada una escena agrícola. Un campesino guía una yunta de bueyes uncidos por un yugo de madera, arando así la tierra. Sostiene con su brazo derecho una larga vara con la que apunta firmemente hacia delante. La influencia simbólica italiana, más sutil en este caso, se manifiesta en la utilización de un arado romano, compuesto básicamente de timón (parte delantera de la que tiran los animales), cama (parte curva intermedia), dental (base de la herramienta agrícola), reja (pieza con la que realizar los surcos en la tierra) y esteva (conjunto final que servía al campesino para dominar el artilugio). La postura que tiene el agricultor en la moneda no es realista, pues parece que no le supusiese apenas esfuerzo el trabajo que está realizando. Lo normal sería que se valiese de las dos manos para empujar el arado, haciendo fuerza para que la reja se hundiese bien en el terreno. En cambio va erguido, sobrado de vigor, mirando resueltamente hacia el horizonte, conduciendo el arado con un solo brazo. Se establece cierta identificación metafórica entre Amet Zogu y el campesino del reverso, queriendo transmitir así la idea de que el primero también trabaja con plena confianza por el futuro del país, y como no, con los medios proporcionados por Italia. El campesino viste ropas tradicionales albanesas. Lleva en la cabeza un “qeleshë” o “plisi” (sombrero que en esta imagen tiene forma de cono truncado, pero que también podía ser de tendencia redondeada). El hombre luce “këmishë” (camisa) y “xhaketë” (chaquetilla corta). Su cintura se ciñe con una faja, llamada “brez”. El pantalón, holgado en su parte superior y más apretado en su parte inferior, recibe el nombre de “tirq”. Las sandalias apuntadas de cuero son las “opinga”. Otra prenda masculina típica de Albania, que no sale en la moneda, es la “fustanella”, falda corta y con volante plisado. Las mayores similitudes de los diferentes trajes regionales que se usaron en Albania hay que buscarlas principalmente en Grecia, dato que señala la larga trayectoria histórica de contactos culturales entre ambos territorios. La imagen elegida mezcla elementos clasicistas, como el arado romano (sin temer el dar la impresión de atraso tecnológico), con otros étnicos, como la vestimenta del agricultor.

Todas las monedas de oro acuñadas en Albania durante el mandato de Amet Zogu son de una pureza de 900 milésimas (21,6 quilates). Todas ellas (de diez, veinte, cincuenta y cien franga ar) llevan su imagen salvo un tipo, de veinte franga ar, que muestra en el anverso el busto de Skanderbeg, con poblada barba, y en el reverso el león alado del evangelista San Marcos. Paralelamente se hicieron otras piezas de oro de veinte franga ar con el retrato de Amet Zogu en el anverso y el águila exenta del escudo en el reverso (el mismo tipo que se usó para las de diez franga ar). La existencia contemporánea de ambos tipos tenía la clara finalidad de presentar a Amet Zogu como el digno sucesor de Skanderbeg, considerado unánimemente como el héroe nacional de Albania. El nombre auténtico de este aristócrata albanés era Gjergj Kastriot (1405-1468). Su apodo, que significa “Príncipe Alejandro”, se lo pusieron los ocupantes turcos, estableciendo así una comparación histórica con Alejandro Magno. Skanderbeg pertenecía por línea paterna a una poderosa familia epirota, mientras que su madre era una princesa proveniente de Macedonia. Tras la resistencia inicial de su familia a la dominación otomana, no le quedó a aquélla más remedio que someterse. Skanderbeg, junto a sus tres hermanos, fue llevado como rehén a la corte turca. Allí se hizo musulmán. Destacó como alumno en la escuela militar de Edirne, y solventó con eficacia las batallas en que participó, siendo joven, al servicio de los otomanos. Se rebeló contra ellos en 1443 en una batalla librada contra los húngaros en Niš, cambiando de bando a la vez que otros trescientos albaneses. Marchó hacia Albania, donde consiguió reconquistar su ciudad natal, Krujë. Volvió a asumir la fe cristiana y, por solidaridad con Bizancio (que no sería tomada por los turcos hasta 1453), adoptó como estandarte un águila bicéfala, negra, por la dificultad del momento, en campo rojo como la sangre.

Skanderbeg sacó rápido provecho de los conocimientos militares que aprendió entre los turcos, convirtiéndose en un gran estratega. Fortificó enclaves vitales para la resistencia albanesa y organizó numerosas emboscadas en el escarpado territorio de su país. Unió a los príncipes albaneses en la llamada Liga de Lezhë, si bien algunos de ellos más adelante no pudieron soportar la presión bélica, pasando a colaborar con los otomanos. Las tropas turcas sufrieron varios fracasos serios en intentos vanos de retomar el control de la fortaleza de Krujë. El sultán Mehmet II, cuyas incursiones en suelo albanés eran realizadas con ejércitos numéricamente muy superiores, logró una importante victoria en 1455 en Vlorë. Dos años después fue derrotado por Skanderbeg entre Lezhë y Krujë, tras haber evitado éste ingeniosamente el choque final durante meses, mareando y desgastando a los turcos. Mehmet II y Skanderbeg suscribieron un tratado temporal de paz en 1461. Admirados por la resistencia de Albania e intentando crear líneas de contención al fulminante avance otomano en Europa Oriental, diversos estados cristianos proporcionaron ayuda a Skanderbeg en forma de dinero, provisiones y pequeños contingentes militares. Es el caso de Nápoles, Venecia y los territorios del Papado. El tiempo que Skanderbeg logró retener a los turcos fue de inestimable valor para que descartasen la invasión de la península itálica, deuda histórica que Italia ha intentado pagar en momentos diferentes con un trato de favor hacia los albaneses, pero cayendo en ocasiones en un exceso de intervencionismo e incluso en la tentación imperialista. El héroe cayó enfermo de malaria en Lezhë, donde murió a inicios de 1468. Su sucesor, Lekë Dukagjini, lideró la resistencia albanesa durante una década, hasta que en 1478 cayó la amurallada Krujë.

Entre los elementos mediante los cuales el arte albanés ha intentado idealizar a Skanderbeg destaca sin duda su casco, que corona el actual escudo del estado. El armazón metálico del casco, decorado con una banda horizontal, se prolonga en su parte superior con un prótomo caprino dotado de sendos cuernos, hecho en bronce y revestido de oro. En otras recreaciones la banda horizontal del casco se presenta adornada con rosetas y epigrafía ensalzadora. Su función primaria de atemorizar al enemigo quedaba claramente superada por la representativa. Es decir, quien llevaba ese excelso casco estaba al frente de los albaneses, dirigiendo su destino, como la cabra que, en un rebaño de ovejas, logra que éstas no sean tan indecisas al avanzar. El uso metonímico del casco de Skanderbeg en el escudo de Albania pretende traer a la memoria de los ciudadanos lo que costó conseguir la libertad como pueblo. El músico barroco veneciano Vivaldi (1678-1741) compuso una ópera en honor de Skanderbeg, sumándose así al reconocimiento que en Italia tuvo siempre el general albanés.

El león alado del reverso de las monedas de oro de veinte franga ar representa al evangelista San Marcos, siguiendo la tradición iconográfica cristiana. Este simbolismo está tomado de la interpretación altomedieval de un pasaje del Apocalipsis (4:1-11), en el que se menciona a cuatro seres vivientes que rodean el trono de Dios. Según la iluminación recibida en la isla de Patmos por San Juan, los seres estaban llenos de ojos por delante y por detrás, y cada uno tenía seis alas. “El primer viviente era semejante a un león; el segundo, semejante a un toro; el tercero tenía semblante como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila voladora”. Estos seres fueron asociados conceptualmente por el arte cristiano posterior con los evangelistas Marcos, Lucas, Mateo y Juan de forma respectiva, en función de algunas características de sus evangelios, como la manera en que comienzan. En el caso de San Marcos, una de las primeras expresiones de su evangelio es la de “voz que clama en el desierto”, referente a San Juan Bautista, y que sería por tanto, para hacer encajar bien el significado metafórico, como el impactante rugido de un león. En la descripción visionaria que de los cuatro seres vivientes hace San Juan en el Apocalipsis se aprecia la influencia del “tetramorfos” que menciona el profeta Ezequiel al comienzo de su libro. Éste habla de la visión de cuatro seres vivos que tenían entre sí la misma forma, cada uno de los cuales lucía cuatro alas y cuatro caras: Una de hombre, otra de león, otra de toro y otra de águila. Los seres híbridos del arte de Mesopotamia, donde el pueblo judío estaba retenido cuando Ezequiel predicaba (Siglo VI a.C.), pudieron sugerir a éste algunos de los elementos simbólicos que utilizó, aplicándolos a la expresión de ideas religiosas.

En la moneda albanesa referida, el león, nimbado, sostiene con sus garras el evangelio y una rama de hojas de roble. El animal sirve para aludir a Venecia, que tiene como patrón a San Marcos, a quien está dedicada su catedral. En muchas de las plazas de la ciudad de Venecia ocupa un lugar preeminente la escultura del león alado, presente también en su escudo y en su bandera. El hecho de que aparezca el símbolo veneciano por excelencia en esta moneda albanesa se debe al deseo de remarcar que algunos territorios albaneses pertenecieron en determinados momentos históricos a la Serenísima República de Venecia. Ésta controló desde fines del siglo X numerosos enclaves insulares y costeros en el Adriático y en el Mediterráneo Oriental, que actuaban como importantes plataformas comerciales fortificadas. En el caso de Albania, la presencia militar veneciana se centró en la prestigiosa ciudad portuaria de Dürres (la colonia corintia de Epidamnos, fundada en el 627 a.C., luego rebautizada por los romanos como Dyrrachium, y conocida por los italianos como Durazzo). Venecia adquirió la soberanía de Dürres en 1205, si bien sólo la conservó fugazmente. En cambio su autoridad sobre la ciudad albanesa fue mucho más estable entre 1392 y 1501, año este último en que fue conquistada por los otomanos. Actualmente Dürres sigue siendo un destacado centro administrativo, así como la segunda ciudad albanesa en población, sólo por detrás de la capital del país, Tirana. Mucho menos duradera fue la impronta medieval veneciana en el distrito albanés septentrional de Shkodër (Sculari), que tras la independencia de Albania volvió a recibir bastantes colonos italianos. En cuanto a Vlorë (Valona), nunca llegó a ser veneciana, al haber fracasado en 1418 el intento de arrebatársela a los turcos, que la habían conquistado un año antes.

¿Por qué sujeta el león en la moneda aludida una rama de hojas de roble? Una posible explicación, quizás demasiado funcional, sería que de roble están hechos los pilotes que sostienen muchos de los edificios de la ciudad de Venecia sobre las aguas de sus canales. Este protagonismo lo comparte el roble con otras especies de árboles, como el aliso, el alerce y el pino, por lo que la argumentación no parece decisiva. Podría tratarse de un guiño germanófilo, al ser la hoja de roble un emblema alemán frecuente, expresándose así la amistad entre los movimientos fascistas de Italia y Alemania. Pero todavía en el momento en que fue acuñada la moneda el partido nazi no se había hecho con el poder en Alemania, y además sería insólito que en las monedas nacionales de un país se escenificase la amistad de dos potencias extrañas. Habría que conceder por tanto mayor valor a la teoría que apunta hacia el significado general del roble en diversas tradiciones europeas, que lo consideran por su dureza y longevidad un icono de la perduración, de la lealtad y de la constancia, buena metáfora del sucederse de las generaciones humanas en el mismo territorio, sirviéndolas así de enlace. El roble está también culturalmente relacionado con los conceptos de justicia y verdad, hasta el punto de que en su presencia se realizaban juramentos y se sellaban acuerdos, confiriéndoles así un carácter sagrado. De las seis mil monedas albanesas de este tipo que se acuñaron en Roma en 1926, cien de ellas llevaban como marca de ceca no una R, sino un fasces consular. De estas cien, noventa fueron al parecer refundidas posteriormente por las autoridades comunistas para hacer una “damnatio memoriae” de la presencia de los símbolos fascistas en Albania. La utilización icónica del fasces, haz de treinta varillas, atadas y acompañadas de un hacha, era un signo claro de que eran los dirigentes italianos los que estaban moviendo los hilos de la política albanesa de aquella época. Estas piezas, al ser de oro, no estaban destinadas a la circulación entre las clases populares de Albania, sino que llegarían casi exclusivamente a las manos de las élites, cuya alianza era buscada con insistencia por Italia para preparar el camino de la futura anexión.

Las piezas de oro de cien franga ar acuñadas en 1926 y 1927 constituían las de mayor valor del sistema monetario albanés. En su anverso está representado Amet Zogu mirando hacia la izquierda, mientras que el reverso lo ocupa una biga conducida por un auriga. Éste sujeta con una mano las riendas y con la otra una larga fusta. En el instante que recoge la imagen, el auriga no golpea con la fusta a los dos caballos, sino que señala con ella hacia el frente y hacia arriba. Está semidesnudo, luciendo sólo un paño largo que no impide ver su excelente condición física. Los caballos, que dan la impresión de ser difíciles de controlar, tienen las patas delanteras elevadas, en la pose clásica de muchos retratos ecuestres ensalzadores, como disponiéndose a comenzar a galopar o por el contrario frenándose, haciendo en definitiva la voluntad del conductor del carro. La biga de la moneda no es empleada en el contexto de una competición de hipódromo, sino como un signo de poder, de forma similar al valor iconográfico que se le otorgaba al carro en el arte asirio o egipcio. El auriga sería metafóricamente Amet Zogu, encargado de dirigir la política albanesa. El motivo de la biga fue bastante utilizado en los denarios de la Roma republicana, destacando entre sus conductoras las alegorías aladas de la Victoria. En otras piezas la conductora era Venus, volando cerca de ella en muchos ejemplos una alegoría de la Victoria para ponerle una corona de laurel. Otras monedas mostraban como auriga a la Luna Lucífera, portadora de luz, o a la diosa Juno, relacionada con el matrimonio. Y en un denario de la gens Farsuleia de hacia el 75 a.C. la conductora del carro es una alegoría de la misma Roma. En la moneda albanesa analizada, si tomamos como referencia la numismática romana clásica, la biga incorporaría los significados de la victoria y de la extensión de la luz, acrecentando así la glorificación del auriga, trasunto del líder, término frecuente en los incipientes regímenes totalitarios del momento.

Tras algunos años de parón en las acuñaciones, en 1935 volvieron a emitirse nuevas piezas. Las de uno y dos qindar ar tenían en el anverso el águila bicéfala del escudo albanés, exenta. En los reversos iba una rama de roble en las de un qindar ar y una rama de olivo en las de dos qindar ar. Las piezas de plata de uno y dos franga ar llevaban la cabeza de Amet Zogu, ya como Zog I, en los anversos, mientras que en los reversos estaba el escudo albanés, más barroco, protegido con manto de armiño y coronado por el casco de Skanderbeg. La misma iconografía presentaban las piezas acuñadas en 1937 para conmemorar el 25 aniversario de la independencia de Albania, tanto las de plata de uno y dos franga ar como las de oro de veinte y cien franga ar. En 1938 se acuñaron algunas monedas de oro del mismo tipo de veinte y cien franga ar aludiendo a la boda real de Amet Zogu con Geraldine Apponyi, celebrada ese año. Las piezas de oro de veinte, cincuenta y cien franga ar con fecha de 1938 que hacen referencia al décimo aniversario de la monarquía albanesa parecen ser falsificaciones efectuadas en 1969 con el objeto de ser vendidas a un alto precio, haciéndolas pasar por antiguas. En 1939 Albania quedó integrada en el Imperio italiano, que en su momento de mayor extensión, durante la Segunda Guerra Mundial, llegó a englobar los territorios de Libia, Eritrea, Etiopía, parte de Somalia, el Dodecaneso, Istria, parte de Dalmacia y parte de Montenegro, así como el pequeño enclave comercial chino de Tianjin. La bandera que Italia impuso al protectorado de Albania tenía tanto símbolos fascistas como otros alusivos a la Casa de Saboya. Entre estos últimos está la cinta que repite tres veces el acrónimo FERT: “Foedere et Religione Tenemur” (Nos mantienen unidos el pacto y la religión).

Con la conquista de Albania por parte de las tropas italianas, cambiaron también los motivos empleados en las monedas del protectorado. Todos los anversos pasaron a ser ocupados por el rey de Italia, Víctor Manuel III, bien mirando a la derecha o bien mirando a la izquierda, sin casco en las piezas de plata y en las de menor valor, hechas de una aleación de bronce y aluminio, y con casco en las monedas de valores intermedios, hechas de acero inoxidable. Este último material, característico de la numismática italiana, permite que las piezas se conserven en muy buen estado durante mucho tiempo, suponiendo un importante gasto su producción. El motivo que ocupó los reversos fue el águila albanesa, exenta y flanqueada por fasces, salvo en los dos valores menores, que conservaron respectivamente la rama de roble y la rama de olivo. Las piezas del período comunista destinadas a la circulación normal fueron bastante sencillas en cuanto a la simbología empleada. En el anverso iba generalmente el nuevo escudo del país, en el que el águila bicéfala estaba rematada por una estrella de cinco puntas y cobijada por espigas de trigo, con la fecha del Primer Congreso Antifascista de Liberación Nacional en una cinta: 24 de Mayo de 1944. Dicho congreso, celebrado en la ciudad albanesa de Përmet, otorgó amplios poderes a Enver Hoxha, veterano de la guerra civil española, que sería primer ministro de Albania entre 1946 y 1985. El reverso de las piezas estaba reservado para las marcas de valor, acompañadas de espigas de trigo enlazadas. Tanto en el anverso como en el reverso de las monedas había también un número variable de estrellas ornamentales de cinco puntas, conforme a las directrices estéticas del momento. Otras piezas conmemorativas o de metales nobles acuñadas en el período comunista diversificaron los motivos, pasando a incluir por ejemplo soldados, espadas tradicionales de hoja curva o de punta curva, alegorías femeninas, ferrocarriles, retratos idealizados de Skanderbeg e imágenes de las ciudades de Gjirokastër, Butrinti y Dürres.

En 1992 se celebraron en Albania por vez primera elecciones libres, estableciéndose así en el país los cimientos de la democracia. Las monedas albanesas recientes han recuperado en los reversos las ramas de roble y de olivo. En los anversos podemos señalar la presencia de: Un pelícano (alusivo a la fauna del país); el águila bicéfala del escudo (sin aditamentos); la ciudadela de Berat (declarada patrimonio de la humanidad); una embarcación conocida como liburna (usada por los piratas ilirios y luego imitada por los romanos); un retrato ecuestre de Gentio (el último rey que tuvo Iliria, entre 181 y 168 a.C., justo antes de la anexión del territorio por parte del Imperio Romano); y un retrato con lanza y escudo de Teuta (reina de Iliria entre los años 231 y 228 a.C., que desde su capital, Shkodër, organizó el hostigamiento con barcos piratas a las embarcaciones mercantes romanas, siendo al final derrotada militarmente por la armada de Roma). Se aprecia por tanto en los motivos de las nuevas monedas albanesas la búsqueda de la conexión étnica prerromana, creándose una romántica asociación de la población actual con los ilirios. Esta vinculación cultural y genética existe, pero por supuesto entremezclada con el aporte de otros muchos grupos humanos que llegaron a lo largo de los siglos hasta el territorio albanés, como griegos, itálicos, eslavos, turcos… Se nota igualmente el deseo iconográfico actual de identificarse con elementos opuestos a Roma, y por extensión a Italia, que osó poner en cuestión la existencia del sentimiento nacional albanés. En este sentido, ¿por qué no recurre Albania a la imagen de Pirro (318-272 a.C.), rey del Epiro, que tantas molestias ocasionó al ejército romano? Quizás porque el Epiro englobaba principalmente el Noroeste de Grecia, y tan sólo la cuarta parte del actual territorio albanés, siendo además Pirro étnica y culturalmente helénico. Éste fue protegido en su niñez y educado durante una década por la tribu iliria de los taulantios, tan helenizada por la cercanía de la colonia de Epidamnos que sus miembros eran en muchos casos bilingües.

Finalmente, queremos realizar un breve comentario sobre el escultor y medallista boloñés Giuseppe Romagnoli, gran artífice de los diseños de las primeras monedas albanesas. Este reconocido grabador, a pesar de haber tenido una seria responsabilidad en la difusión de la estética fascista, tanto en Italia como en sus posesiones coloniales, ya había participado antes en la composición de algunos de los símbolos previos de la numismática italiana, encargándosele además tras la Segunda Guerra Mundial los nuevos motivos de las monedas de la Italia republicana, algunos de los cuales han circulado hasta la llegada del euro. Parece que era en definitiva “un mandado”, que antepuso su labor creativa a las cambiantes circunstancias políticas a las que se enfrentó su país, adaptándose a lo que en cada momento se le solicitaba. Los numerosos premios que recibió por sus trabajos escultóricos y en el terreno de la medallística revelan que era la persona más adecuada para expresar a través de las imágenes grabadas en las piezas circulantes lo que sentían los italianos, o lo que decidían los sucesivos gobiernos de Italia que debían sentir. Pero nunca tendrían que haber sido ni él ni Atilio Motti los creadores de la estética numismática albanesa, pues ésta, en lugar de ser expresión de las raíces culturales propias de Albania, fue capricho italiano, campo de experimentación de la propaganda imperialista de Mussolini. Tras la belleza y la exhibición de fuerza de esas imágenes se escondía una intención nada inocente. Ahora en cambio, sin ser tan bellas, las monedas albanesas actuales dicen sólo lo que quiere decir Albania, sin presiones exteriores. Siendo uno de los países más pobres de Europa, Albania, protectora de Kosovo, encuentra orgullo suficiente para presentarse, a través de sus monedas, como la Nueva Iliria.

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