jueves, 1 de noviembre de 2001

ESTEPA: ANTES DE LOS POLVORONES


Son difíciles de comprender los motivos que pudieron llevar a los habitantes de Estepa a permanecer fieles a la causa púnica cuando ya era clara la preeminencia de las armas romanas en la Península Ibérica. Otras muchas poblaciones hispanas habían optado por un ventajoso cambio aliancístico con el que evitar nuevas querellas. El hecho es que en el año 206 a.C., en el transcurso de la Segunda Guerra Púnica, Escipión ordenó a sus lugartenientes Silano y Marcio terminar con los últimos núcleos de resistencia filopúnica en el Sur peninsular. En el cumplimiento de esta misión Marcio llegó hasta las estribaciones de la pequeña sierra sevillana en que se alza Estepa, conocida por las fuentes clásicas como Astapa u Ostippo. Tan enconada fue la oposición presentada por Estepa a las tropas romanas que la ciudad quedó tremendamente destruida, a la vez que el grueso de su población prefirió la muerte antes que cualquier solución pactada. En ocasiones la historiografía ha puesto en duda los detalles heroicos de la resistencia estepeña por parecer demasiado tópicos y por la pervivencia de la ciudad, que, dentro del “conventus” de Astigi (Écija), alcanzó cierto esplendor en época romana gracias a la explotación agrícola de las extensas llanuras circundantes.

En la zona alta y fortificada de la actual Estepa pudieron situarse tanto la ciudad romana como la anterior, si bien para esta última se han propuesto también otras localizaciones, alejadas del Cerro de San Cristóbal y de menor altitud, lo que la habría hecho muy vulnerable. Se han rescatado en la propia ciudad y en sus alrededores varias piezas escultóricas de interés, conservadas en el Museo Arqueológico de Sevilla. Entre ellas está un fragmento de león sobre el que se aprecia una parte de la cota de mallas de un guerrero. El león resultaba para los iberos un animal exótico, casi fantástico. En este caso pudo tener un valor funerario y heroizante, transportando el alma de un guerrero ilustre al Más Allá, como ocurría con algunas de las representaciones de caballos, pero añadiendo un mayor componente mítico y de dominio sobre la adversidad. También procede de Estepa un relieve en que figuran dos soldados vestidos y armados ya a la usanza romana, incluyendo espada corta y escudo oblongo de tipo galo. Se sabe de la existencia en el entorno de Estepa de un posible santuario en que, por las piezas halladas, quizás se solían celebrar ritos religiosos de raigambre iberopúnica.

Uno de los elementos que nos podrían ayudar a explicar la fidelidad de Estepa hacia los cartagineses sería la presencia en dicha ciudad de colonos y/o soldados púnicos con vistas al ejercicio de un control más efectivo del territorio conquistado y de cara a un aprovechamiento más sistemático de sus recursos. En contra de este argumento podría esgrimirse que hasta la misma Cádiz, ciudad de origen poblacional fenicio-púnico, se entregó a los romanos sin luchar. La autodestrucción de Estepa nos lleva a la reflexión sobre la llamada “fides” ibérica, que fue alabada o vituperada por los autores romanos en función de si era favorable o no a sus intereses. Esta “fides” o pacto de fidelidad podía reflejar una situación de desigualdad socioeconómica. Pero era suscitada no sólo por los beneficios materiales y bélicos inmediatos, sino también por la propensión más o menos voluntaria y prestigiosa hacia la alianza con jefes que unían a su poder el atractivo real o fingido de su personalidad. Algunos pueblos ibéricos buscaron excusas para deshacerse de los comprometedores vínculos implicados en la “fides” profesada hacia los líderes de las potencias coloniales. Es posible que el pacto fuese más fuerte y duradero entre reyezuelos indígenas de autoridad similar. Hubo también situaciones en que el voto de fidelidad fue respetado hasta las últimas consecuencias. Este pudo ser el caso de la ciudad de Estepa, que tuvo que alcanzar un alto grado de identificación con los intereses púnicos en Iberia. Lo que es innegable es que Estepa, que ahora es conocida entre nosotros por la elaboración tradicional de polvorones, protagonizó un extraño episodio de heroísmo ante el poderoso ejército romano.

Bibliografía:

- Fernández-Chicarro y Fernández Gómez; “Catálogo del Museo Arqueológico de Sevilla II”; 1980.
- Morales, Sanz, Serrera y Valdivieso; “Guía artística de Sevilla y su provincia”; Vitoria; 1981.