martes, 19 de julio de 2022

EL MAESTRO ORFEBRE RODRIGO DE REYNALTE


Por medio de un memorial conservado en el Archivo General de Simancas (AGS, CCA, LEG, 444, 82) el platero Rodrigo de Reynalte se dirige al Rey Felipe II a través de la Cámara de Castilla para pedir que a su hijo Francisco se le otorgue el prestigioso cargo de alguacil de corte. La petición, realizada el 10 de Abril de 1576, es rechazada por el Rey mediante la expresión “No ha lugar”. Rodrigo de Reynalte llevaba vinculado a la corte como orfebre largo tiempo. Él mismo recuerda al principio de su carta que fue platero del príncipe Carlos (1545-1568), trágicamente fallecido en el encierro decretado por su padre, a quien desesperaba su mala conducta. Para solicitar tan gran merced para su hijo, Rodrigo de Reynalte expone como mérito personal el haber guarnecido de oro una lujosa espada, la cual fue regalada posteriormente por Felipe II al Rey de Francia, Enrique III, con quien las relaciones diplomáticas de España eran buenas. Y es que Enrique III era hermano de la tercera esposa de Felipe II, ya fallecida, Isabel de Valois (1545-1568), que dejó para siempre en el monarca español un sentimiento de profundo afecto. La impresionante espada, guarnecida bellamente por Rodrigo de Reynalte, era fruto de un peculiar compromiso adquirido por el orfebre con el Rey, de modo que debía terminarla antes de que se cumpliese un año, cobrando por ella 50 ducados por cada día que no llegase al año, perdiendo en cambio 50 ducados por cada día que rebasase dicho año, cantidad que sería entregada a las “arrepentidas”, es decir, a alguna casa religiosa que acogiese a mujeres provenientes de la prostitución y de otras situaciones de marginación social. En la decoración áurea de la espada no solo trabajó Rodrigo, sino que también intervinieron sus hijos y otros oficiales, turnándose en el taller, de modo que la misma pudo ser finalizada 57 días antes de cumplirse el año, convirtiéndose por tanto su precio en 2.850 ducados (equivalentes a 1.068.750 maravedíes). El tipo de encargo, su elevado coste y la pretensión de Rodrigo de obtener además un buen puesto en la corte para uno de sus hijos nos remiten a un ambiente áulico que cuadra mal con las dificultades financieras del monarca, que justo en 1576 tuvo que hacer frente a una seria bancarrota.

 

A las cantidades manejadas en el texto, las cuales provocan cierto sonrojo, habría que sumar el oro empleado, cuyo suministro corría a cargo de la Hacienda Real. El memorial comentado es el siguiente: “Rodrigo de Reynalte, platero que fue del Principe Nuestro Señor, que esta en el cielo, dize que ya Vuestra Magestad terna noticia de la espada que su Alteza le mando guarnescer de oro, que fue la que Vuestra Magestad embio al Rey de Françia, la qual le mando que en todo caso acabase dentro de un año. Y el dicho Reynalte respondio que la obra era mucha, y que seria imposible acabarla en tan breve tiempo, aunque el y sus hijos trabajasen noche y dia, sino fuese metiendo en ello muchos officiales y que el no tenia hazienda para poderlos pagar. Y su Alteza le dixo que lo hiziese, y que el dava su palabra que todos los dias que la acabase menos de un año le daria por cada uno dellos 50 ducados, con condicion que todos los que passassen del año el dicho Reynalte se obligase de pagar otros tantos, de los quales haria merçed a las arrepentidas. Y el dicho Reynalte viendo la instancia que su Alteza le hacia, se obligo de hazerlo assi. Y su Alteza mando a Juan Estévez de Lobón, su criado, se obligase de su parte (como lo hizo) de que se le pagaria la dicha cantidad, como parecera por la carta de obligacion que dello fue hecha, que esta en poder del secretario Matheo Vázquez. Y el dicho Reynalte, a mucha costa de su trabajo y hazienda, sin descansar noches ni dias, acabo la dicha obra cinquenta y siete dias antes que se cumpliese el año, que montaron, a razon de cinquenta ducados cada dia, dos mil y ochocientos y cinquenta. Supplica a Vuestra Magestad que mandando considerar esto, y lo mucho que ha que sirve y la gran cantidad de dinero que le fue forçoso gastar con officiales para cumplir con su Alteza, en recompensa de todo ello, sea servido hazerle merçed de la bara de alguacil de corte, que ha vacado por muerte de Truxillo, para Francisco de Reynalte, su hijo, que en ello recibira muy particular merçed de Su Magestad”.

 

Rodrigo de Reynalte tuvo dos hermanos que fueron también plateros en la corte de Felipe II, muestra de que el oficio estaba muy arraigado en su familia, y testimonio de la alta calidad de su trabajo. El hermano mayor de los tres era Pedro, y el menor de todos Diego. Se trataba de una familia de origen francés, cuyos antepasados se habían asentado a principios del Siglo XVI en Medina del Campo, atraídos por la intensa actividad comercial de sus ferias. Ya los tres hermanos parece que nacieron en Valladolid, a donde siguieron acudiendo mucho para ver a su madre, a pesar de estar vinculados por su trabajo a la corte de Madrid. Los tres fueron familiares del Santo Oficio de la Inquisición, por lo que se comprometían a actuar como informantes y tenían derecho a portar armas. Se sabe de Pedro que tuvo una tienda, y que los tres hermanos desempeñaron durante años su labor orfebre cerca de sus propias casas. Una hija de Pedro, llamada Luisa, se casó hacia el año 1560 en Valladolid con Alonso Sánchez Coello, pintor de cámara de Felipe II.

 

Al menos la cuarta parte de un legajo sobre cuentas (AGS, CMC, 1EP, 1054) del Archivo General de Simancas consiste en la revisión de los importes de las obras orfebres realizadas por Rodrigo de Reynalte entre los años 1562 y 1568. El nombre del platero aparece en la cubierta del legajo, lo que da idea de su importancia, junto con el de Alonso Velázquez de la Canal, grefier del desafortunado príncipe Carlos. Otras cuentas intervenidas que figuran en el legajo son las de Miguel Gozacho, tirador de oro, encargado de reducir éste a hilo. Se fiscaliza la labor del platero, al utilizar materias primas de gran valor. La Contaduría Mayor de Cuentas comprobaba que hubiese sido correcta la gestión de los caudales públicos realizada por quienes administraban o se valían de una parte de los mismos. En el caso de las cuentas de Rodrigo de Reynalte, se van enumerando los trabajos que realizó, reseñando su coste. Se tachan los gastos comprobados o se pone una equis en uno o en los dos laterales de cada registro. Da la impresión de que cada registro fue comprobado varias veces, dado el alto valor de algunos de los encargos. Los enunciados son muy ilustrativos de los diferentes tipos de tareas que afrontaba Rodrigo de Reynalte, mostrando claramente que, aunque se le llamara platero, trabajaba mucho más con el oro que con la plata. Sirven también para conocer muchos de los objetos suntuarios característicos de la época, permitiendo recrear mejor cómo era la vida cortesana. Al referirse al oro en las cuentas, se utiliza como medida de peso el tomín (de aproximadamente 0,575 gramos); 8 tomines hacían un castellano (4,6 gramos); y 50 castellanos hacían un marco (230 gramos); a su vez el marco equivalía a ocho onzas (cada una de ellas de 28,75 gramos); por lo que cada onza tenía 50 tomines.

 

Para cada encargo, se le proporcionaba a Rodrigo de Reynalte el oro necesario, pudiendo variar la forma en que se le presentaba éste, yendo desde la materia prima en bruto hasta monedas u objetos viejos o estropeados que debían ser fundidos para poder acometer luego los refinados trabajos. El oro aportado podía ser suficiente, sobrante o escaso, lo que le llevaba a devolver una parte del mismo o a solicitar más. Se alude a veces a una tasación inicial y luego a una retasa que modificaba el importe estimado del principio, normalmente aumentándolo. En estas tasaciones intervenían los plateros oficiales de la corte, elaborando unos informes que servían para que los contadores aprobasen o no los importes consignados. Los llamados guardajoyas, como Diego de Olarte, tenían entre sus funciones atestiguar que los encargos recibidos por Rodrigo de Reynalte eran verdaderos. Éste trabajaba de forma preferente para la familia real, pero también satisfacía las peticiones de algunos cortesanos, si las mismas no le apartaban del cumplimiento de sus obligaciones principales. Sabemos también que por parte de la Casa Real se consultó a Rodrigo de Reynalte a la hora de efectuar algunas adquisiciones de bienes de lujo para determinar cuál sería el precio justo a pagar por ellos.

 

Si el objeto dañado por el uso no era descartado y destinado a la fundición, Rodrigo de Reynalte acometía su arreglo. Se mencionan en este sentido reparaciones de pernos de braseros y de tornillos de copas. Muchas copas tenían base y fuste metálico, pudiendo ser su parte superior también metálica o de cristal. El fuste adquiría con frecuencia forma torsionada. Además de copas, el platero tenía que arreglar otras piezas de vajilla abolladas o rotas. Soldaba piezas que habían perdido su unión por un trato frecuente o brusco. Limpiaba los objetos de oro o de plata que habían visto mermado su brillo original. Sabía también moldear el acero y otros metales para crear elementos utilitarios, como garabatos destinados a colgar cacharros y herramientas. Engarzaba rubíes y otras piedras preciosas en soportes de oro, especialmente en sortijas. Combinaba el oro con otros materiales suntuarios, destacando en este sentido la alusión a una cruz de oro con Cristo de coral. Utilizaba el oro para resaltar las líneas y las molduras de muebles de maderas finas, como escritorios. Para hacer más lujosos los objetos de uso cotidiano de sus señores, los doraba, empleando habitualmente para ello el oro que obtenía fundiendo las monedas que se le habían facilitado. Esta práctica está atestiguada por ejemplo para relojes de latón. El hecho de recibir monedas de oro para su posterior fundición facilitaba al platero el cálculo del presupuesto de que iba a disponer para su próximo trabajo. En las cuentas se registra a veces cuál era la procedencia del oro a emplear.

 

En un documento del año 1561 (AGS, CSR, LEG, 178, 87) de la sección Casa y Sitios Reales del Archivo General de Simancas, Rodrigo de Reynalte explica la justa necesidad de retasar a la baja un aljófar que había pertenecido al rey de Túnez, y que se vendió por un precio excesivamente elevado a un comerciante judío, llamado Salomón Benzeberru. El aljófar en este caso era un conjunto de joyas compuesto por perlitas irregulares acompañadas de elementos decorativos de oro. Por reclamación del comerciante, Rodrigo de Reynalte comprobó un hecho que le había pasado inadvertido en la primera tasación, y es que los canutos de oro de las joyas estaban rellenos de cera. Se procedió por tanto a extraer la cera y a pesarla, compensando al comerciante con 44 ducados (16.500 maravedíes), lo que suponía una rebaja considerable con respecto al precio que inicialmente se había dado al aljófar. A través de otro documento (AGS, CSR, LEG, 163, 1, 91), esta vez de 1563, queda constancia de la realización de un pago a Rodrigo de Reynalte de 3.487 maravedíes que se le adeudaban, así como del pago de la misma cantidad a otro platero, compañero suyo, Juan Álvarez, en ambos casos por la realización de varias tasaciones y otros menesteres. Este pago se había dilatado porque la persona en quien se había librado el dinero para efectuarlo, Martín de Villasante, había fallecido sorpresivamente.

 

Ya en 1569 nos encontramos con que cuatro plateros de la corte (Melchor de Bascuñana, Juan de Vargas, Juan Bautista Láinez y Diego Láinez) tasan una obra de Rodrigo de Reynalte, consistente en espada, daga y talabarte de oro, en 1.393.125 maravedíes, describiendo algunos de sus bellos y floridos aspectos formales. Son varios los testimonios que apuntan a que la decoración de armas blancas estaba entre las especialidades de Rodrigo de Reynalte, si bien se trataba de trabajos de larga duración que le dejaban extenuado. Es probable que alguna espada espléndidamente rematada llegase a ser suya en propiedad. Se cita una espada admirable en 1631 en el testamento e inventario de bienes de Juan Sánchez Coello de Reynalte, el cual explica que la heredó de su tío Rodrigo, que a su vez era sobrino del platero Rodrigo de Reynalte. Pudo ser hecha por éste o por alguno de sus hermanos, o quizás fue fruto del trabajo de varias personas, como en el caso de la espada regalada al Rey francés. Tres encargos satisfechos en 1572 por Rodrigo de Reynalte hay que situarlos en el contexto constructivo del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial: Cruz de oro para un Cristo (161.110 maravedíes), cuatro manzanas de cristal guarnecidas de oro y destinadas a una cama (391.216 maravedíes) y conjunto de espada, daga y clavazón de un talabarte, todo ello de oro (4.032.500 maravedíes).

 

Comentaremos o al menos enumeraremos algunos de los lujosos objetos que Rodrigo de Reynalte fabricaba, arreglaba, soldaba, limpiaba, refundía… Llama la atención por ejemplo la mención constante de botones, corchetes y alamares, los cuales eran claros marcadores de estatus, diseñados para ser exhibidos en la vestimenta. Podían ser de cristal guarnecido de oro, o bien de otros materiales caros, alejándose del hueso, corcho o tela usados por los pobres. Otros aderezos de oro podían ir prendidos o desplegados en las ropas y en las gorras, como es el caso de las cadenas, las trenzas y los crancelines. Entre los collares más vistosos que tuvo que elaborar Rodrigo de Reynalte estaban los de la ceremoniosa orden del Toisón de Oro. Las medallas contabilizadas solían estar asociadas a camafeos, piedras preciosas o semipreciosas en las que se tallaban figuras en relieve. Rodrigo de Reynalte se encargaba de los rebordes, engarces y cordones metálicos de los camafeos, pero probablemente no era él quien los tallaba, teniendo en cuenta que algunos aspiraban a ser auténticos retratos. Los camafeos podían ir también insertos en anillos y botones. Para sellar se utilizaban a veces sortijas, recurriéndose en otros casos a macetas de mayor tamaño. En relación con la escritura, Rodrigo de Reynalte elaboraba plumas y salvaderas para colocarlas, de forma que no se mancharan de tinta las mesas. Fabricaba las partes metálicas de los “antojos” (gafas) y las partes menos técnicas de los relojes. Creaba mondadientes de oro, a juego con las generosas comidas de sus señores. Hacía tijeras y tijeras de despabilar. Con estas últimas se cortaba la mecha chamuscada de las velas y se retiraba la cera de alrededor para reavivar su fuego. Las velas eran colocadas en candeleros y palmatorias. Con braseros, calentadores y calderetas se subía la temperatura de las habitaciones. Entre los objetos religiosos realizados por Rodrigo de Reynalte estaban cruces, cálices y vinajeras. Embellecía las piezas de vajilla, como jarros, frascos, vasos, copas, tazas, platos, tapas… Para los caballos diseñaba bozales con campanillas y cadenas. Y para ayudar a remarcar la autoridad de determinados cargos producía varas de mando, semejantes a la de alguacil de corte que el Rey Felipe II decidió no conceder a su hijo, Francisco de Reynalte.