Durante el reinado de Alfonso XIII (1886-1931) se pusieron en circulación, entre otras, monedas nuevas de bronce de 1 y 2 céntimos. Estas piezas pasaron a convivir con las del Gobierno Provisional, acuñadas en cobre con fecha de 1870 en cantidades ingentes, y que tuvieron un prolongado uso por parte de los ciudadanos. Las moneditas de 1 y 2 céntimos del Gobierno Provisional eran las hermanas pequeñas de las llamadas “Perra Chica” (5 Céntimos) y “Perra Gorda” (10 Céntimos), con las que compartían iconografía: Un león protegiendo el escudo del país en una cara y una alegoría de Hispania en la otra. Con las nuevas piezas realizadas en época de Alfonso XIII se intentó generalizar un perfil apuesto del monarca a la vez que se cubrían las necesidades de numerario, ya que el pequeño tamaño de las piezas aludidas provocaba su fácil pérdida.
Las monedas de 1 y 2 céntimos de Alfonso XIII mantuvieron el mismo diámetro que las anteriores, pero incrementaron ligeramente su grosor. Su diámetro respectivo era de 15 y 20 milímetros. Se recurrió a dos retratos diferentes del rey, apareciendo en ambos casos con indumentaria militar de cuello alto. El primero de los retratos, en el cual Alfonso XIII figura mirando a la derecha, más joven y con el pelo más largo, fue usado en las monedas de 1 céntimo de 1906 y en las de 2 céntimos de 1904 y 1905. El segundo retrato, en el que el monarca pasa a mirar hacia la izquierda, fue empleado en las monedas de 1 céntimo de 1911, 1912 y 1913, así como en las de 2 céntimos de 1911 y 1912. En la parte inferior del busto de ambos retratos se aprecian las siglas del grabador, B. M., más grandes y claras en el caso de la segunda representación. Se trata del artista Bartolomé Maura. La leyenda de anverso es: “Alfonso XIII por la G. de Dios”, abreviándose por tanto la palabra “Gracia”, dado el pequeño tamaño del cospel. La leyenda del reverso es: “Rey Constl. de España”, abreviándose en este caso la palabra “Constitucional” con una L de menor tamaño.
Bajo el retrato del anverso aparece siempre una estrella de seis puntas como marca de ceca, en cuyo interior van la última o las dos últimas cifras del año de acuñación, en función de si la pieza es de 1 o 2 céntimos. El escudo coronado de los reversos queda en el interior de una gráfila de puntos, acompañándose de la indicación del valor de la pieza: 1 C o 2 C. Tanto el anverso como el reverso disponen de una gráfila dentada junto al reborde. Los cantos son lisos. La fecha se muestra bajo el escudo, viéndose flanqueada por las siglas de los ensayadores y el juez de balanza: S. L. – V. en casi todas las piezas de 1 céntimo de 1906 (Arturo Sandoval, Vicente López y Remigio Vega); S. M. – V. en las piezas de 2 céntimos de 1904 y 1905, y en unas pocas piezas de 1 céntimo de 1906, muy valoradas por su rareza y por no saberse a ciencia cierta el número que de ellas se acuñó (Arturo Sandoval, Miguel Martínez y Remigio Vega); P. C. – V. en todas las monedas de 1 y 2 céntimos con el segundo retrato (Vidal Peiró, Rafael Caro y Remigio Vega).
El número general de monedas acuñadas de 1 y 2 céntimos de Alfonso XIII fue comparativamente pequeño con respecto a las piezas ya circulantes de esos valores, lo que parece reflejar una voluntad de propaganda visual en favor de la causa monárquica más que un refuerzo serio del numerario menor. De piezas de 1 céntimo se produjeron 7.500.000 en 1906, así como un pequeño lote de características especiales y número desconocido. En 1911 se hicieron 1.462.000 monedas de 1 céntimo, en 1912 un total de 2.109.000, y en 1913 la cantidad de 1.429.000. En cuanto a las monedas de 2 céntimos, se acuñaron 10.000.000 en 1904, 5.000.000 en 1905, 2.284.000 en 1911 y 5.216.000 en 1912. Los totales son 12.500.000 monedas de 1 céntimo y 22.500.000 monedas de 2 céntimos. Estas últimas son en la actualidad más fáciles de conseguir, tanto porque se produjeron más como por el hecho de que su mayor módulo evitó su extravío.
Una circunstancia que llama la atención al estudiar las monedas de 1 y 2 céntimos de Alfonso XIII es que muchas de ellas se encuentran perforadas o presentan intentos de perforación. No todos los agujeros efectuados sobre estas piezas parecen tener la misma explicación, pero sí que muchos de ellos apuntan hacia la utilización en colgantes, pendientes, pulseras… El tipo de perforación más habitual es la circular, practicada delicadamente sobre la cabeza del monarca, como si se quisiera usar su efigie en un colgante. En algunos casos este agujero se ve acompañado por otro en el extremo opuesto, lo que nos remitiría al uso en pulseras. Similar explicación tendrían los pequeños agujeros pareados dispuestos más próximos entre sí. Cuando los agujeros presentan un aspecto más tosco o atraviesan el rostro del rey, tenemos que hablar de escasa pericia o intentos de ultrajar su imagen por desacuerdos políticos.
Consideramos que desde poco tiempo después de su puesta en circulación, las moneditas mencionadas fueron usadas en la confección de joyas caseras y adornos artesanales de poco valor, pues gustó tanto su iconografía como el detallismo puesto en los distintos tipos. El llevar encima estas piezas reconvertidas en colgantes no siempre supondría una muestra de lealtad hacia la Corona, sino que simplemente podría deberse al deseo de mostrar un objeto hermoso, pasado por un filtro de cierta rusticidad, sin el empleo de metales nobles. Estas moneditas eran mucho más fáciles de agujerear que las de mayor módulo, por lo que se convirtieron en objetivo de los artesanos. Su escaso peso (1 y 2 gramos) las hacía idóneas para pendientes. Además debió de resultar glamourosa la imagen apuesta del rey, pues el tipo aludido de perforaciones se documenta menos en las moneditas anteriores del Gobierno Provisional. El uso de las piezas en adornos artesanales sería preferentemente femenino, quedando en el caso de los varones reducido prácticamente a colgantes u objetos más sobrios con los que mostrarse partidarios del régimen monárquico. Un aspecto controvertido sería el análisis de las fechas en que más habitual resultó la práctica de las perforaciones, inclinándonos nosotros por el período que va desde la aparición de estas monedas (1904) hasta la muerte en el exilio del monarca (1941), tras momentos de gran agitación política y militar. Se aprecia además una mayor predilección, a la hora de efectuar los agujeros, por las piezas del primer retrato, lo que podría llevarnos casi a circunscribir la práctica a inicios del siglo XX. Este primer retrato muestra a un Alfonso XIII todavía alejado de las convulsiones políticas posteriores, mientras que el segundo consagra ya una imagen mucho más cercana a la de la mayoría de los documentos fotográficos de la época.