Azaila es la más septentrional de las localidades turolenses. Dentro de su término municipal, en el llamado Cabezo de Alcalá, se ubicó un importante poblado hasta cinco decenios antes del cambio de era. El estudio del yacimiento permitió documentar la existencia de un rico estilo decorativo en sus cerámicas de producción autóctona. La tipología de estas cerámicas y de sus decoraciones pintadas es uno de los elementos probatorios de la influencia ejercida por la cultura ibérica sobre zonas interiores de Aragón a través de la ruta del Ebro. Son cerámicas hechas a torno, de pastas claras, decoradas con pintura de color rojo vinoso.
La evolución y la coexistencia de los elementos decorativos de la cerámica ibérica de Azaila dificultan su clasificación y empleo como referente cronológico, si bien en términos generales estas decoraciones se desarrollaron a lo largo del siglo II a.C. y en la primera mitad de la centuria siguiente. Mientras que algunos motivos se emplean para separar espacios, otros son considerables como principales, ya que ocupan los espacios delimitados por los anteriores. Desde los tipos decorativos metopados iniciales se tendió hacia los cuadros continuos. La decoración se fue haciendo más profusa y diversa, ampliando la superficie ocupada. La típica decoración de bandas y elementos geométricos progresó hasta la inclusión de tipos vegetales y figurados. En diferentes vasijas se intuye la acción de una misma mano, como la del llamado “pintor de emes”.
Entre los motivos geométricos, muchos de los cuales pueden disponerse de manera horizontal o vertical, se encuentran los semicírculos concéntricos, las aspas, los ajedrezados, los reticulados, las grecas, los rombos, los dientes de sierra y de lobo, las postas, los bucles, las lunas, las líneas onduladas, los segmentos, las emes… Algunos de los esquemas compositivos presentan una clara influencia levantina. La distinta superficie que tienen las vasijas condiciona la parcelación y la distribución de las decoraciones. En determinadas formas cerámicas, como las cráteras, las tinajas y los “pithoi”, la decoración suele concentrarse en la mitad superior del vaso. En cambio las paredes de los “kalathoi” y de los vasos cilíndricos son casi del todo aprovechadas por la decoración, facilitando así la inclusión de escenas narrativas. La decoración de los platos y tapaderas se organiza desde su centro, ocupado por una cruz o una estrella rodeada de elementos repetidos o secuenciados. En los estilizados quemaperfumes, cuya forma se inspiró en prototipos suritálicos, la decoración se distribuye en series de bandas horizontales muy estrechas, primando los motivos geométricos.
Entre los elementos vegetales destaca el tallo serpenteante de hojas de yedra, que entre sus ondas introduce variados motivos, dividiendo en algunos casos los frisos decorados. La hoja de yedra exenta, frecuente junto a las alusiones florales, parece que fue un motivo tomado de los estilos cerámicos del Sureste peninsular (“Elche – Archena”). Las decoraciones alusivas a los árboles, caracterizadas por su desarrollo vertical, suelen incluir hojas curvas de aspecto palmiforme, las cuales se disponen simétricamente a ambos lados de un eje que parte a veces de una peana triangular. En su etapa final, las decoraciones cerámicas de Azaila tendieron al “horror vacui”, de modo que los espacios vacíos eran rellenados con múltiples elementos, algunos incluso con posible carácter sagrado o al menos simbólico. Uno de los temas decorativos fue interpretado por Juan Cabré, gran estudioso de la cultura material de Azaila, como estilizaciones de alas de ave.
Las escasas representaciones de hombres consisten en siluetas, rellenas completamente salvo en lo relativo a los ojos. Destacan los jinetes lanceros inmersos en cacerías, así como los personajes que de pie realizan un saludo ritual o portan herramientas difícilmente identificables. El valor iconológico de los animales representados nos acerca a los mitos que circulaban en la sociedad de Azaila, como en el caso del lobo mordido por un pez. La cornamenta de los cérvidos es representada frontalmente, y la piel fuerte de los jabalíes se señala con trazos ligeramente erizados. En una de estas escenas animalísticas, una cierva amamanta a su cría. Del toro, que a juzgar por los restos broncíneos pudo ser objeto de culto en Azaila, sólo se conserva una representación vascular, la cual es bastante realista. Entre las aves se identifican búhos, buitres, gallos y palomas. Y dentro de este repertorio animal se incluyen también las serpientes. Los elementos decorativos propios de la cerámica ibérica de Azaila tuvieron una importante difusión en el conjunto del territorio dominado por la ciudad, como indican los materiales cerámicos de otros yacimientos próximos.
Bibliografía:
- Beltrán Lloris, Miguel; “Arqueología e Historia de las ciudades antiguas del Cabezo de Alcalá de Azaila (Teruel)”; Zaragoza; 1976.
La evolución y la coexistencia de los elementos decorativos de la cerámica ibérica de Azaila dificultan su clasificación y empleo como referente cronológico, si bien en términos generales estas decoraciones se desarrollaron a lo largo del siglo II a.C. y en la primera mitad de la centuria siguiente. Mientras que algunos motivos se emplean para separar espacios, otros son considerables como principales, ya que ocupan los espacios delimitados por los anteriores. Desde los tipos decorativos metopados iniciales se tendió hacia los cuadros continuos. La decoración se fue haciendo más profusa y diversa, ampliando la superficie ocupada. La típica decoración de bandas y elementos geométricos progresó hasta la inclusión de tipos vegetales y figurados. En diferentes vasijas se intuye la acción de una misma mano, como la del llamado “pintor de emes”.
Entre los motivos geométricos, muchos de los cuales pueden disponerse de manera horizontal o vertical, se encuentran los semicírculos concéntricos, las aspas, los ajedrezados, los reticulados, las grecas, los rombos, los dientes de sierra y de lobo, las postas, los bucles, las lunas, las líneas onduladas, los segmentos, las emes… Algunos de los esquemas compositivos presentan una clara influencia levantina. La distinta superficie que tienen las vasijas condiciona la parcelación y la distribución de las decoraciones. En determinadas formas cerámicas, como las cráteras, las tinajas y los “pithoi”, la decoración suele concentrarse en la mitad superior del vaso. En cambio las paredes de los “kalathoi” y de los vasos cilíndricos son casi del todo aprovechadas por la decoración, facilitando así la inclusión de escenas narrativas. La decoración de los platos y tapaderas se organiza desde su centro, ocupado por una cruz o una estrella rodeada de elementos repetidos o secuenciados. En los estilizados quemaperfumes, cuya forma se inspiró en prototipos suritálicos, la decoración se distribuye en series de bandas horizontales muy estrechas, primando los motivos geométricos.
Entre los elementos vegetales destaca el tallo serpenteante de hojas de yedra, que entre sus ondas introduce variados motivos, dividiendo en algunos casos los frisos decorados. La hoja de yedra exenta, frecuente junto a las alusiones florales, parece que fue un motivo tomado de los estilos cerámicos del Sureste peninsular (“Elche – Archena”). Las decoraciones alusivas a los árboles, caracterizadas por su desarrollo vertical, suelen incluir hojas curvas de aspecto palmiforme, las cuales se disponen simétricamente a ambos lados de un eje que parte a veces de una peana triangular. En su etapa final, las decoraciones cerámicas de Azaila tendieron al “horror vacui”, de modo que los espacios vacíos eran rellenados con múltiples elementos, algunos incluso con posible carácter sagrado o al menos simbólico. Uno de los temas decorativos fue interpretado por Juan Cabré, gran estudioso de la cultura material de Azaila, como estilizaciones de alas de ave.
Las escasas representaciones de hombres consisten en siluetas, rellenas completamente salvo en lo relativo a los ojos. Destacan los jinetes lanceros inmersos en cacerías, así como los personajes que de pie realizan un saludo ritual o portan herramientas difícilmente identificables. El valor iconológico de los animales representados nos acerca a los mitos que circulaban en la sociedad de Azaila, como en el caso del lobo mordido por un pez. La cornamenta de los cérvidos es representada frontalmente, y la piel fuerte de los jabalíes se señala con trazos ligeramente erizados. En una de estas escenas animalísticas, una cierva amamanta a su cría. Del toro, que a juzgar por los restos broncíneos pudo ser objeto de culto en Azaila, sólo se conserva una representación vascular, la cual es bastante realista. Entre las aves se identifican búhos, buitres, gallos y palomas. Y dentro de este repertorio animal se incluyen también las serpientes. Los elementos decorativos propios de la cerámica ibérica de Azaila tuvieron una importante difusión en el conjunto del territorio dominado por la ciudad, como indican los materiales cerámicos de otros yacimientos próximos.
Bibliografía:
- Beltrán Lloris, Miguel; “Arqueología e Historia de las ciudades antiguas del Cabezo de Alcalá de Azaila (Teruel)”; Zaragoza; 1976.